Revista Cultura y Ocio

Charlie Parker con colmo

Por Calvodemora
Charlie Parker con colmo
Uno comprende tarde las cosas o no las comprende nunca o no posee interés alguno en entenderlas, pero no creo que algo pueda ser comprendido enteramente. Ni siquiera el vuelo de un pájaro, esa cosa tan sencilla. A lo más a lo que aspiro es a irme yo entendiendo, aunque la verdad es que no ha habido en ese aspecto un avance remarcable en los últimos cuarenta y siete años. Se tiene de uno mismo siempre la misma poco confiable impresión. Como si no supiésemos quién hay adentro, a qué obedecen los actos que hace, qué motivos lo mueven, de qué secreta manera se justifica en su interior cuando los acomete. De lo que no hay inseguridad alguna es de la fascinación que ejerce el asombro. Más que comprender o no, de lo que se trata es de sentir, una especie de declinar interesado de la inteligencia o un vaciado voluntario de toda intención lógica o cartesiana: me voy a quedar en la periferia, voy a merodear el núcleo, estaré por aquí. Lo mismo que sucede si escucho a Charlie Parker, del que no comprendo nada, de quien no poseo ninguna certeza,  a quien no alcanzo a vislumbrar una utilidad más allá del disfrute inmediato. En cierto modo uno está escribiendo el mismo viejo texto, remozándolo, invirtiendo el modo en que se expresa, pero manteniendo una unidad de relato. Creo que no he dejado de escribir sobre esto desde que empecé a escribir. Que todo lo que he escrito es una variación de un tema. Probablemente no haya encontrado todavía el tono con que expresarlo y esté probando. Charlie Parker entendería todo esto que escribo. Porque Charlie Parker solo tocó una nota. La estiró, la engordó, la convirtió en otra cosa, pero no en una nota. Tampoco creo que le importase. Esto que estoy escribiendo lo estoy escribiendo mañana. Ahora es Cortázar nuevamente el que visita mis letras. En El perseguidor hay una abolición del tiempo. El perseguidor es el relato en donde se dan la mano Parker y Cortázar. Johnny lo sabe. 

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