Revista Insólito

Cerebros ‘impermeables’ a la emoción de la música

Publicado el 08 marzo 2014 por Datos Reales @datosreales1

Puede que a usted no le diga nada la Novena Sinfonía de Beethoven ni el Let it be de los Beatles porque quizás lo suyo sea el flamenco, el jazz o el heavy. Tal vez incluso sea de esas personas que no pueden vivir sin las notas musicales o sin conocer el último acorde de su grupo favorito. Si es así, quizás le sorprenda que hay gente que no siente el más mínimo placer cuando una melodía entra por sus oídos, que nunca se le ha puesto la carne de gallina con la voz de María Callas o que ni siquiera tiene una banda sonora entre sus mejores recuerdos. Investigadores españoles han identificado por primera vez la anhedonia musical o, lo que es lo mismo, la ausencia de placer con este estímulo.

Muchas de las funciones y mecanismos biológicos del ser humano tienen sentido para su supervivencia. Algunos estímulos de recompensa se vinculan a ciertos actos para mantener, en primer lugar, el cuerpo con vida y, en segundo, para poder trascender al propio individuo. Así, la comida genera placer y éste nos mueve con mayor ahínco a buscar avituallamientos para el día. De la misma forma, el gozo del sexo está vinculado ancestralmente con la reproducción. Sin embargo, existen placeres que, aún estando presentes en todas las culturas, no están ligados con el instinto de supervivencia. Es el caso de la música.

“Aunque no tiene ninguna ventaja biológica, la música es una de las experiencias más placenteras del ser humano. Sin embargo, poco se sabe sobre las diferencias entre individuos en cómo experimentan este sistema de recompensa en actividades relacionadas con la música”, explica Josep Marco-Pallarés, del Grupo de Cognición y Plasticidad Cerebral del Instituto de Investigación Biomédica de Bellvitge, Barcelona.

Para averiguar cómo eran esas diferencias, este investigador junto con otros del grupo de Psicología Básica de la Universidad de Barcelona y del Instituto Neurológico de Montreal, Canadá, realizaron un estudio cuyos datos se publicaron en la revista Music Perception en 2013.

“Tras realizar un cuestionario a 2.000 personas, descubrimos que había distintos aspectos por los que gusta la música. A unas personas les genera placer porque les emocionaba, a otras porque les hace bailar, otras la vinculan con temas sociales… Pero lo que nos llamó la atención fue que algunos participantes decían que les resultaba indiferente, pero sí sentían placer con otras cosas como las caricias o la comida”, explica Marco-Pallarés.

Aunque un trastorno podría estar detrás de este hecho, la amusia, es decir, que tuvieran una alteración que les inhabilitara para reconocer tonos o notas musicales, decidieron estudiarlo más profundamente. “La amusia se da en el 2%-3% de la población, hay estudios que hablan de un 5%. Pero no sabíamos si efectivamente eran amúsicos o tenían depresión u otro problema que interfiriera en la generación de placer“, señala.

Así, en un segundo estudio, cuyos datos recoge ahora la revista Current Biology, volvieron a realizar un cuestionario a 1.000 personas. “Buscábamos tres grupos equilibrados en diferentes aspectos, pero uno muy sensible a la música, otro intermedio y el otro indiferente”. De esta manera, establecieron tres grupos, de 10 personas cada uno, a los que realizaron diferentes pruebas y registros para ver si tenían respuestas fisiológicas asociadas al placer generado por la música y si se correspondía con el vinculado al dinero.


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