Escrito por Samuel Beckett y filmado en su único viaje a Nueva York, en el verano de 1964, este cortometraje, su única incursión en el cine, supone una reflexión sobre el fenómeno de la percepción, y más propiamente del axioma “ser es ser percibido”. El metraje, que carece de diálogos y solo contiene un significativo sonido, muestra las evoluciones de un individuo (Buster Keaton) que, tras una breve huida furtiva por la calle, llega a una habitación, se supone que la suya, y comienza a borrar las huellas de la percepción exterior, de todo aquello que fija su atención en él o requiere la suya.
Revista Cine
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