Revista Moda
En España somos cutres. Cutres y carniceros. La envidia es el deporte nacional y de tanto practicarla terminamos haciendo músculo de la idiotez supina.
No, no he acabado con los cócteles del Kissing Room (de hecho, ayer pasé por primera vez, y eso porque los dioses cibelinos (¿o ahora serán "mercedinos"?) obraron el milagro de que me encontrase con C.R. (no, Cristiano Ronaldo no. Es tía y tiene mucha más clase. Y sobre todo más inteligencia) y de que C.R. me cogiera del brazo y me colase en esa performance de silicona labial rociada con chupitos de vodka rebajado). Lo digo con conocimiento de causa: solo en un país idiota, envidioso y cutre como el nuestro puede celebrar su 50º aniversario un tótem de la moda patria como Andrés Sardá sin que se le rinda ni el más mísero homenaje.
La indignación me la contagia Jesús Mari Montes-Fernández, el tío que más sabe de moda en esta república cicatera. Él se lo cuenta a C.R. mientras coge por banda a Alberto Murtra, el estilista de Andrés Sardá, que acaba de firmar un desfile impecable para celebrar cinco décadas de gloria lencera. Bien mirado, ningún homenaje habría sido tan logrado como el que se han hecho ellos solitos. Mantillas pecaminosas (lejos quedaron ya aquellos primeros encajes con los que la firma vestía, en sus primeros años, las cabezas de las catalanas. Vestir su pubis resulta más divertido). Flecos. Plumas. Satén. Zorro. Gasas, antifaces, sombreros, pañuelos. Siluetas etéreas. Espectáculo.
Show must go on. Y para la envidia, ajo. Y agua. Que de eso hay mucho en Cibeles. Digo en Mercedes.
[Publicado en Todo sobre mis trapos].