Revista Salud y Bienestar

Cinco años en Twitter

Por Doctorcasado


Cinco años en Twitter
Llevo cinco años en Twitter, dicen que en la web un año equivale a cinco en la vida real. Creo que he llegado a la mayoría de edad en las redes sociales. Me pregunto qué he aprendido de este viaje. Son varias las respuestas.
La primera lección fue experimentar la gran dificultad que tiene para un médico exponerse al público. Estamos acostumbrados a trabajar en el ámbito de la consulta, un espacio privado donde nos relacionamos con nuestros pacientes de tú a tú. Saltar a la palestra de internet nos sitúa en un ambiente en principio hostil y peligroso, por eso no hay mucho profesional sanitario en redes sociales. Encontrarán un puñado de valientes pero no llegan al 5% del total en las previsiones más optimistas.
El segundo aprendizaje tiene que ver con el verbo compartir. Cuando se usa internet para compartir conocimiento, ideas, información o relaciones uno suele encontrar lo que siembra y siempre por canales misteriosos. Hoy me comenta un amigo que mi blog es conocido por una conocida suya que lo tiene como referencia, obviamente no tenía ni idea. Lo normal es que el feedback no llegue nunca o lo haga en cuenta gotas. En otra ocasión una paciente del País Vasco me comentó en un pasillo de un congreso que un vídeo mio sobre la gripe le había sido  de gran ayuda... nunca sabes hasta dónde llegan las botellas con mensaje que echas al mar de internet. Lo cierto es que las veen más personas de las que uno piensa. Por eso aplico siempre la regla de la abuela: no decir nada que tu abuela no pueda ver (sabiendo que en casi todos los casos tanto tu jefe como tu madre se encargarán de darte una colleja si escribes algo improcedente).
Otra cuestión ha sido la riqueza de personas con valor que uno encuentra. Es verdad que hay mucho ruido y mucha tontería, pero si se persevera y se van espigando las personas que te aportan valor, al final consigues un paisaje muy interesante, nada desdeñable para un profesional sanitario. De las decenas de personas interesantes que he ido conociendo muchas me han regalado sorprendentes puntos de vista, propuestas, posibilidades y retos, en otros casos líneas de conversación o reflexión, en algunos proyectos colaborativos.
Finalmente me he dado cuenta del valor de desconectar. El mayor placer que dan las tecnologías de la telecomunicación llega cuando uno las apaga. A medida que veo cómo la tecnología introduce ruido en mi vida me vuelvo más crítico con ella. Todo tiene un precio, está claro que el beneficio que los aparatos, apps y demás herramientas digitales que nos rodean nos lo hacen pagar con creces de nuestro tesoro más preciado: la consciencia. "Cuando entramos en Google estamos poniendo nuestro propio cerebro a su disposición" dice Alan Rusbridger, editor jefe del periódico The Guardian. Me he propuesto hacer una evaluación continuada de dónde pongo mi cerebro y les invito a hacer lo propio, seguro que llegamos a conclusiones sorprendentes.


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