La censura es una práctica habitual. Más de lo deseable. En varias ocasiones hemos analizado cómo Internet es controlado por los gobiernos, tanto en dictaduras como en democracias. Sin embargo, la prensa occidental, elemento imprescindible en la maquinaria de reproducción anunciada por Bourdieu, se lleva las manos a la cabeza cuando esta censura se aplica fuera de occidente.
El diario francés Le Figaro publica un reportaje en el que denuncia que china planea censurar los contenidos televisivos que considere vulgares o poco recomendados. La noticia tiene múltiples lecturas pues somos conscientes de lo corrosivos que pueden ser algunas emisiones y algunas cadenas. España estableció hace algunos años un código ético en el que se impedía difundir algunas emisiones en horario infantil. Sin embargo, el canal productor de telebasura por excelencia, Telecinco, ha buscado constantemente la forma de saltarse estas limitaciones con el objetivo de arñar décimas de Share.
Evidentemente es un tema delicado ¿Quién debe decidir los contenidos que emite una cadena privada? ¿Existen límites en pro conseguir más tasa de audiencia? ¿Cuáles son los contenidos que deberían estar prohibidos? El tema es tan complicado como buscar una legislación única para internet. Vivimos en una sociedad digital, y los bits no entienden de fronteras aunque los nostálgicos catódicos sigan soñando con una sociedad previa al apagón analógico. alfonsovazquez.comciberantropólogo