Los espíritus incrédulos ingresamos al sitio oficial de los cines Arteplex con la esperanza de encontrar algún comunicado de último momento que desmienta el anuncio de cierre difundido ayer domingo por La Nación. La ilusión se desvanece enseguida, apenas nos damos cuenta de que la sección Novedades dejó de actualizarse en agosto del año pasado. Ante tamaña expresión de silencio, no queda más que lamentar la decisión que -seguro con amargura- tomaron los empresarios Alberto Kipnis y Marcelo Morales.
Siete años atrás y en otro blog, algunos porteños seguimos de cerca la remodelación y luego inauguración del complejo ubicado en la avenida Cabildo entre Congreso y Manuel Ugarte. En aquel entonces celebramos que las salas del Savoy se transformaran en refugio local del llamado “cine de autor”.
La clausura del Arteplex Belgrano dista de ser un hecho aislado. En noviembre de 2010 dejó de existir su hermano de Caballito; en mayo de 2011 corrió idéntica suerte el Atlas Santa Fe; en estos días se discute el destino del Gaumont. Por si estos antecedentes resultaran escasos, cabe recordar la carta de despedida que el representante de la distribuidora independiente 791 leyó en febrero pasado, en la entrega de los premios FIPRESCI Argentina.
En nuestra Ciudad de Buenos Aires, los amantes del también denominado “cine arte” nos sentimos un poquito más huérfanos ante estas muertes súbitas (al menos eso parecen cuando los anuncios se hacen de un día para el otro). Incluso nos cuesta respirar en un circuito cada vez más reducido a la proyección de súpertanques en megacomplejos de origen extranjero con visión 3D, sonido dolby HD, estrellato hollywoodense y happy end garantizado.
De ahí la redacción impulsiva de este post en pleno feriado. Es que, aunque parezca exagerado, el inesperado ¿e irreversible? cierre del Arteplex Belgrano es otra pérdida que los cinéfilos porteños lloramos.