Revista Ciencia

¿Ciencia neoliberal en México?

Por Daniel_galarza

¿Ciencia neoliberal en México?

Ciencia neoliberal vs ciencia soberana, según Elena Álvarez-Buylla.

Por Mario Alberto Lozano González
Me interesa y me preocupa a la vez que la titular del Conacyt, Elena Álvarez Buylla, incluya en su agenda el combate a lo que llama “la ciencia neoliberal”.
Como cualquier persona, tengo mis prejuicios y predisposiciones. Por ejemplo, soy de los que sienten particular escozor con calificativos como “neoliberal” o “burguesa” para la ciencia. Les diré por qué.
He tenido la fortuna de hacer estudios universitarios tanto en humanidades como en ciencias. Recuerdo, por ejemplo, la abnegada concentración que se requería para los diseños experimentales en que a veces participábamos los matemáticos con nuestros compañeros físicos e ingenieros. Meses de reuniones, de documentación, de programación. Tampoco olvido aquella ecuación que constituyó para mí un rito iniciático al rigor y a la belleza de las matemáticas. Una ecuación diferencial en derivadas parciales, la primera cuya dificultad me obligó a sacrificar varios días en resolverla. Sorbos de café y tragos de coca-cola para mantenerme a todo moler con el procedimiento, sin hacer alto más que para descansar un poco y para los brevísimos ratos de las comidas o del baño. Esta infame ecuación me hizo terminarme un cuaderno y medio (unas ciento cincuenta páginas de tamaño carta). Para resolverla fue preciso echar mano de cálculo multivariable, de trigonometría y de series de Fourier. Y después vinieron ecuaciones mucho más complejas.
En la universidad también descubrí el goce intelectual de las demostraciones matemáticas, de la elegancia con que teorías como la mecánica newtoniana, con apenas tres leyes y unas cuantas nociones primitivas como fuerza, masa o cantidad de movimiento, te pueden explicar desde la caída de una manzana hasta el movimiento orbital de la Luna. ¡El cielo y la tierra en tus manos! Creo que entendí de verdad, con la carne y con los huesos, el manido cliché de que la ciencia y el arte son muy parecidos.
Todo este esfuerzo por comprender y aplicar la ciencia, aunado al inmenso disfrute que te aporta, te hace valorarla, quererla como el bien preciado que es. Pero luego llega alguien que se leyó un libro de una sentada, que jamás en su vida ha sufrido ni gozado de verdad con la ciencia, a decirte con toda la puta arrogancia del mundo que la ciencia es uno más de los objetos culturales que sirven a los intereses de los ricos. Entonces te preguntas cómo es que una ecuación vectorial sirve a las clases privilegiadas o cómo es que la tercera ley de Kepler sobre el movimiento planetario milita en contra de los pobres.
Les propongo un experimento: la próxima vez que alguien les diga que la ciencia sirve a los ricos, pídanle que les explique (no que les mencione) una ley o una teoría científica. A los poquísimos que pasen esta primera prueba, pregúntenles cómo esa ley o teoría apoya per se a una clase social. Verán cómo a la mayoría se les hará engrudo el pescuezo y tendrán que redirigir con titubeantes esfuerzos retóricos su artillería crítica a algo que ya no es esa ley o esa teoría.
¿Se equivocan quienes aseguran que en la ciencia hay intereses e ideologías? Sí y no. Como tantas otras cosas, es cuestión de matices y de claridad. No es que en la ciencia en general no existan intereses o ideologías, es que con amplia frecuencia quienes enarbolan estas ideas combinan una terrible confusión conceptual con un desprecio ignorante por la ciencia rigurosa. Y esto muela a quienes tenemos alguna idea del tema, vaya que sí.
Un gran favor nos haríamos todos si la próxima vez que utilizáramos frases como “la ciencia neoliberal” aclaráramos antes lo que entendemos por “ciencia”. ¿Una prolongación natural, sistemática y ordenada de la racionalidad con que resolvemos problemas cotidianos? ¿El conjunto de ideas y teorías que se consideran mejor establecidas por la comunidad de científicos? ¿Un esfuerzo intelectual general por comprender racionalmente las cosas? ¿Un conjunto de ideas teóricas y experimentales aceptadas? ¿La ciencia aplicada y la tecnología? ¿Acaso la propia comunidad social de científicos materializada en instituciones y vínculos sociales específicos y determinada por múltiples tradiciones? ¿Las políticas públicas de un gobierno en el manejo de las instituciones de ciencia? ¿Una superstición colectivamente organizada? Es obvio que en varios de estos sentidos se incluyen intereses, ideologías políticas y agendas sociales; pero también lo es que en varios otros no: tan ciego es creer que en todos estos sentidos de “ciencia” hay ideologías políticas e intereses de clase como creer que en ninguno existe tal cosa.
Somos muchos a quienes lo primero que se nos viene a la mente cuando se nos habla de ciencia son las ideas y teorías mejor establecidas entre la comunidad de científicos (la teoría darwiniana de la selección natural, las leyes de la mecánica relativista, la tectónica de placas, etc.). Esa es nuestra categoría semántica prototípica de ciencia. Y es a ella a lo que solemos referirnos. Sí, que presupone doctrinas epistemológicas; sí, que implica posturas metafísicas. Pero no que implique que debamos votar por un partido político determinado o que debamos tomar fusiles para asesinar a la clase burguesa.
¿Ciencia neoliberal en México?
Quisiera pensar que Elena Álvarez-Buylla es de las que entiende estas sutiles, pero fundamentales diferencias semánticas y que su cruzada va en contra de políticas públicas y prácticas institucionales específicas, no en contra de la ciencia mejor establecida. Vaya, más allá de estar o no de acuerdo con ella, quisiera creer que hay lucidez, que tiene idea de lo que está promoviendo. Pero su insistencia en el presunto rescate de los “saberes ancestrales”, sus afirmaciones supersticiosas sobre el “chulel” del maíz mexicano, su fobia irracional a los transgénicos, el menosprecio a prestigiosas científicas y científicos mexicanos apuntan a lo contrario.
Lejos estoy de decir que la ciencia mejor establecida sea un cuerpo dogmático que deba resguardarse con temor reverencial. Es sólo un conjunto de creencias razonables, sistemáticas, coherentes y con frecuencia aplicables al mundo. Es deseable y saludable cuestionarlas y hasta sustituirlas de ser el caso, pero con las herramientas críticas de la propia ciencia, no con discursos ideológicos ni con prácticas institucionales impuestas desde el poder.
Me parece que el complejo espectro de la izquierda política ofrece varias perspectivas muy humanas y razonables para la convivencia social. Y existen por fortuna mujeres y hombres en la izquierda mexicana con claridad de ideas sobre la ciencia. Ojalá fueran estas mujeres y estos hombres quienes con esa lucidez tuvieran los arrestos, la coherencia y la fuerza para encarar el problema de determinar qué pasará con esa ciencia que desde Conacyt ha sido tildada de “neoliberal”.
¿Ciencia neoliberal en México?


Mario Alberto Lozano González es maestro en Lingüística aplicada, licenciado en Psicología y en Filosofía, miembro de la Academia Mexicana de la Lógica. Es profesor e investigador de lógica y filosofía de la ciencia en la Universidad de Guadalajara, en ITESO y el Instituto de Filosofía. El profesor Lozano es además autor (junto a Adriana Pérez Armendáriz) del Manual de Lógica Elemental (2016), editado por Trillas.

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