Considero muy razonable la creencia céltica de que las almas de nuestros seres perdidos están sufriendo cautiverio en el cuerpo de un ser inferior, un animal, un vegetal o una cosa inanimada; perdidas para nosotros hasta el día, que para muchos nunca llega, en que sucede que pasamos al lado del árbol, o que entramos en posesión del objeto que les sirve de cárcel. Entonces se estremecen, nos llaman, y en cuanto las reconocemos se rompe el maleficio. Y liberadas por nosotros, vencen a la muerte y tornan a vivir en nuestra compañía.
Así ocurre con nuestro pasado. Es trabajo perdido el querer evocarlo, e inútiles todos los afanes de nuestra inteligencia. Ocúltase fuera de sus dominios y de su alcance, en un objeto material (en la sensación que ese objeto material nos daría) que no sospechamos. Y del azar depende que nos encontremos con ese objeto antes de que nos llegue la muerte, o que no lo encontremos nunca”.
Éste es otro pasaje -menos difundido/comentado que el famoso episodio de la magdalena- de Por el camino de Swann, primero de los siete volúmenes que componen En busca del tiempo perdido de Marcel Proust. La transcripción viene a cuento de que, en diez días, los admiradores del escritor francés celebrarán los cien años de la aparición de aquella entrega inicial, referente inagotable de la literatura occidental y fuente de inspiración para el estudio filosófico y psicológico de la memoria.
La anécdota de la atribulada publicación figura en la mayoría de los recordatorios y homenajes que la prensa gala le dedica al aniversario desde principios de 2013. L´Express la sintetiza en esta réplica de un cable de AFP.
Después de que su manuscrito fuera rechazado por Gallimard, sobre todo por la opinión negativa de (André) Gide, Marcel Proust, mortificado, financia la publicación de Du côté de chez Swann a través de Grasset. Estamos en noviembre de 1913. Tras darse cuenta de su metida de pata, Gaston Gallimard recupera enseguida al autor de A la recherche du temps perdu y luego de la guerra se convierte en su editor oficial”.
El diario Libération fue más específico. Los críticos literarios Edouard Launet y Mathieu Lindon contaron en esta sesión de chat con los lectores que “hoy no se está tan seguro del rechazo de Gide, aún cuando él lo haya asumido a posteriori. Según el libro André Gide, l’inquiéteur de Frank Lestringant, se trató de un error colectivo. Por lo pronto, Proust siempre profesó un desprecio muy grande por Jean Schlumberger, mientras terminó entablando una amistad relativa con Gide”.
El 15 de octubre pasado, los medios galos -entre ellos Le Monde- anunciaron la adquisición, por parte de la Biblioteca Nacional de Francia, de “una agenda inédita de Proust consagrada a ‘Combray’, génesis de Por el camino de Swann. Al parecer estas anotaciones conforman una pieza única pues contiene todo el universo de la primera parte del volumen iniciático en cuestión.
Este artículo de Le Figaro sugiere la envergadura mundial -o al menos occidental- de la pasión que Monsieur Marcel provoca a casi un siglo de su fallecimiento. Impresiona la ocurrencia del norteamericano Patrick Alexander, que reescribió “en forma de tweets espontáneos” los siete tomos de En busca del tiempo perdido. Evidentemente sobre homenajes tampoco hay nada escrito…