¡Ay, las cheesecakes! Con sólo pronunciar su nombre, que me sabe a gloria: c-h-e-e-s-e-c-a-k-e (tarta o pastel de queso), se me hace agua la boca... Es que recuerdo su suave y aterciopelado sabor, un dejo de acidez que se contrapone con salsas, coberturas o acompañamientos dulces, un aroma fresco y el contraste cremoso de su "relleno" con la textura crocante de su base, y me dejo tentar por su sensual presencia. En fin, una rica tarta de queso me puede cambiar un día gris por su versión más soleada, refrescar el corazón y el alma después de una jornada difícil o poner el punto final perfecto a una deliciosa comida con amigos, porque es uno de los pocos postres que me conquistan. Entre nosotros, una buena cheesecake y una deliciosa tarta de ricota (pero, con un montón montón de ricota - nada de pura masa; más bien, ricota con masa -) son mis tortas/tartas favoritas. Y, no tan curiosamente, son primas hermanas. Tanto, que en algunos países europeos, el queso crema que se impuso como ingrediente principal cuando la receta llegó a EE.UU. (como sello personal de las cheesecakes estadounidenses), en realidad, siempre fue la ricota...
Bueno, la propuesta de hoy, después de tres recetas saladas, viene de cheesecake (¡qué ya la anuncié con bombos y platillos!). Eso sí, una versión más liviana que las más tradicionales, elaborada de manera bastante sencilla (lleva más tiempo de cocción y enfriado que de trabajo propiamente dicho), sin el uso de gelatinas ni cremas y con un acabado final delicioso.
Pero, antes de ir preparando la mesa para el té, habrá que poner manos a la cocina...
Lo primero que vas a preparar es la base de la tarta. Para ello, elegirás un molde para tortas alto y desmontable (en mi caso mide unos 25 centímetros) y lo enmantecarás.
Antes de avanzar, encendé el horno y dejalo precalentándose a 180-190°C.Entonces, disponé en el mixer (o multiprocesadora) unos 280 gramos (con 250 gramos también hubiera estado bien) de galletas dulces, previamente cortadas a mano en trozos grandes. Las que más te gusten o las que tengas en casa (en mi caso eran de leche); incluso, pueden ser de chocolate que también combinarán muy con los sabores que elegí para esta tarta. Procesalas hasta lograr que queden fragmentos mucho más pequeños, pero que no se conviertan en polvo.
Luego, agregá 150 gramos de manteca, cortada en cubos, y procesá hasta obtener un arenado (a la vista parece arena gruesa y, cuando lo tomás con la mano, se une entre sí con facilidad). Volcá esa preparación en el molde enmantecado y, ayudándote con la mano y una cuchara, aplaná la superficie buscando que quede lo más compacta y pareja posible.
Llevá el molde a la heladera por unos 30 minutos para que se enfríe muy bien.
Mientras tanto, comenzarás a preparar el relleno. En un bol, colocá 480 gramos de queso crema light semimagro y 226 gramos de queso tipo Philadelphia 1/3 reducido en grasas. Con batidor, mezclá ambos ingredientes y, cuando estén integrados, añadíles el jugo y la ralladura de una naranja.
Ahora, agregá 150 gramos de azúcar y batí hasta sentir que desaparecen por completo los gránulos del azúcar. De a una, añadí las 5 claras de huevo (puede que cueste un poquito).
Mezclá muy bien hasta lograr que quede una preparación bien homogénea.
Una vez que la base esté bien fría y el "relleno" completamente integrado, volcá la mezcla sobre la base de galletitas y llevá a horno de 180°C por, al menos, 45 minutos.
Algunos detalles sobre el horneado de esta tarta: En mi caso, permaneció en el horno durante 60 minutos y el corazón o centro de la cubierta de quesos, naranja, azúcar y claras estaba (todavía) algo blando. Entonces, para que la cocción no se sobrepasara, resolví apagar el horno y dejar el cheesecake allí hasta que se enfriara por completo. Con ello logré que no se bajara demasiado el volumen y que terminara de cocinarse el corazón de la tarta. Además, se separó sola de los bordes del molde.
Ahora, sólo queda que permanezca unas cuantas horas en la heladera antes de recibir la cubierta final que terminará el postre.
Tras 4 horas de frío, cubrí la tarta con 350 gramos de mermelada bajas calorías de frambuesas.
Lo importante es que quede una capa generosa de mermelada a modo de cobertura de la cheesecake. Después de eso, llevá la tarta nuevamente a la heladera hasta el momento de servirla.
Como ya te dije, podés reemplazar las galletas de leche por galletas de chocolate, vainilla o naranja. De igual manera, el queso tipo Philadelphia puede ser reemplazado por ricota o queso mascarpone.
Esta cheesecake duró lo que un suspiro (y, sí, hasta el perro estaba feliz porque le encantan los quesos...). De base crocante, corazón aterciopelado, con sabor a naranja (le podrás identificar la cáscara rallada, inclusive) y una delicada cobertura dulce con sabor a frambuesas, era una gloria.
Para que tu día cambie si viene algo nublado, para invitar o llevar de visita, para convidar a quienes más quieras, para conquistar corazones (y estómagos), para deleitarte todos los sentidos y paladear cada bocado.
Espero que disfrutes de este manjar. Nos encontramos la semana que viene. ¡Cariños!