Cuando supe que estaba esperando a mi hija, parecía tan increíble que, efectivamente, no me lo creí. Simplemente dejé que el tiempo pasara esperando que alguien me confirme que había una equivocación. Se imaginarán entonces mi sorpresa al verla por primera vez en una ecografía, al escuchar sus latidos y ver su corazón en plena acción.
Por diferentes motivos (historias pasadas, experiencias dolorosas que quizás algún día me atreva a compartir con ustedes) lo que yo más sentí durante mi embarazo fue miedo, miedo de perderla a ella y así perderlo todo. Por eso mi espera no fue tan dulce, estaba siempre presente la ansiedad, la angustia, el temor y la incapacidad de entregarme por completo a la experiencia suprema de sentir un ser humano creciendo dentro de mí.Este temor gigante que me habitaba me hizo querer que todo fuera lo más controlado posible. Yo, mientras, me puse un botón de pausa en la cabeza, me paralicé por completo y paralicé mi vida, esperando... simplemente esperando, intentando no hacer nada que pudiera poner en riesgo la llegada a destino de ese embarazo que tanto había anhelado. Me negué a ser feliz durante los 9 meses de esa metamorfosis, porque si era feliz y algo resultaba mal, imaginaba que nunca más podría ser tan feliz como en ese momento. Entonces simplemente no era feliz, no era nada.
Una de las formas de evitar que algo se saliera de control fue optar por una cesárea... así, porque sí. Se lo dije al doctor cuando mi beba tenía 4 meses de gestación. Me dijo que era pronto para hablar del parto, que faltaba más de la mitad del camino, que no había ninguna causa que nos haga presumir la imposibilidad de un parto normal. Yo escuchaba solo "bla bla bla". Mi pánico me hacía pensar que una cesárea programada implicaba ir en un día determinado a la clínica, con todos mis estudios hechos a tiempo, sin improvisaciones, sin sorpresas. Si en cambio intentaba un parto normal y algo salía mal, iba a terminar en una cesárea de urgencia que me daba mucha menos tranquilidad. Pero era eso, miedo. No miedo al dolor, miedo a perderlo todo. Además pensaba que con los avances de la ciencia médica, no había motivos para exponer a las mujeres a semejante "carnicería", dejando la salud tanto de la madre como del bebé a la deriva. Por supuesto sentí dedos juzgadores señalándome, me cuestionaron sobre todo muchas mujeres y hombres mayores, considerando que iba contra la naturaleza.
Estás próxima a recibir a tu bebé? cuáles son tus expectativas? elegiste vos el tipo de parto? O ya tuviste a tu bebé? cuál fue tu experiencia al traerlo al mundo? Contáme! me gustaría conocer tu historia. Puedes dejar tu comentario abajo.
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