
Frozen fue, en su momento, el bombazo que Disney necesitaba. Hacía tiempo que una princesa no era tan popular, que una canción no se volvía tan absolutamente viral en todo el mundo y era reproducida en todos los idiomas habidos y por haber. Estaba cantado (¿lo pilláis?) que habría una segunda parte. La pregunta del millón es... ¿estuvo a la altura?
Creo conveniente empezar diciendo que, en mi opinión, Frozen no es -ni remotamente- una las mejores películas de Disney. Otras como Brave, Vaiana y Coco me parecen más complejas, interesantes y divertidas. Incluso la reciente Onward, tan criticada, me gustó bastante más. Pero lo cierto es que Frozen fue muy inteligente a la hora de "renovar" Disney: la historia de amor entre dos hermanas en lugar del amorío heterosexual de siempre, las maravillosas canciones y esa crítica tan ácida a los peligros de los romances precipitados, idealizados e ingenuos (menuda colleja se dio Disney a sí misma) fueron la fórmula del éxito.
"Disney entendió que la gente, los niños y niñas, seguían queriendo cuentos de hadas dulces y encantadores, pero en clave moderna."
En 'Frozen 2' la princesa sigue más preocupada por descubrir quién es ella, cuál es su lugar en el mundo, que en encontrar novio (o novia).En ese sentido, Frozen 2 tenía bastante presión a sus espaldas. Nunca es fácil hacer una secuela de un fenómeno, y menos cuando tienes una reputación que deja mucho que desear en lo que a segundas partes se refiere -mejor olvidemos las de Mulán y Pocahontas-. Pero, a pesar de todo, y reconociendo que Frozen 2 pierde bastante del efecto sorpresa (que fue, en mi opinión, lo que elevó tanto la primera parte; fue una cuestión más de forma que de fondo), hay que admitir que es una de las segundas partes más redondas y bien pensadas que ha hecho Disney.
Frozen 2, desde luego, no mejora la original, pero se mantiene con bastante entereza y nos da algunos mensajes realmente positivos, especialmente en lo concerniente al personaje de Kristoff -muy mítico ese my love is not fragile-, desterrando para siempre (por si quedaban dudas) la narrativa tóxica del "príncipe salvador". Kristoff no culpa a Anna por meterse en líos, no la sermonea ni la trata con condescendencia: simplemente está ahí para ella, son un equipo. Es un mensaje muy bonito, muy profundo y acorde a nuestros tiempos, sobre la necesidad de confiar en tu pareja y trabajar como iguales.
Puede que Frozen 2 no sea la película más revolucionaria de Disney, pero tampoco necesita serlo. Sigue siendo, por derecho propio, atrevida, sensible: la Reina de lo "Cuqui". Y nunca está de más una sobredosis de azúcar si tiene toda esa inteligencia emocional detrás.
Isidro López (@Drolope)
