En Adiós, pequeña un tipo gigantesco sale de la cárcel y busca a su antiguo amor y a quien le denunció. Al mismo tiempo, un gigoló estafador es asesinado mientras se dispone a recuperar un collar de jade. Marlowe de por medio en dos casos que terminan siendo uno.
Nuestro detective es el de siempre: su pipa, su botella, sus flirteos, su cabezonería y su intuición. Y su lengua. Esta novela, más que otras suyas, es de una esgrima verbal agotadora. En la novela hay mucha gente a la que molestan los chistes continuos de Marlowe, que terminan por hacerse cargantes al lector más entregado.
Joyas, drogas, whisky, estafas, asesinatos, corrupción policial. Se me ha hecho pesada. A la mitad mi principal interés era que terminara de una vez. Muy por debajo de El sueño eterno y de El largo adiós. Va a resultar que su calidad no es tan constante como ocurre, por ejemplo, en Hammett.