En las ciudades, de cualquier parte del mundo miremos adonde miremos hay un color gris que predomina el paisaje, el cemento. Las construcciones urbanas utilizan este material a gran escala, lo que viene provocando un efecto nocivo para el medio ambiente.
La producción de cemento es fuente de dióxido de carbono (CO2), uno de los gases responsables del calentamiento global, y contribuye en un 8% para las emisiones mundiales de CO2..
Debido a este nivel de emisión alarmante, promovido sólo por un tipo de industria, la COP24 – Conferencia de la ONU sobre cambio climático, celebrada en Polonia este mes, debatió este problema.
Representantes del sector discutieron formas de atender a las disposiciones del Acuerdo de París, donde se acordó un compromiso mundial para reducir la emisión de gases en la atmósfera.
La industria del cemento tendría que, para 2030, reducir en al menos el 16% la emisión anual promovida por el material. Una tarea difícil de cumplir en la práctica, principalmente, porque la mayoría de los proyectos de construcción civil utiliza el cemento.
Producción tóxica.
El problema está en las condiciones de extracción de materias primas, sobre todo, la piedra caliza y la arcilla, que se trituran con otros materiales y se introducen en hornos de unos 1.450 ° C.
La reacción química de la descomposición térmica que transforma el calcáreo en cal virgen es un proceso llamado calcinación, el cual separa el material en CO2 y en óxido de calcio, dando origen a una nueva sustancia: el clinker de cemento o clinker de portland.
Al llegar a la producción del clinker, es enfriado, molido y mezclado con yeso y calcáreo para poder ser transportado a los fabricantes de hormigón.
En 2016, todo ese proceso de producción generó 2,2 mil millones de toneladas de CO2 (el 8% responsable de la emisión mundial), siendo la mitad de ese valor proveniente del proceso de calcinación.
¿Cómo solucionar el problema?
Felix Preston, subdirector de investigación del Departamento de Energía, Medio Ambiente y Recursos de Chatham Hous, argumenta que es necesario que el sector productivo del cemento piense en formas para reducir el CO2 que tengan en cuenta eficiencia energética, fuentes alternativas al combustible fósil, captura y almacenamiento de carbono y, principalmente, producir nuevos cementos.
Una forma de producir nuevos tipos de cemento es la técnica de colocar arena en moldes e inyectar en ella microorganismos, a fin de desencadenar un proceso semejante al que crea el coral.
Ginger Krieg Dosier, arquitecta y cofundadora y CEO de BioMason, una start up de los Estados Unidos, dice que se sorprendió al no encontrar alternativas ecológicas para ladrillos y albañilería cuando comenzó una investigación hace 10 años. Fue debido a esta falta de opciones que decidió crear una solución propia para el problema, que lleva sólo cuatro días para estar lista: llamada cemento verde.
El cemento verde se obtiene de un proceso que ocurre a temperatura ambiente, evitando la calcinación y los combustibles fósiles, las dos principales fuentes de emisión de CO2 de la industria del cemento.
Según la arquitecta: “Las prácticas tradicionales de producción de cemento Portland continuarán liberando CO2 debido a su química fundamental”. Por eso, es esencial invertir en técnicas que eliminen completamente el carbono de la atmósfera.
El uso de materiales alternativos viene ganando espacio en la industria de la construcción, en la opinión de Krieg Dosier, debido a las demandas del mercado y la concientización sobre la necesidad de hacer algo en relación al cambio climático.
Se vuelve cada vez más urgente que la industria del cemento y los gobiernos piensen en el problema real de construir casas económicamente accesibles, de calidad y con bajo impacto ambiental. Para ello, hay que pensar en nuevas formas de construcción que se aproximen cada vez más a las emisiones cerca de cero.
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