Un genio como Hammet fue crucificado por un cazador de brujas, sólo por escribir, sólo por pensar, sólo por crear. Y murió solo, y los que le hundieron acudieron a su tumba para certificar que estaba muerto. Que la mala gente se pudra en el infierno, porque en esta tierra siguen campando a sus anchas.
Os dejo el artículo publicado en El Mundo.
Juicio a Hammett
Mirad que os lo hemos repetido veces desde este oscuro rincón de la 'web': la realidad, en cuestiones 'negrocriminales', supera siempre a la ficción. Mucho más si se trata, como en este caso, de la vertiente más chunga y 'politicocicatera'. Dashiell Hammett, el autor de 'El halcón maltés' o 'La llave de cristal', entre otros clásicos, maestro de un género que hoy vive su segunda edad dorada, empezó a ser hostigado por el FBI a mediados de los años 30 y hasta su ingreso en prisión en el verano de 1952. Y es que el inventor de la 'detective fiction' no se limitó a imaginar argumentos apropiados para que su Sam Spade fumase a discreción y a salvo de estúpidas campañas antitabaco, sino que además cayó en la 'desdicha' de luchar por un mundo mejor.
Desde un pugnaz y comprometido antinazismo hasta la exigencia del reconocimiento de los derechos civiles de los negros y los inmigrantes. Samuel Dashiell Hammet mojó en todas las salsas. El escritor, que apoyó fervientemente las luchas políticas del Partido Comunista en Estados Unidos, fue tachado con una gran equis por el propio juez McCarthy, máximo responsable de desencadenar un extendido proceso de delaciones, acusaciones infundadas, denuncias, interrogatorios, procesos irregulares y listas negras contra personas sospechosas de ser comunistas. La buena noticia es que los 'Interrogatorios' que siguieron a aquella causa, acompañados de 'Sombra en la noche', brillantísimo relato de Hammett que apareció esgrimido durante el juicio como posible prueba del talante anti-americano y subversivo del autor y acusado, acaban de ser publicados por Errata Naturae, pequeña gran editorial independiente que, por su querencia exquisita hacia lo mejor de la novela negra, de no existir, tendríamos que inventarla.
Que nadie se espere un emocionante ejercicio de lirismo sin precedentes o un derroche de prosa florida en 'Interrogatorios'. El libro es lo que es. Y lo que su título indica. El testimonio de un hombre recogido a lo largo de una causa judicial. Eso sí, ya quisieran muchas novelas policiacas escritas hoy por nuestros más afamados 'cuentacuentos' alcanzar tal grado de efectividad y suspense en sus aburridas tramas. 'Interrogatorios', de Dashiell Hammett, se convierte así en una especie de broche dorado a la carrera de un autor que fue escrito a su pesar, tras prestar el debido juramento y recogido por taquígrafos expertos. Un chorro de cruda realidad que, para pasmo de cualquier lector que ahora se enfrente a ella, pone de manifiesto que la llamada 'caza de brujas' no fue un juego de niños sino todo lo contrario. Un infierno en la Tierra de los Libres.
"Me niego a responder, Su Señoría" o "rehúso a responder a la pregunta porque la respuesta podría incriminarme". Dos frases que Hammett repite como un mantra y le llevarán a una prisión federal situada en una ínfima isla al oeste de Alaska, donde se ocupará de la biblioteca. Tenía 57 años, vividos hasta el culo de una botella de whisky, y cuando salió en libertad, seis meses más tarde, su cuerpo había envejecido más de una década y su vitalidad había quedado irreversiblemente dañada.
Para más inri, además de sus problemas judiciales y de salud, su implicación como activista político había hecho disminuir sus ingresos hasta que desaparecieron por completo. Su trabajo para el cine había cesado de modo abrupto una década antes, los programas radiofónicos basados en sus obras ya no se emitían, sus libros estaban agotados y no se reimprimían... Además, la agencia tributaria norteamericana le empezó a reclamar 100.000 dólares por una negligente gestión en el pago de sus impuestos. Hammett se convirtió en una valiosa pieza a abatir por un Gobierno reconvertido en experto cazador tanto de 'brujas' como de 'caperucitas rojas'.
La realidad supera a la ficción. La realidad supera a la ficción. La realidad... Así debería constar, hasta cien veces escrito, en la pizarra de la historia de las infamias. Hostigado, enfermo, repudiado, el inventor del 'noir' moderno pasó los últimos años de su vida sin escribir una sola coma. Y se comprende. Sus últimos días transcurrieron en un discreto encierro. Con las fuerzas justas para seguir respirando. Murió de cáncer en 1961. Fue enterrado en el Cementerio Nacional de Arlington. En la última página del 'archivo Hammett' del FBI puede leerse que un agente llamó al cementerio para verificar su muerte. Que descanse en paz, si es que el senador McCarthy le deja...