Revista Cultura y Ocio

Certezas y preguntas

Publicado el 30 octubre 2017 por Benjamín Recacha García @brecacha
Certezas y preguntasMiquel Iceta, junto a dirigentes del PP, este domingo en Barcelona.   Foto: Carlos Montañés / El Periódico

Certezas:

El 21 de diciembre habrá elecciones autonómicas en Catalunya convocadas por el gobierno español como consecuencia de la aplicación del artículo 155 de la Constitución.

PP, Ciudadanos y PSC están felices por ello, y este domingo lo celebraban con una gran manifestación por las calles de Barcelona, por la unidad de España, que, como siempre que convocan los nacionalistas españoles, ha acabado con agresiones de grupos nazis y fascistas. Muy preocupante. Por contra, gran noticia la multitudinaria manifestación antifascista del sábado en Valencia.

Certezas y preguntas
Nazis enfrentándose a la policía catalana en Barcelona.   Foto: Mehdi Chebil

Catalunya en Comú, el partido liderado por Xavier Domènech y Ada Colau, ya ha anunciado que se presentará y que no lo hará en coalición ni con independentistas ni con nacionalistas españoles. Podemos en Catalunya, en cambio, tiene un cacao mental importante. Albano Dante Fachin, su líder, va bastante a su bola, igual que la diputada Àngels Maria Castells, que no esconde su independentismo, lo cual le hace preguntarse a uno para qué es necesaria una formación cuyo espectro ideológico ya lo cubren la CUP y ERC, si cada vez es más difícil encontrar las diferencias en el discurso identitario.

Albano Dante apuesta por una gran coalición soberanista que se enfrente a la previsible coalición españolista (PP + Cs y ya veremos si PSC; a Miquel Iceta se le veía hoy muy acaramelado con sus “rivales” de la derecha), en defensa, supongo, de la República Catalana.

Total, que la rebeldía de Podem se ha convertido en un molesto grano en el culo para Podemos, cuya cúpula dirigente (o como se llame) ha decidido tomar las riendas y consultar a la militancia saltándose a los líderes catalanes. Carnaza para los que esperan (que son muchos) cualquier disonancia para lanzárseles a la yugular.

Otra certeza aún no confirmada pero que lo será en las próximas horas: ERC y PDCAT (la Convergència de toda la vida) también concurrirán a esas elecciones consideradas ilegales y, en principio, no reconocidas por la masa entregada al procés durante los últimos cinco años. Ya veremos si van juntos o si Junqueras decide que ya le toca ser presidente autonómico. La CUP se lo está pensando, lo de participar en el 21D, no lo de la lista conjunta (espero, aunque visto lo visto, ya nada sorprende).

Lo que sí sorprende es que el PP haya demostrado inteligencia política en la aplicación del aberrante artículo 155, toda la que le ha faltado a los partidos independentistas y, muy especialmente, a los que gobiernan, o más bien gobernaban. Porque aunque suene muy épico y romántico asegurar lo contrario por Twitter, Puigdemont ya no es president de la Generalitat ni queda ninguno de sus consellers. Eso es otra certeza.

Rajoy, permanentemente monitorizado por sus socios europeos, pese a los deseos de la caterva reaccionaria de sacar a pasear las porras y de poner grilletes a los secesionistas, se ha cuidado muy mucho de dejar ir la mano (hasta ahora, ya veremos los próximos días) y ha plantado en los morros del ex Govern unas elecciones a dos meses vista que Puigdemont tuvo en su mano convocar y no quiso porque, llegados a este punto, la única salida digna ante la masa era tirarse por el abismo.

Así, el relato que podría haber sido «aun renunciando a mis promesas para convocar elecciones me respondes con represión», ha quedado en «te planto el 155 porque no has querido convocar elecciones y me has respondido con una DUI». De esta manera, el ex Govern ha perdido por completo la batalla propagandística, por supuesto, de cara a España, pero también para el resto del mundo. La única carta que les queda a los independentistas ahora es confiar en que a Rajoy se le vaya la mano. Yo estaba convencido de que tras la declaración de independencia al gobierno se le iría mucho la mano y la cosa se liaría a lo bestia, por aquello de que la derecha española no sabe ganar, sino aplastar. Pero la moderación represiva y, sobre todo, esa convocatoria electoral tan inmediata, ha desmontado toda la estrategia del independentismo, o sería más adecuado llamarlo procesismo.

No tengo respuestas, así que si queréis comprender un poco mejor lo que está pasando (yo me veo incapaz de explicarlo) os recomiendo la lectura de ‘Procesando la trila’, la espectacular continuación de ‘Procesando el procés, la cosa, y el caso’, por el gran Guillem Martínez.

El caso, y ahí va otra certeza, es que no hay República Catalana. La DUI parece que no fue tal. Estrictamente, el Parlament no votó la independencia, sino instar al Govern (ya ex Govern, recordemos) dar los pasos necesarios para aplicar la Ley de transitoriedad jurídica e iniciar el proceso constituyente (según las fuentes, unas dicen que sí se votó y otras que no). Que alguien me explique cómo lo van a hacer si el president y sus consellers ya no ejercen.

Desobediencia. Organizarán un gobierno provisional de la república que desoirá cualquier decisión de la Generalitat intervenida. De hecho, imagino que ya está operativo y que habrá activado todos los mecanismos que han ido preparando durante los últimos dieciocho meses para poder controlar las estructuras de Estado a pesar de la intervención del gobierno español. Porque sin duda es así, ¿no?

Me temo que no. No porque yo deseara esa República Catalana que desde el principio del procés veía inviable, sino porque llevan cinco años asegurando que el Estado catalán sería la repanocha, que el gobierno español podría decir misa porque si los catalanes nos lo proponíamos no habría quien nos parara. El procés ha basado todo su éxito en vender humo, y la verdad es que a base de perennes actos de fe el éxito ha sido rotundo.

Se acabaron las certezas. Ya sólo tengo preguntas:

¿Y ahora, qué? ¿Están preparando las elecciones constituyentes? ¿Las harán coincidir con las autonómicas, en las que, obviamente, no participarán? ¿Y cómo las organizarán si ya no controlan las instituciones? ¿Habrá una insumisión masiva de funcionarios? ¿Conseguirá la sociedad civil hacerse con el control de las infraestructuras necesarias para hacer viable un nuevo estado? ¿Desobedecerán los Mossos d’Esquadra al nuevo mando policial, y, por tanto, se enfrentarán a la Policía Nacional y a la Guardia Civil cuando les arrebaten sus funciones? ¿Llegarán los reconocimientos internacionales? ¿Qué estado va a reconocer a una República Catalana que ni siquiera sus supuestos dirigentes son capaces de defender? ¿Tratarán los (ex)consellers y el (ex)president de ocupar este lunes sus antiguos despachos y seguir ejerciendo, exponiéndose a nuevos delitos? ¿Retirarán la bandera española que sigue ondeando en el Palau de la Generalitat? ¿Arrestarán a Puigdemont? ¿Pedirá asilo político? Y, si lo arrestan, ¿se echará la ciudadanía a la calle para, por fin, hacer real el desborde que dé una oportunidad a una ruptura real? Pero echarse a la calle para no abandonarla durante semanas, para paralizar el país y provocar la disyuntiva en el gobierno de recurrir a la fuerza, pese al riesgo de perder el relato de la legalidad ante la comunidad internacional.

Mi pronóstico, absolutamente arbitrario, es que nada de eso va a pasar o que, como mucho, habrá algunos gestos efectistas pero en absoluto efectivos (en cuanto a efectos reales), destinados exclusivamente al consumo de los sufridos y apaleados (por las porras del 1 de octubre y por los laberínticos paseos por la vacuidad de sus líderes políticos) independentistas. Van a tener que elaborar un bonito y épico discurso para vender que la participación en las elecciones autonómicas es una estrategia que te cagas en el camino para conseguir, ahora sí, de forma definitiva e indiscutible, la República Catalana. Tras la victoria aplastante del 21D, hasta Kripton reconocerá al nuevo estado.

Eso sí, insisto, si el gobierno español cae en la tentación de contentar a la extrema derecha, exultante desde hace unos meses, ordenando, por ejemplo, la detención por rebelión de Puigdemont o sacando a pasear a las patrióticas fuerzas de seguridad del estado, la cosa se le puede ir de las manos.

Una última certeza. Más allá de la propaganda interesada sobre la fuga de grandes empresas y bancos, la realidad es que el tema no es ninguna broma. Yo no sé qué hacen o dejan de hacer (aparte de evadir impuestos) esas multinacionales y cotizantes del IBEX, pero sí os puedo hablar de casos concretos, de personas muy cercanas a las que sus jefes les han confirmado que si hay independencia unilateral efectiva, trasladan la empresa. No la sede social, no: toda la estructura, administrativa y de producción.

El tema es tan serio que esos dirigentes irresponsables que juegan con las palabras sin tener certeza alguna, que carecen de plan alguno, que medran con el único objetivo de asegurar su supervivencia política, que maquinan continuamente para contentar a su audiencia, deberían empezar a poner los pies en el suelo y, quizás, admitir su fracaso y largarse a casa. Porque ya me diréis con qué jeta se presenta, por citar uno, Oriol Junqueras ante sus votantes para pedirles, una vez más, su confianza, con la promesa de que si consiguen mayoría absoluta el 21D, proclamarán la independencia. De cemento armado.

Para acabar, insisto en la idea de mi anterior artículo: la lucha no debería haber sido por la República Catalana, sino por la española, por extender la semilla revolucionaria a todo el territorio.

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