Manu Zapata
Nota aclaratoria
Para que se pueda entender correctamente este artículo hay que ponerlo en contexto. Está escrito como colaboración para la revista Tilín-Tilón, que publica anualmente la Orden del Cuto Divino, cofradía gastronómica de la que soy miembro honorario (junto con mis queridos compañeros de «Los Lobos») radicada en Tafalla y cuya misión (y la de todos sus miembros) es la exaltación y enaltecimiento de todos y cada uno de los productos que nos da el «cuto», que es como se conoce en mi ciudad natal (y alrededores) al cerdo.
¿Quiereh una morcilla? Es casera. El marcado acento extremeño añade una pátina de costumbrismo a la interpretación de una Carmen Machi delantal en ristre. Antes hemos podido contemplar la hoja ancha y afilada de un cuchillo, casi más un machete, ensañándose a contundentes descargas sobre una ristra de carne de la que extraía filetes con hueso, el espesor de la sangre de cerdo deslizándose entre los huecos que deja la mezcla de arroz con verduras para ofrecerle el plus de consistencia que necesita para convertirse en la mejor morcilla de la comarca y la impactante imagen de una cabeza porcina incrustándose en un gancho metálico característico de las carnicerías. Cuando te encargan escribir un artículo sobre cine para el Tilín-Tilón y asistes a los títulos de crédito de Cerdita, el cielo se abre de par en par. Todo encaja. Ya lo tienes. Pero, ¿no resulta demasiado evidente? Claro que sí. De modo que, vamos a tirar del hilo.
El fútbol que desarrolla Osasuna esta temporada nos maravilla a los propios y levanta elogios y expectación por parte de los extraños que habitualmente le hacían luz de gas con su habitual displicencia. No, aunque lo parezca, no nos estamos desviando del tema que nos ocupa. Algún iluminado parió una expresión brillante, de esas que conjugan en un mínimo espacio gran cantidad de significado. Ese disfrute que se nos mete por dentro con las evoluciones del conjunto de Jagoba Arrasate ha venido a denominarse fútbol patxaran. Pues bien, de la misma manera, el goce que a lo largo de 2022 nos han brindado las películas de producción española bien merece el calificativo elogioso, tirando de metáfora cutera y gastronómica, de cine txistorra.
La película de Carlota Pereda, amén de excusa para emparentar séptimo arte y alegría porcina, nos sirve de punta de lanza para ahondar en una excelente cosecha presidida por la asfixiante fiereza rural de As Bestas de Rodrigo Sorogoyen y cerrada, en el tiempo, por la desasosegante y perturbadora mirada de Carlos Vermut y su Mantícora. Lo social y reivindicativo no está reñido con la calidad. Qué interpretaciones arranca Juan Diego Botto del impresionante reparto de En los márgenes; cómo se acerca a la realidad Carla Simón con la ficción documentalizada ganadora del Oso de Oro en Berlín, Alcarrás; con qué refrescante desparpajo Carla Quílez nos enamora en La Maternal de Pilar Palomero y vaya con la elocuencia del retrato familiar de Alauda Ruiz de Azúa al ritmo de Cinco Lobitos o con el magnetismo de la Anna Castillo de los Girasoles Silvestres brotados de la imaginación de Rosales, Jaime. El techo amarillo de Isabel Coixet da voz a las actrices del Aula de Teatro de Lleida, sus testimonios, llenos de arrojo, conmovedores.
Sonrisas, risas y carcajadas no han faltado. Musicales, con la muy agradable sorpresa nostálgica a ritmo de Hombres G, David Serrano mediante, Voy a pasármelo bien (y vaya si disfrutamos); salvajes y macarras, El cuarto pasajero, Álex de la Iglesia haciendo de las suyas; pausadas, reflexivas, dialogadas, de autor y con protagonista tafallica, Itsaso Arana y Jonás Trueba nos invitan, Tenéis que venir a verla; corales, ingeniosas, inteligentes, barcelonesas, Cesc Gay y sus Historias para no contar. Adaptaciones varias. El Millás más surrealista en el cuerpo de Paco León a través de la rendija de un armario por la que observa Félix Viscarret, nos suena a Golpes Bajos, No mires a los ojos, y el best-seller setentero, Los renglones torcidos de Dios, que Oriol Paulo viste de cine comercial de empaque.
Para finalizar, un inevitable vistazo a la Historia reciente. Reflexión después del horror, Un año, una noche, Isaki Lacuesta tras la sala Bataclan; Alberto Rodríguez confirma el talento emergente de Miguel Herrán y Jesús Carroza y los acompaña de nuestro admirado Javier Gutiérrez para concebir la inmensa Modelo 77. Qué potencia, vaya emoción. Pero para dejarnos a flor de piel, aunque de producción no hispana, la propina. Argentina,1985 de Santiago Mitre es la envidia sana, del cine bien hecho y de la justicia valiente, con el coraje que hay que tener para poner a una dictadura a rendir cuentas. Garganta quebrada, mirada humedecida y grito heroico. Nunca más.
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