Brown se dirigió a su ayudante y dijo:
-Ahora.
-¡Campana! -gritó el ayudante.
Una fuerte campana resonó y siguió haciéndolo hasta que se logró el silencio total.
-¿Preparados? -preguntó Brown.
El ayudante asintió.
-Vamos.
-¡Rodando! -gritó el ayudante.
La cámara zumbó.
El hombre de la claqueta se arrodilló frente a Garbo y Gilbert. En la claqueta decía:
DIR.: BROWN / CAM: DANIELS
EL DEMONIO Y LA CARNE
ESCENA 82, TOMA 1
29 DE OCTUBRE DE 1926
PELÍCULA EASTMAN 87 B
MGM
-¡Cámara! -avisó el camarógrafo.
El hombre de la claqueta se alejó.
-Música -dijo Brown en voz baja.
Cerca del plató, pero invisible, un cuarteto de cuerda, compuesto por integrantes de la orquesta sinfónica de Los Ángeles, comenzó a tocar La niña de los cabellos de lino, de Debussy.
-¡Acción! -dijo Brown.
Hubo una pausa demasiado larga para el gusto de Brown, hasta que descubrió que Garbo estaba concentrándose, seleccionando sus pensamientos, preparándose. Finalmente, respiró hondo y cerró los ojos. Cuando volvió a abrirlos, la transformación era completa. De hecho, se había transformado en otra persona, en Leonora. Y habló:
-¡Ven! Ven, acércate…
Leo/Gilbert estaba tendido a su lado. Algo en la manera de actuar de ella, la forma en que sus ojos se posesionaban de él, algo que tenía que ver con la cualidad hipnótica y magnética de los movimientos de Garbo, lo mesmerizó y se acercó a ella con gracia, sensualmente, como en un sueño. Ella cogió tiernamente su cabeza y empezó a besar su cara… pero no como en el ensayo.
Ahora otorgaba tentadoras prendas de amor, deseo e invitación. Los ligeros besos de ángel eran mucho más elocuentes que cualquier palabra. De pronto, y no como habían ensayado, él se hizo cargo de la situación, la abrazó con fuerza, se colocó encima de ella y la besó de verdad. Ella respondió. La cámara se iba acercando lentamente.
Brown estaba tan asombrado como feliz. Por una vez, no le importaba que sus cuidadosas indicaciones hubiesen sido desoídas.
En el plató, el beso llegó a su fin. De mala gana, de forma vacilante, a regañadientes.
Leo/Gilbert continuó recitanto su papel, pero con una nueva voz y un asombroso realismo.
-¡Cómo he anhelado eso… el… -la besó de nuevo aunque el guión no lo exigía. Finalmente, como en cámara lenta-: … alimento del amor!
Siguió otra serie de besos. Él le besó los ojos, las orejas, el cuello y la garganta. Después los dos labios, uno a uno. Ella respondió, transformándose en parte de él.
Sus posiciones se invirtieron. Ella lo besó. Él le cogió la cabeza con sus fuertes manos y dijo:
-¡Dios mío! Cómo lo he deseado…
Volvió a besarla. Ella quedó abandonada en sus brazos. Sus manos se movieron hacia arriba, flotando primero en una súplica y, finalmente, en la entrega. Levantó la cabeza y se unieron.
Clarence Brown y su equipo observaban, inmóviles como estatuas. Nunca habían visto una cosa así en un plató cinematográfico.
Brown se volvió hacia su ayudante que estaba arrodillado a su lado y dijo:
-Yo no estoy dirigiendo esta maldita escena. La dirige Dios.
En el escenario terminó el beso y ella habló. Su voz provocó estremecimientos en la mayor parte de las espaldas de quienes observaban.
-Se acabó, amor mío. Estamos juntos. Como Dios y la naturaleza quieren.
Siguió un inspirado intercambio de besos. Hacia delante, hacia atrás, dando y recibiendo. Un perfecto intercambio sexual. Terminó con un beso que pareció el punto culminante, el orgasmo, un beso sísmico.
(Esta fue la escena que la publicidad de MGM explotó diciendo: ¡89 BESOS EN UNA SOLA ESCENA!)
La cámara llegó a la posición prevista para los dos primeros planos. El operador miró a Daniels. Daniels miró a Brown, quien le hizo una seña; no, todavía no.
El beso en primer plano continuaba respirando, viviendo.
Brown esperó a que terminara. Finalmente, dijo:
-Bellísimo. Corten.
El beso continuaba.
-¡Corten! -dijo, algo más fuerte.
El beso continuaba.
Brown se puso en pie y gritó:
-¡Corten!
Pero Leonora y Leo, Garbo y Gilbert, seguían sumergidos en su beso.Las luces del plató se apagaban una a una. El equipo de filmación iba y venía. Sonó el timbre. Cesó la música. El habitual ruido del estudio retornó.
El beso continuaba.
Moviola. Garson Kanin (1979).