Si estás en el centro, estás en lo que se denomina Zona 1. Zona 2, como mucho. Si estás a hacer puñetas estás en lo que se denominan zonas 2, 3, 4, 5 y 6. Cuanto más alto el número, más a hacer puñetas estás.
Yo vivo en el límite entre las zonas 1 y 2 y trabajo en la zona 6, lo que significa que me como a diario una hora de viaje para llegar a mi oficina y otra para volver a casa.
Afortunadamente al ir al trabajo mi metro se aleja del centro así que no suele estar muy lleno; esto significa que tengo siempre sitio para sentarme y que no tengo que estar agobiada y a presión. Como además la mayor parte del trayecto la hago por encima de la superficie, tengo conexión a internet casi todo el camino. Por tanto la cosa no es muy dramática; puedo leer, escuchar podcasts, hablar con gente por Telegram y leer lo que me apetezca en internet. Es mucho tiempo al día pero la verdad es que no está siendo para tanto.
Pero esto, queridos amigos, es cuando todo va bien. Cuando no va bien te despiertas como me desperté yo el jueves, con una notificación de Citymapper en el móvil diciéndome que la línea de metro Picadilly -la mía- tiene retrasos severos. Retrasos severos puede significar estar quince minutos parado en medio de dos estaciones, fácilmente. La gente del metro de Londres (TFL se llaman. Significa Transport For London, por si os interesa) ofrece información actualizada sobre los retrasos en las líneas, así que al menos no te pilla por sorpresa. Categorizan los retrasos en menores y severos y la razón que dan suele ser una de estas dos:
1. Un fallo técnico (signal failure o faulty train), que es un eufemismo de "se nos ha roto algo porque nuestros malolientes trenes tienen como setecientos años".
2. Un problema ajeno a la maquinaria (customer incident o hay-algo-en-la-vía), eufemismos esta vez de "nos hemos llevado de calle a algún pobre infeliz y tenemos que retirar el cadáver de la vía. Por favor dejad de suicidaros en nuestros raíles".
Sea cual fuere la razón de este retraso, con la Picadilly no voy a llegar a la hora, así que busco alternativas. El camino es más largo, pero puedo utilizar la línea District si no me queda más remedio.
La District hoy está cerrada en el tramo que me afecta a mí. Qué bien.
Asumo que voy a llegar tarde, aviso a un compañero de trabajo para que me defienda cuando mi jefe vea que no estoy en la reunión diaria de las diez y me preparo para salir.
Para cuando estoy de camino a mi estación me alegra ver que, según Citymapper, los retrasos han pasado de severos a leves.
Tan leves que mi espera habitual, de unos 3 ó 4 minutos, ahora son 13.
Pues nada. Me voy a buscar un café.
Pido un capuccino en una cafetería que hay al lado de la estación y siete minutos después me estoy dirigiendo al acceso a mi metro. Delante de mí va un señor asiático con un extraordinario parecido con Jackie Chan que pretende entrar por un torno normal con su maleta gigante. La maleta lleva un lacito súper gracioso, pero dudo que eso vaya a ayudarle.
INCISO
En el metro hay dos tipos de entrada: la estándar, que es estrecha y cabe una persona, y la grande, que es por la que tiene que pasar la gente que va en silla de ruedas o que lleva maletas. Si pasas con una maleta por la entrada estrecha, lo más probable es que no quepas y te quedes atascado hasta que venga un trabajador de TFL a abrirte las puertas, todo mientras un pitido ensordecedor te recuerda que eres un inútil o un delincuente. Todos estos detalles los conozco porque me documento muy bien y en ningún caso porque tenga una maleta grande y esté un poco empanada.
FIN DEL INCISO
Yo - Por ahí no vas a caber.
Chan escucha mis palabras cuando ya está atravesando las puertas del torno, justo a tiempo de levantar su maleta del suelo, ponerla de lado y pasarla corriendo antes de que se quede estancada.
Chan - ¡Muchas gracias!
Sonrío a Chan y sigo mi camino escaleras abajo.
Al llegar al andén veo que va a ser uno de esos días en los que todo el mundo se va de viaje. Al mortal estándar eso le resulta irrelevante, pero a mí, que trabajo a tiro de piedra de Heathrow (un aeropuerto), me supone ir enlatada en un vagón lleno de viajeros y equipajes durante más de media hora.
Me conciencio y me deslizo por una puerta lateral. Piso a una chica, me disculpo efusivamente, compruebo que no hay asientos libres y me quedo ahí de pie.
Me pongo los cascos, miro a un lado y ahí esta Chan, sonriente con su trolley negro con lacito.
Yo - ¡Anda! ¡Hola!
Chan me contesta con su sonrisa de asiático entrañable y me concentro en mi podcast. Avanzamos dos paradas. Se baja gente. Oteo el horizonte en el interior del vehículo.
¿Es eso acaso...?
UN SITIO.
MÍO MÍO MÍO MÍO.
Estudio a los pasajeros que van de pie en busca de ancianitos, embarazadas y gente con pinta de estar hecha polvo y, porque no todo me va a salir mal hoy, no veo a nadie que case con la descripción, así que esquivo un par de bolsas de viaje y me instalo en el asiento libre.
¿Dura mi felicidad?
No.
No dura.
Ni dos paradas, de hecho.
Avisan por megafonía de algo. Me quito los auriculares y consigo obtener un fragmento del mensaje en claro:
KJJJJJJJJJ. KJJJ KJJJJJJJJ KJ JJJJJJJJJ JJJJJ KJJJJJJJ.
La megafonía del metro de Londres. Es así. Miro a la chica que va sentada a mi lado.
Yo - ¿Has oído algo? Entre que tenía los cascos puestos y que a esta gente no le entiendo nada, no me he enterado.
Chica - Qué va, nunca entiendo lo que dicen por aquí - apunta al techo con el dedo.
Espera, que vuelve.
KJJ KJJJJJJ KJ JJJJJJ JJJ TERMINATE JJJJJJ KJJJJ NORTHFIELDS JJJJ KJJJJJJJJJJ KJ CHANGE KJJJJJJJJJ KKJJJJJJ KJ KJJJJJJJJJ. KJJ.
Me pongo el bolso y la bufanda y miro a la chica, que ya se está incorporando.
Yo - Hay que cambiar.
Chica - Sí.
Nos levantamos y salimos a trompicones al andén, junto con todos los demás pasajeros de nuestro metro.
Básicamente lo que viene a decir el señor del megáfono es "este tren se va a quedar en Northfields, que está antes de tu destino, porque nuestros trenes del pleistoceno no funcionan y hay que repararlos. Te puedes quedar aquí y hacer trasbordo en Northfields, pero vas a tener que cambiar igual, y además ahora tienes una remota posibilidad de poder sentarte o al menos caber en el nuevo metro. Si esperas a cambiar en Northfiels probablemente mueras aplastado contra la puerta".
En lugar de eso, te dicen
KJJJJJJJJJJJJJJJJJJJJJJJJJJJ.
Así que si algún día estáis utilizando una de las fabulosas líneas de metro de Londres, anuncian algo que no entendéis y de repente todo el mundo sale al andén, vosotros seguid a la muchedumbre. Donde se suban ellos os subís vosotros.
El caso es que según estoy mirando los anuncios de próximos trenes percibo una maleta con lacito en algún lugar a mi alrededor. Chan viene corriendo hacia mí, aún sonriente pero alterado.
Chan - ¿¿Qué acaba de pasar??
Tengo que decir que el inglés de Chan dista mucho de ser fluido, así que decir una frase como ésa tiene mérito.
Le explico el asunto y veo llegar un tren válido. Le sigo explicando mientras camino hacia el otro tren y le hago una seña para que me siga.
Yo - Ése. Ése es el nuestro.
Chan trota con su maleta detrás de mí. Se abren las puertas y todos los ocupantes del metro anterior nos metemos a presión en un vagón que ya va de por sí un poco hasta las trancas.
Tan lleno va que pierdo a nuestro nuevo amigo asiático entre el barullo.
Y así llego hasta mi estación, apelotonada entre un montón de desconocidos y sin poder localizar a Chan para ver si el hombre sabe a dónde está yendo.
El metro de Londres, cuando no atropella a nadie, no tiene fallos técnicos, no está cerrado por obras y no te toca un vagón maloliente ni un vecino que te da codazos, no está mal. Si consigues olvidar lo que te están cobrando por cada viaje, quiero decir. Pero oye, conoces asiáticos entrañables, que siempre está bien.
Qué majo Chan.