Revista Psicología

Chinasky y la historia de un cartero llamado Bukowski

Por Yanquiel Barrios @her_barrios
Chinasky y la historia de un cartero llamado Bukowski

Ya los carteros no son los de antes. Para ser un cartero solo tienes que "dejar unas cuantas cartas en el buzón y echar polvos". Aunque cuidado si tomas demasiado, en el alcohol está el peligro de perder la cabeza y convertirte en el monstruo dormido que llevas dentro.

Henry Chinasky era uno de esos carteros que empezó por casualidad como auxiliar, exorbitado por la idea de echar unos polvitos. Semejante personaje acababa de encontrar la horma de su zapato y un trabajo diseñado a su imagen y semejanza.

Cada mañana le asignaban una ruta y a partir de ahí desandaría barrios para facilitar la correspondencia. En su recorrido tenía que andar a la viva con los perros que se le topaban en el camino, cosa de las que los carteros regulares no alertaban a los novatos.

Al final de la jornada laboral de sus poros brotaba un hedor, provocado por su cuerpo y liberado a través de la piel sudorosa. "No echaba polvos, pero acababa hecho polvo".

Este oficio convocaba a la muerte porque durante las entregas apenas alcanzaba el tiempo para que algo cayera en el estómago, y añádele a esto que Chinasky bebía toda la noche, apenas dormía dos hora al día y follaba antes de acostarte.

Su vida no era tan simple. Tenía un jefe tirano, la Roca (diminutivo de Jonstone en inglés), que lo sofocaba diariamente y lo amonestaba por minutos de tardanza. Calzaba zapatos raídos, con agujeros en las suelas y su "gabardina estaba rota y gastada". Ante el mínimo chubasco que cayera "quedaba empapado, calado hasta los huesos con los calzoncillos y calcetines mojados".

Sin embargo su vida con solo un buen almuerzo, terminar en hora y beber de una buena bebida se tornaba resistible.

Vagó errante por diferentes trabajos, más retornó a su viejo oficio hasta alcanzar la categoría de regular, con horario de 8 horas por noche y vacaciones con paga. Es de destacar que después de todo era un buen cartero, pues de las 150 o 200 personas que habíamos entrado, sólo quedaban él y otro más.

Acusado de embriaguez alcohólica, de haberse ausentado sin notificarlo previamente, aún permanecía aunque con 11 años en el correo no sabía el tiempo en que debía clasificar el número de de cartas por minuto.

Para tener una idea clara una cesta de medio metro debe ser clasificada en 23 minutos. Chinasky al paso del tiempo presentaba mareos, dolores en los brazos, cuello, y pecho. "Dormía todo el día para descansar del trabajo. Los fines de semana tenía que beber para olvidarlo. Había entrado pesando 92 kilos. Ahora pesaba 110". Todo el ejercicio que hacía era mover su brazo derecho.

Semejante prototipo de hombre no duraba mucho tiempo con ninguna mujer, solo Fay fue capaz de parirle una niña. Y su vida continuó como el vaivén de las olas.

Si porque Chinasky es como el océano, batiéndose, moviéndose arriba y abajo. O mejor como los peces que luchan y se devoran entre sí. Y a veces nosotros somos como Chinasky, o como uno de esos peces, solo que "estamos aquí arriba".


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