Revista Cine

Cine en serie – La historia interminable

Publicado el 09 marzo 2010 por 39escalones

MAGIA, ESPADA Y FANTASÍA (XII)

La filmografía del alemán Wolfgang Petersen contiene un par de títulos interesantes filmados en su país antes de emigrar a Hollywood para rodar banalidades disueltas en efectos especiales. Enemigo mío (1985), su primer trabajo en América, todavía contenía algo de su pericia como cineasta y narrador, pero poco a poco fue cediendo al cine espectáculo de vacíos y gratuidades. En cambio, sus trabajos en Alemania, televisión aparte, comprenden la magnífica Das boot. El submarino (1981) y La historia interminable (1984), arriesgadísima adaptación a la gran pantalla de la novela fantástica, en todos los aspectos, de Michael Ende.

Y decimos arriesgadísima porque siempre supone una labor con mucho de apuesta personal llevar a la pantalla el imaginario fantástico que, saliendo de la pluma de un autor literario, ha llenado durante lustros la memoria colectiva y los sueños (y alguna pesadilla) de millones de lectores en todo el mundo. Las multimillonarias recaudaciones de la película en todo el mundo, el popularísimo éxito de su canción (Neverending story, del británico Christopher Hamill, conocido como Limahl) y también de la hermosa partitura de Giorgio Moroder y Klaus Doldinger, el recuerdo que, aunque no de forma comparable al libro, dejó en millones de espectadores de una generación en todo el mundo, propiciaron los cantos de sirena que llevaron a Petersen a Hollywood y su constante necesidad de, profundizando en lo peor del fenómeno, intentar por todos los medios repetir un éxito que jamás volverá. Al menos, si sigue haciendo el cine que hace…

Esta producción alemana nos lleva, cómo no, hasta Bastian, un niño cuya vida diaria en el colegio se hace de lo más difícil. Escondido en el desván mientras sus compañeros asisten a clase, lee un libro que ha birlado de una vieja tienda de antigüedades. El libro le resulta enigmático y extraño, está escrito en diferentes colores, contiene láminas que hacen referencia a un mundo legendario de héroes y criaturas fabulosas, a un reino llamado Fantasía. El reino se halla en peligro; una tenebrosa nube conocida como La Nada avanza sobre él y amenaza con devorarlo, sumergirlo en la oscuridad. Sólo unos pocos valientes intentan hacer algo frente a su avance, entre ellos, Atreyu, un niño héroe que cabalga con la misión de salvar el reino de Fantasía. Pero no está solo. Hay otro héroe que va a prestarle su ayuda. Aunque Bastian no está seguro de entender bien la historia. Porque no puede creerse que él mismo, el niño que hace pellas para esconderse en el desván del colegio a leer y olvidar sus problemas diarios, aparezca en la historia, que la salvación definitiva de Fantasía dependa de él. No puede creerlo y, sin embargo, el libro no cesa de llamarle, de pedirle que entre en él.

Película absolutamente novedosa para la cinematografía europea en general y alemana en particular, con una excelente utilización de medios técnicos y artísticos, algo justa en cuanto a reparto e interpretaciones, recrea con bastante fidelidad y aproximación la parte que adapta del universo que Ende diseñó para su historia, y no evita usar las tijeras y la elipsis cuando el fárrago o la densidad amenazan la trama o el ritmo (lo cual levantó las iras del autor de la obra, ya que podaron buena parte de la historia). Con una magnífica, por evocadora, recreación de las fabulosas criaturas que viven en Fantasía (no especialmente por su perfección técnica, consistente en ocasiones en el mero uso de muñecos de trapo), con una excelente labor de puesta en escena y de efectos especiales (para la época, claro, muy desfasados hoy visto el avance de la tecnología), tampoco demasiado habitual en el cine europeo, al menos el más comercial, para aquellas fechas, es el típico producto infantojuvenil que, al igual que la novela, filmado con respeto, con cuidado por la historia, con tacto y partiendo de la capacidad de evocación del espectador-tipo para el que está concebida, atrapa por igual a jóvenes y adultos (o atrapaba, habrá que decir, no pondría quien escribe la mano en el fuego por los jóvenes de hoy). Más allá de una técnica y una estética que, lógicamente, veinticinco años después nos parecen superadas, es la capacidad de imaginación y la extrapolación de su significado último lo que hacen que permanezca vigente y como un producto de referencia dentro del cine fantástico y del cine juvenil.

El hecho de que peligre la fantasía, de que ésta sólo pueda ser recuperada, de que no se pierda, gracias a la labor, precisamente, de los niños, la oposición a La Nada, enemiga incompatible de la fantasía, de la imaginación, abre un debate (interminable, pero de verdad) sobre las propiedades de la imprescindible apelación a lo fantástico como instrumento de formación de niños y adultos, del papel que desempeña la imaginación en nuestras vidas, de la necesidad que tenemos de lo sobrenatural, de lo extraordinario para sobrellevar nuestra existencia, y al mismo tiempo, de las infinitas lecturas que puede cobijar esa Nada dentro de sí. A partir de ahí, cabe disertar sobre la utilización de lo fantástico en el cine actual, de su elemento globalizador, por un lado, a través del éxito comercial del cine para niños y adolescentes, y por otro, de su dimensión bobalizadora, en palabras de Eduardo Galeano, puesto que, como en tantas otras cosas, el recurso a lo fantástico en el cine actual, como ocurre con la ciencia ficción, se limita a ser una cuestión formal, a un marco en el que transcurra la acción y que, hábilmente, proporcione una serie de coartadas narrativas que puedan camuflar los, por lo general, vacíos, inconsistencias y ridiculeces de buena parte del cine actual. Si la fantasía no va dotada de simbología, de cargas metafóricas, sin que, de nuevo como la ciencia ficción, recurra a mundos fantásticos para hablar del nuestro, no tiene sentido. Pero eso es otra historia y ha de ser contada en otro lugar.



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