Revista Cine

Chico y Rita (Fernando Trueba y Javier Mariscal, 2010)

Publicado el 03 marzo 2011 por Babel

Chico y Rita (Fernando Trueba y Javier Mariscal, 2010)

Continuando en la línea del post anterior, tocaba ver y escribir sobre otro largometraje de animación imprescindible, esta vez de factura española, dirigido por Fernando Trueba en colaboración con Javier Mariscal, pintor y diseñador responsable del dibujo y la apariencia visual del film. El tercer cineasta que ha colaborado en el proyecto es Tonio Errando, quien aporta el rodaje previo con actores reales cubanos, en la escuela de San Antonio de Baños, para después poder transformar este material en animaciones.

Chico y Rita (Fernando Trueba y Javier Mariscal, 2010)

La historia comienza en el presente. En las primeras escenas vemos a Chico ya anciano sobreviviendo en La Habana como limpiabotas. En su casa nadie le espera, vive completamente solo y brinda consigo mismo mientras escucha su emisora de música favorita en la radio. Y suena una canción, la que le hará retrotraer cuarenta y seis años, hasta 1948, antes de que Fidel Castro liderara la revolución, en el que vemos una Habana llena de vida nocturna donde la música, particularmente el jazz latino, juega un papel importante en el pulso de las gentes de la ciudad. Es en esa época cuando Chico conoce a Rita. La película se desarrolla a la vez que el protagonista rememora la intensa y turbulenta historia de amor entre el pianista y la cantante a través de varias localizaciones, como Nueva York, Las Vegas o Paris, hasta por fin volver a La Habana. El ritmo del bolero, una banda sonora espectacular (Bebo Valdés, Nat King Cole, Charlie Parker, Dizzy Gillespie, Chano Pozo, Ben Webstero o Estrella Morente entre otros) y una sucesión de imágenes deslumbrantes subrayan el tormentoso romance que lleva a sus protagonistas a encontrarse y desencontrarse a lo largo de una década.

Los dibujos de Mariscal son muy estilizados y transmiten con gracia y originalidad los rigores dramáticos del guión. Destaca el especial énfasis en el juego de luz y sombras y la aventura con un elemento novedoso, el subrayado del lápiz negro para los contornos, algo que no suele utilizarse en la animación y que da una primera sensación de comic en movimiento, pero a medida que pasan los minutos, toda la artificiosidad que pudiera aportar este recurso se pierde y la fusión entre narración y dibujo está tan lograda que consigue que nos olvidemos de que en realidad estamos viendo una película animada.

Los personajes son cálidos y cercanos, tal vez por el logrado trazo gestual, muy definido, que nos mete completamente en ellos, a lo que se suma el realismo de los fondos, que además de estar muy bien documentados, se cuidan en el detalle de cada esquina o recoveco por oculto que pueda parecer.

La Habana, ciudad de moda para los americanos de entonces, llena de carteles publicitarios de ron, licores, tabacos o electrodoméstico y las curvas de las mujeres que marcan sus vestidos se transforma en la última parte de la película en la prosa castrista de finales del siglo XX. La Habana, y Nueva York con sus rascacielos y calles nocturnas iluminadas con miles de neones, los comercios y los primeros clubs de jazz en sótanos oscuros, llenos de humo de tabaco, son los escenarios principales de la película.

Chico y Rita está dedicado a Bebo Valdés, tal vez el músico cubano vivo más importante. Es él mismo quien toca el piano cada vez que lo hace Chico, dando buena cuenta del momento clave en que la influencia de los músicos cubanos fuera decisiva en la evolución del jazz y de como, a modo de retroalimentación, esa influencia marcó también a los isleños en la progresión hacia el latin jazz.

Chico y Rita (Fernando Trueba y Javier Mariscal, 2010)

Chico y Rita (Fernando Trueba y Javier Mariscal, 2010)

Chico y Rita (Fernando Trueba y Javier Mariscal, 2010)


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