...y aquí en casa lo tenemos todo más o menos preparado (vaya por delante que no somos creyentes, y yo incluso me declaro ateo por encima de todas las cosas). Sobre todo, lo que ya tenemos atado y bien atado a día de hoy es el tema de los regalos. Somos de la opinión de que cualquier época del año es buena para dar y recibir regalos, y que no hay que ceñirse a ninguna festividad ni fecha señalada en el calendario, pero hay que aprovechar las costumbres positivas de la Navidad, incluyendo el tema regalos, la cena de Nochebuena y la de Nochevieja, la bandejita de dulces (con turrones, polvorones y demás bocados de temporada...) y, por qué no, la tradición de colocar un árbol y decorarlo con luces y todo eso que le solemos colgar (spero siempre artificial, nada de irse al monte a mutilar bosques que os caneo...).
Sin luces que se ha quedado...
Esta tradición del árbol no tiene un origen muy definido, pero sí varias hipótesis que nada tienen que ver con el nacimiento de nadie. Una leyenda cuenta que tres mil años antes de Cristo, varios pueblos de Europa y Asia, consideraban que los árboles eran una manifestación de la Madre Naturaleza, por lo que les rendían culto. Creían que cuando el árbol perdía su hojas al llegar el otoño, el espíritu de la naturaleza había huido, por lo que les colocaban diferentes adornos, para que regresara. Para los bretones, el árbol de Navidad fue descubierto por Persifal, uno de los caballeros de la mesa redonda del rey Arturo, mientras estaba buscando el Santo Grial. La leyenda cuenta que vio un árbol lleno de luces brillantes, que se movían como estrellas.También la tradición de Papá Noel hunde sus raices en la tradición vikinga (yeah!) de agasajar al Abuelo Invierno para que fuera benévolo. Poco después mutó en el Viejo Padre Navidad, hasta que fue confundido con San Nicolás, al que los holandeses llamaron, en su lengua, Sinter Klaas, vocablo que derivó en el hoy popular Santa Claus.
Eso es tan sólo una muestra de la tradición pagana en la que se basa la celebración de la Navidad, que tiene su origen y sus raices mucho tiempo antes de que ningún profeta anunciara el advenimiento de Cristo o que fijara la fecha en el día 25 de diciembre. Es más, ni ellos mismos son capaces de ponerse de acuerdo con dicha fecha (algunos teólogos basándose en los textos de los Evangelios, propusieron fechas tan dispares como el 6 y 10 de enero, el 25 de marzo, el 15 y 20 de abril, el 20 y 25 de mayo...). Si nos remontamos miles de años atrás, esta celebración tiene mucho que ver con el culto solsticial al Sol, que resucitaba por estas fechas.
En la penumbra se ve mejor...
En fin, que me estoy yendo por las ramas y no lo pretendía, ni mucho menos (os dejo AQUI un enlace genial para indagar en los orígenes paganos de estas fiestas). Sólo quería decir que si, celebramos la Navidad, de una manera pagana (no ponemos nacimiento o Belén, ya lo armamos nosotros en cuanto llevamos encima tres copitas de Lambrusco y dos de champagne...) y sin tintes religiosos, y que nos gusta cenar bien el 24 de diciembre, tomar algunas bebidas espiritosas y sentarnos en el sofá a abrir los regalos que con antelación hemos buscado para la ocasión. Y sólo quería enseñaros que al pie de nuestro árbol ya hemos colocado esos regalos y que hace días que vivimos con la intriga en el cuerpo... La resolución del misterio en la noche del 24 de diciembre...Bombas de relojería a desactivar el próximo 24 de diciembre...