Revista América Latina

“Chiquita”, la genial novela

Publicado el 05 enero 2015 por Ángel Santiesteban Prats @AngelSantiesteb

novela chiquitaEn el 2008 fue la última salida al exterior que me permitiera la Seguridad del Estado, a la Feria del Libro en República Dominicana, y que asistí como jurado para la entrega de un premio literario; de allí regresé con mi blog “Los hijos que nadie quiso”. Pero no es eso de lo que quiero tratar en este post, sino de una novela que conocí en ese viaje, precisamente la ganadora del Premio Alfaguara –del escritor cubano Antonio Orlando Rodríguez– “Chiquita”, aunque la novela en extensión demuestre que no lo es pues el autor hubo de contar una inmensa vida de la liliputiense Espiridiona Cenda del Castillo, que naciera en la ciudad de Matanzas un 14 de diciembre de 1869.

Este ser humano en miniatura se catapultó hasta llegar a las estrellas una vez que decidiera viajar –con su hermano y un primo pianista– para intentar triunfar en el mundo artístico y sacar provecho de sus 26 pulgadas de tamaño y sus clases de canto.

Entonces comenzaron sus avatares –después de salir de Cuba un 30 de junio de 1896 rumbo a New York– con un espectáculo vodevil. Allí ascendió en los mejores teatros del género y llegó a ser una de las artistas de más éxito. Viajó por el mundo.  Extrañamente, tenía un imán para que en cuanta causa importante existiera en la época, intentaran enrolarla. La más justa de todas fue la causa por la independencia de Cuba, y quien la fuera a visitar fue –nada más y nada menos– que un grupo de cubanos, encabezado por el que a la postre fuera el primer Presidente de Cuba, Don Tomás Estrada Palma, quien asumía el doble cargo de delegado del Partido Revolucionario Cubano y embajador plenipotenciario de la República de Cuba en Armas ante Estados Unidos. También, entre tantos personajes famosos, millonarios e influyentes, fue recibida por el Presidente norteamericano William McKinley, quien más tarde fuera asesinado en funciones.

Como una subtrama enriquecedora en lo literario, a partir de que conociera a Alejo Romanov –el tercer hijo de Alejandro II de Rusia– en una visita que hiciera a la ciudad de Matanzas, y le regalara como talismán una cadenita de oro con una diminuta esfera, comienza una tentadora historia en la que el propio autor reconoce al final de la novela, que ha “entremezclado sin el menor escrúpulo verdad histórica y fantasía”, licencia que le aporta intrigantes peripecias que realzan el interés del lector y el nivel literario a favor del escritor avileño.

El humor y la oreja peluda del autor, que interfiere de manera magistral y lograda en la novela, le mantiene al lector un sabor fresco y muy cubano.

La primera lectura que hiciera de esta novela fue atribulada, como les dije al principio, en aquella Feria del Libro en Dominicana, en sesiones de lectura en el propio estanquillo de venta y, por consecuencia, una vez terminada, me prometí volver a ella y otorgarle una lectura más profunda y sosegada.

Por esas lindas casualidades que nos brinda la vida, llegó a mí un ejemplar, de las manos de la periodista opositora e independiente Lilianne Ruiz, que a su vez enviara el periodista de toda la vida Reinaldo Escobar, de su biblioteca personal, y que les agradeceré siempre, porque disfruté de su lectura más que la primera ocasión, tanto, que la releí en tres días.

Mi pretensión con estas breves consideraciones es invitar a los cubanos que no lo hayan hecho, a que busquen el libro para que agradezcan su lectura, enriquezcan su librero particular y, lo mejor de todo agreguen cultura y conocimiento histórico a sus archivos mentales.

Por mi lado, aunque sea colega del autor, quien asegura que ser escritor es sinónimo de “mentiroso profesional”, solo he querido decirles la verdad.

firma 3

Ángel Santiesteban-Prats

Diciembre de 2014. Prisión Unidad de Guardafronteras Jaimanitas, La Habana.


Volver a la Portada de Logo Paperblog