No sé si habréis visto algún famoso de cerca, en alguna aparición pública.
Quiero decir famoso, de verdad, de los que tienen a los niños en el mismo cole que los seiscientos hijos de Angelina Jolie; de los que cierran centros comerciales para su uso personal si les apetece renovar el armario. Esos famosos.
Yo no sé cómo es cruzarse por la calle con un megadirector de cine o con la cantante de moda -mi ciudad es pequeña y aquí no pasan esas cosas-, pero famosos de Hollywood en apariciones públicas he visto hasta el aburrimiento, a base de ir a San Sebastián a su festival de cine, y tengo que reconocer que la experiencia es de ésas que se graban en el espíritu. No por ver gente archifamosa, no nos confundamos, sino por la maravillosa muchedumbre de fans enloquecidos que inunda el lugar. De eso uno no se cansa nunca.
En el Festival de marras hay, evidentemente, entregas de premios, desfiles por alfombras rojas y apariciones estelares a cascoporro. Yo voy a algunas y me echo unas risas viendo a la gente, sin más; pero en el 62SSIFF (el de este pasado septiembre), hubo una aparición que me llegó al alma.
Orlando Bloom.
Qué maravilla. Qué espectáculo. No por él, que a mí los elfos me dan igual, sino por su legión de fans completamente histéricos. Tal percal vi, que dejé de hacerle fotos al chico y me puse a hacérselas al público.
Os pongo en situación para que entendáis las imágenes:
Se presentó en el 62SSIFF el documental The Greasy Hands Preachers (ID, Clément Beauvais y Arthur de Kersauson, 2014), del que sólo sé que Orlando Bloom es productor y que el asunto va de motos.
Porque al marketing siempre le viene bien que la gente se ponga temática, el señor Bloom llegó al hotel María Cristina con sus chorrocientos amigos motoristas, todos en sus respectivas motos metiendo un ruido espantoso. Por tanto, la concentración mayor de histeria estaba en la puerta del hotel. La pinta general del sitio era tal que ésta:
En dicho hotel hay:
1. Una especie de gradas a cada lado de la entrada, porque como es donde se alojan todos los famosos, siempre hay algún periodista ahí apostado esperando a que llegue alguien importante. La foto siguiente está hecha desde debajo/al lado de la grada de la izquierda, y se ve al fondo la grada de la derecha:
2. Balcones con pomposas balaustradas que dan a la calle. Es un hotel muy caro y te lo tienen que recordar con cada elemento decorativo que tienen:
Pues bien, al margen de que las gradas estuvieran hasta las trancas de periodistas y no periodistas, y de que la gente de pasta aprovechara los balcones para acosar a Orlando desde las alturas, en algún momento el sector adolescente se percató de las posibilidades que ofrecía el mobiliario urbano y unas cuantas optaron por subirse a lo primero que encontraron para ver a su ídolo desde una ubicación decente. De esta forma pude admirar a:
1. La chica que se encaramaba a las farolas. Qué dedicación. Me subo yo ahí y me despeño seguro:
2. La joven que decidió que ella iba a entrar en las gradas, fuera por el camino que fuera:
Yo a estas personas de verdad que las admiro. Además, tened en cuenta que cuando estás rodeado de gente que no para de chillar y dar codazos, no es tan raro que acabes haciendo cosas raras de éstas. Entre todo el lío, de hecho, oí a un chico gritarle a alguien:
Chico - ¡¡Si yo no me vuelvo loco con estas cosas, pero con tanta histeria colectiva, me dejo llevar y al final parezco un fan zumbado de ésos!!
Y es verdad. Yo paso un poco del tema -aunque habrá que verme cuando me pongan delante a alguno de mis megaídolos-, pero es cierto que tanto griterío y empujón acaban por afectarte.
Entre el lío, el poco caso que nos hizo el actor, y mis terribles habilidades como fotógrafa, no conseguí ninguna imagen decente del chaval, así que os pongo ésta, que anda por ahí por internet, por si habéis leído todo esto sólo para ver fotos de actores buenorros:
Pues eso. Los de las motos me parecieron unos brasas, pero a las chicas que trepan las recordaré siempre con la más profunda de las admiraciones.
Si os hacéis famosos algún día, espero que tengáis vuestro propio club de groupies tarados. Le dan alegría a estas cosas.