Revista Cómics

Cineclub Marvel: Iron Man 2 (2010)

Publicado el 07 marzo 2015 por Celesj

iron-man-2-poster-finalLa esperadísima continuación de “Iron Man” nos llega, al igual que hace dos años su predecesora,  con una semana de adelanto con respecto a Estados Unidos (¿será en honor a los colores de la armadura?) Curiosamente, en la misma fecha pero de hace un año, se estrenó también la anterior adaptación Marvel, “X-Men Orígenes: Lobezno”, con la que comenzamos la andadura de Cineclub Marvel. Por lo tanto, no podíamos tener mejor forma de celebrar nuestro primer aniversario que yendo al cine.

A un click nuestra reseña, con los [SPOILERS] argumentales bien señalados por si aún no la habéis visto (¿a qué esperáis?).

En toda secuela se parte con mucho ya ganado de inicio, desde el momento en que el público está familiarizado de antemano con los personajes y la historia, y se puede aprovechar gran parte del esfuerzo de producción de la anterior película. Por contra, se pierde el factor sorpresa, y la única manera de mantener el interés del espectador es subir el listón, pero se ha de mantener al mismo tiempo el espíritu de la original. En otras palabras, más y mejor.

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Siempre es un difícil equilibrio, y más en este caso, porque resulta especialmente difícil conciliar más con mejor cuando la principal baza de “Iron Man” fue precisamente su sencillez y falta de pretensiones. Plantear abruptamente una mayor densidad en la segunda podría rebajar su frescura. Todos perdonamos las carencias de la primera en favor del puro entretenimiento, pero Jon Favreau ha resultado afortunadamente su peor crítico, y antes que lanzarse a ningún salto mortal, ha apostado muy sensatamente por centrarse uno por uno en los puntos a mejorar de la primera parte, y sólo en un segundo nivel seguir avanzando la trama general, pretendiendo tal vez disponer el escenario para una futura mayor ambición.

Al contrario que en la primera película, la preproducción no se concentró tanto en el diseño y desarrollo técnico como en reforzar la historia, porque esta vez no iba a bastar con repetir el esquema canónico de las historias de origen.  El libreto lo firma un sorprendente Justin Theroux, en una maniobra paralela a la llegada en su momento del propio Favreau, pues contaba con muy poca experiencia como guionista y era más conocido como actor. De hecho, sólo había escrito “Tropic Thunder”, en la que ya coincidió con Robert Downey Jr., que fue quien apostó personalmente por su fichaje para escribir “Iron Man 2”, desarrollando un argumento previamente planteado por él mismo y Favreau. Es de destacar que los tres principales impulsores del proyecto sean actores, pues ha favorecido que la enorme química que ya se respiraba entre los personajes de la primera entrega se ha contagiado con naturalidad a los nuevos fichajes, junto a una dinámica de rodaje que concedía gran importancia a la improvisación de los intérpretes y un reparto de altura, aunque se eche en falta por momentos la chispa de los diálogos de la primera parte.

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Muchos temíamos que la inclusión de tantos nuevos personajes, hasta doblar el reparto original, pudiera sobrecargar la trama, con los referentes de las últimas entregas de las franquicias arácnida y mutante en mente. Sin embargo, cada nueva incorporación viene a completar a los personajes preexistentes, profundizando en las facetas de éstos que fueron ignoradas o apenas apuntadas en la película original, tensionando las respectivas relaciones de Tony con Rhodey en el caso de Justin Hammer, con Pepper en el de “Natalie Rushman”,  y con su propio alter ego en el de Ivan Vanko. Aún así, su integración resulta en ocasiones algo forzada, pues Theroux no alcanza a articular con naturalidad los frutos de la trama central, la evolución de Stark, con las semillas de la futura franquicia vengadora, el peaje a pagar para erigir un universo fílmico compartido.

Pese a contar con unos excelentes efectos especiales, uno de los puntos más criticados de la primera parte fue que le faltaba algo de acción. Liberado del espacio que aquella dedicaba a desarrollar el origen de Iron Man y con muchos más medios a su disposición, el guión se asegura de arrancar con una gran set piece de pura adrenalina, [SPOILER: el ataque de Ivan Vanko] en el Gran Premio de Fórmula-1 de Mónaco (todo lo anterior se limita a presentar el nuevo escenario). Theroux se apunta un gran tanto al servirse argumentalmente del escenario, aparte de para presentar al villano, para seguir perfilando la figura de Tony Stark, su ascenso internacional, y su propio ego como principal punto débil. Pero sobre todo, es en esta escena cuando el espectador percibe por primera vez el incremento del nivel de producción, gracias al esfuerzo combinado de todos los apartados técnicos, en su mayoría provenientes de la primera película. Llevaron hasta el extremo la mezcla de pirotecnia digital y efectos físicos, hasta hacer creíble que los actores están realmente inmersos en la acción, cuando ni siquiera pusieron un pie en Mónaco. El diseñador de producción John Michael Riva reprodujo en el estudio una sección del circuito urbano de 500 metros rodeado de una pantalla verde en que superponer los fondos reales, donde el responsable de efectos especiales Dan Sudick pudo instalar sistemas para catapultar y hacer explotar realmente los coches.

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De vuelta de Mónaco, Riva sigue explorando el ecosistema de Tony Stark. Amplía escenarios ya conocidos, como su mansión, destacando un renovado y más tecnológico garaje, galería de armaduras incluida, todo en sintonía con su nueva personalidad superheroica, un acabado potenciado en postproducción por las  espectaculares proyecciones tridimensionales interactivas; y descubrimos la Stark Expo, auténtica externalización del ego de Tony en palabras de la propia Pepper. Riva se basa en el diseño original de la Exposición Universal de Nueva York de 1974, aunque en el universo de la película se remite a la exposición que su padre Howard Stark organizó 10 años antes. El fundador de Industrias Stark era ya una presencia en el trasfondo de la primera película, ciertamente desaprovechada, y aquí se hace mucho más presente, encarnado por John Slattery. Desafortunadamente, se desperdicia la posibilidad de enfrentar a Tony con la herencia armamentística de su padre, no en vano creador de la bomba atómica, para centrarse en una visión más humanística y en la asunción por parte de Tony de su propio legado, arruinando de paso la relevancia del drama del personaje de Mickey Rourke.

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Con el permiso de Mickey Rourke y Robert Downey Jr., la estrella de la escena de Mónaco es la espectacular armadura de emergencia de Iron Man, extraordinaria actualización del viejo concepto de [SPOILER: armadura plegable, maletín incluido,] ya hace tiempo abandonado en los cómics. Posiblemente sea el mejor y más rupturista diseño de la película, que tal vez recuerde más al estilizado Iron Lad de Jimmy Cheung que a los habitualmente más aparatosos trajes del Hombre de Hierro, y el perfecto ejemplo de cómo la saga puede ir abriéndose a elementos progresivamente más fantásticos. Adi Granov sigue por supuesto oficiando como “asesor de armaduras”, pero su labor es básicamente continuista, y aparte de que se recupera su diseño para Máquina de Guerra descartado de la primera película, apenas añade algunas estilizaciones al diseño original a la Mark 3, y el unirayo triangular ya en el último tramo. También repite Ryan Meinerding, quien se encarga del diseño conceptual de los nuevos villanos.

En la primera película ya se había implementado la técnica necesaria para plasmar las armaduras en pantalla, combinando la animación de la Industrial Light & Magic con las armaduras físicas de Stan Winston Studios. Fueron realizadas más concretamente por Shane Maham, quien ha asumido el legado de Winston tras su muerte, a través de su nuevo estudio Legacy Effects.

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Cuando Favreau volvió a recurrir a él, Maham apostó por llevar un paso más allá la integración de lo digital y lo real; el acabado de las armaduras ya era perfecto en “Iron Man”, pero llevarlas puestas había estorbado sensiblemente la interpretación de sus portadores, por lo que en el rodaje de la secuela sólo se ha mantenido el torso, casco y guantes de los nuevos trajes, reemplazando sus miembros por un mono de captura del movimiento, para ser restituidos después infográficamente. No sólo consigue integrarlos con asombrosa sensación de verosimilitud, sino transmitir además la propia interpretación del intérprete bajo la armadura.

Gran parte del mérito de esta conexión es en todo caso de los espectaculares efectos de sonido, y la eficaz banda sonora de John Debney, colaborador habitual de Favreau. Mejora  sobradamente respecto a  su predecesor, con un score repleto de canciones de AC/DC que crean un clímax acorde con una trama más adulta, aunque sin perder el tono gamberro e insolente que caracteriza a Stark, ejemplificado en la irreverencia del gag musical que acompaña al dramático enfrentamiento con Máquina de Guerra.

 

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El punto de partida argumental es el rotundo final de “Iron Man”: Stark se ha situado en el centro de un huracán político al revelar su identidad como Iron Man, porque todos los grandes poderes militares quieren apropiarse de su tecnología, comenzando por el propio gobierno estadounidense, representado por el cínico senador Stern (en referencia al gran guionista clásico Roger Stern). Tony se niega a compartirla, aunque el guión de Theroux se queda desgraciadamente en la superficie arrogante e irresponsable de su postura, en vez de profundizar en su miedo a que pudiera caer en malas manos.

Este escenario se desestabiliza cuando un desconocido ataca a Tony Stark en plena carrera de Mónaco, llevando puesto un rudimentario exoesqueleto provisto de látigos energéticos, similar al que utiliza Whiplash en los comics. Tony consigue reducirlo, sólo para descubrir que su fuente de energía resulta ser un ingenio homólogo al reactor que alimenta su propia armadura. Como vimos en la primera película, Tony adaptó el gigantesco prototipo de Reactor ARK que su padre había presentado en la antigua Stark Expo del 64, una tecnología que había sido considerada sin embargo obsoleta hasta que él logró miniaturizarla durante su cautiverio en Afganistán. Nadie había sido capaz de reproducirlo desde entonces (Obadiah Stane tuvo que robárselo para hacer funcionar su Iron Monger), lo que justificaba su negativa a compartir su tecnología con el ejército, hasta que su misterioso atacante se planta delante de él para “hacer sangrar a Dios”. La mera existencia de otro reactor miniaturizado representa la mayor derrota posible para Tony Stark.

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Más allá del aspecto de su exoesqueleto, el “latigazo” de los cómics,  Mark Scarlotti, un diseñador de armas de Industrias Stark que acabó trabajando para la mafia, no tiene nada que ver con el Ivan Vanko que ataca a Tony. De hecho la tecnología de su traje no estaba relacionada con la de Iron Man, pero Theroux explota aquí el mismo temor que Matt Fraction utilizó en “Las 5 pesadillas”, a que Tony pierda el control de su propio invento. Homólogamente al Ezequiel Stane del cómic, Ivan accede al ARK por ser hijo del que fuera su co-creador junto a Howard Stark, Anton Vanko. En lo cómics, Anton era el piloto de una imitación soviética de Iron Man durante la Guerra Fría, conocida como la Dínamo Carmesí, pero en la película aparece como un científico huído de la Unión Soviética, a la que más tarde volvería deportado por una denuncia de su socio Howard Stark. Ivan Vanko viene a ser mezcla de ambos personajes.

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Iron Man 2” comienza precisamente con el fallecimiento de Anton Vanko en la actualidad. La televisión rusa emite la rueda de prensa en la que Tony hizo pública su identidad como Iron Man,  e instantes antes de morir, Anton lega a su hijo Ivan los planos del ARK. Puede parecer poco creíble que éste sea capaz de miniaturizarlo, pero no hay que descartar que su padre hubiera avanzado antes el proceso por su cuenta, incluso que llegara a desarrollar su propia armadura y que esto fuera lo que le distanció de Howard Stark. Así se explicaría cómo sabe Ivan que el uso del ARK es venenoso (no se especifica de qué muere su padre), y porqué los Vanko hacen extensiva su venganza a Tony sólo a partir de que éste haga pública su identidad como Iron Man, y no ya desde que heredó Industrias Stark. Curiosamente, esta Dínamo Carmesí ya no sería una versión rusa de Iron Man sino al contrario.

Mickey Rourke aborda el papel sin matices, moviéndose entre extremos absolutos, de bestia parda a riguroso científico, exagerando un personaje sin duda ya errático desde el guión. Sin embargo, su desconcertante físico, desfigurado hasta hacer casi irreconocible al sex symbol de los 80, casi logra hacerlo coherente, o al menos morbosamente disfrutable, en la línea de los excéntricos roles en que está basando su vuelta al estrellato en plena madurez, confirmada por su reciente nominación al Oscar por “El boxeador”.

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Comparativa Hammer

Ivan Vanko no es el único villano de la función. Si su latigazo-Dinamo viene a encarnar el reverso  oscuro de Iron Man, también Tony tiene el suyo propio, en la persona de Justin Hammer, quien ocupó su hueco como principal concesionario del ejército americano cuando Industrias Stark dejó el sector armamentístico. Sam Rockwell, que estuvo a punto de encarnar a Tony Stark en el casting de la primera película y ya trabajó con Favreau en “Made”, su debut como director, resulta excesivamente histriónico, buscando un registro caricaturescamente snob como alivio cómico, aunque encarna al perfecto reflejo de todo en lo que Tony teme convertirse. El Justin Hammer original era en cambio un anciano  calculador y rencoroso, pero posiblemente le hayan rejuvenecido para alejarlo del Obadiah Stane de la primera parte. En realidad, antes de que le transformara su experiencia en Afganistán, Hammer podría haber sido amigo de Tony. Aunque amoral, no tendría porque ser un villano si Iron Man no hubiera desequilibrado el sistema al “privatizar la paz”. La exhibición de Vanko en Mónaco representa para Hammer una oportunidad de crear su propio Hombre de Hierro. No duda en facilitar su fuga de prisión, simulando de paso su muerte, a cambio de que trabaje clandestinamente para él. Vanko le convence de prescindir  del piloto y construir droides en lugar de armaduras, y ya tenemos a los mandroides (Hammerdrones) listos para la batalla final.

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La presentación paralela de un Tony Stark ebrio de ego frente al ascenso de un Ivan Vanko centrado sólo en su venganza nos retrotrae directamente al desafío de Clubber Lang (Mr. T.) a Rocky Balboa en “Rocky III”. No es casual, sino que Theroux sigue fielmente el esquema clásico de las historias de superación personal, idóneo para el episodio intermedio de una saga, derribando a su protagonista para que pueda volver a levantarse mejor de cómo era. Pero Tony estaba en la cima del mundo, y eso supone una gran caída. En primer lugar, la presión para que comparta la tecnología Iron Man con el ejército se redobla tras la irrupción de Vanko, sumándose a la misma su mejor amigo, James Rhodes, a la sazón antiguo enlace entre el ejército americano e Industrias Stark. Por otra parte, en la más pura tradición de stanleeniana de héroes con los pies de barro, el uso del mismo reactor ARK que (además de impulsar a Iron Man) impide a la metralla que Tony sigue llevando en su pecho alcanzar su corazón, resulta estar envenenando inexorablemente su sangre, sin que sepa como aplazar su doble condena a muerte. Por último, esta desesperación impulsa su huida hacia delante, su cada vez más descontrolado estilo de vida y su evidente deriva hacia el alcoholismo, así como su distanciamiento de Pepper, que le reprocha cómo esta actitud perjudica a la empresa. Tony acaba perdiendo el control en su fiesta de cumpleaños, exhibiéndose con la armadura completamente borracho, y tras repudiar públicamente a Pepper, es Rhodey quien se ve obligado a apropiarse de la Mark 2 y enfrentarse a Tony. Tras derrotarle, entrega la armadura a sus mandos militares, sin poder evitar que le designen como piloto de pruebas al servicio nada menos que de Justin Hammer.

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Si había dudas de que un actor tan sereno como Don Cheadle diera el tipo como superhéroe, éstas desparecen en cuanto se pone la armadura. Nominado a un Oscar al mejor actor por “Hotel Ruanda”, es un sustituto de altura para el también candidato al Óscar Terrence Howard, quien se cayó del reparto de la secuela por desavenencias salariales. Sin embargo, aun cuando realice una interpretación ajustada y más elegante que la de su antecesor, no deja de resultar extraño el cambio, máxime cuando su relación con Tony parte de un estado completamente distinto al que vimos en la primera película. Tal vez para compensarlo, repiten abundantes secundarios de la primera parte, como Clark Gregg (el agente Coulson), Leslie Bibb (la periodista del Vanitty Fair Christine Everhart) o Paul Bettany (J.A.R.V.I.S.), con lo que es de destacar el esfuerzo de continuidad. En esta entrega, se suma a la lista de cameos otro personaje del cómic, la agente Bethany Cabe, que llegó a ser novia de Tony Stark y aquí aparece como guiño a los lectores, entregando la citación para la comparecencia de Stark ante la Comisión del Senado, interpretada por Kate Mara. Y por supuesto Stan Lee, versionando al mismísimo Larry King.

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Quien gana en protagonismo es el Happy Hogan a quien sigue dando vida el propio Favreau, dando un contrapunto cómico a la trama, y acercándose algo más a Pepper, aunque sutilmente, muy lejos (¿aún?) del triángulo original. Personalmente, habríamos apostado por lo contrario, porque Tony intentara acercarse a su secretaria para encontrársela en brazos de Happy, aunque tal vez hubiera quedado extraño siendo éste el director de la película, y hubiera resultado ciertamente menos comercial. Por su parte, Gwyneth Paltrow otorga algo más de carácter a Pepper en esta ocasión, sin restarle dulzura. Decididamente, se apuesta desde el guión por darle mayor entidad a su personaje, acaso algo accesoria en la primera parte, para lo que se juega a crear primero cierta tensión en su relación con Tony con la acaparadora entrada en escena de la “Natalie Rushman” de Scarlet Johansson, y sobre todo al convertirla en C.E.O. de Industrias Stark, propuesta ya anticipada por Matt Fraction en las páginas de “El más buscado del mundo”. Pese a todo, chirría ver a Tony hablar de una “relación estable” con Pepper al final de la película, aunque habrá que esperar a la resolución de la presumible tercera parte.

A nivel actoral la película se resume en un solo nombre: Robert Downey Jr. hace absolutamente suyo a Tony Stark, probablemente para siempre, y aunque su antiheroicidad ya no sorprenda tanto como hace dos años, sigue sosteniendo él sólo toda la película. Aunque lo haga insultantemente fácil, dando la sensación de que se limita a interpretarse a sí mismo, incluso si así lo fuera, no está al alcance de cualquier actor hacer siquiera soportable a un personaje narcisista y autodestructivo sin perder su carisma.

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Comparativa Viuda Negra

Alcanzada la mitad del metraje, mientras Hammer y Vanko preparan su venganza y el deterioro de Tony llega a su punto más bajo, se va abriendo una segunda trama, que cristaliza a partir de la aparición de la aparición de  Nick Furia (Samuel L. Jackson) y la poco efectiva revelación de “Natalie Rushman” como la doble agente Natasha Rommanova, a la que por cierto nunca se refieren como Viuda Negra. Y aquí empiezan los problemas; con Johansson se ha pretendido poco más que completar el perfil algo casto que Paltrow dio a “Iron Man”, y presentar de paso a un agente de S.H.I.E.L.D. que por fin parezca algo más que un burócrata, pero podría habérsele dotado además de algún contenido, pues al final su escena de acción, más allá de su mero lucimiento, tan sólo sirve para que también ella monitorice la batalla final, haciendo redundantes las aportaciones de Pepper y Hammer. Theroux sí intenta al menos vincular a Furia con la historia que viene contando, a través de su supuesta relación con el enfrentamiento pasado entre Antón Vanko y Howard Stark, y de aquel con la creación de S.H.I.E.L.D. –sin que a Tony parezca extrañarle que Furia insinúe así su larga vida-, abriendo paso no sólo a la futura franquicia vengadora, sino tal vez también a su propia precuela; pero el guión juega a ocultar más información de la que da, ocultando una nueva pregunta tras cada revelación. Añádase que seguramente gran parte del público no se quedó a ver el final de los créditos de la primera película, y el divorcio entre ambas líneas argumentales acaba siendo inevitable: mientras que el espectador iniciado en el Universo Marvel disfrutará por igual de las dos, el público masivo posiblemente desee a estas alturas que la historia se cierre, lo que ralentiza el ritmo del tramo central de la película.

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Tal y como dictan los cánones clásicos, todo team-up de villanos se debilita cuando uno abusa de su aparente situación de poder, error en el que cae Hammer cuando pasa a contar con Máquina de Guerra a su disposición. Como era predecible, Vanko le traiciona ocultándole el desarrollo de su propia armadura (claramente inspirada en la de la Dinamo, aunque mantenga los látigos de Whiplash y prescinda lógicamente de su color rojo al no estar vinculado con la Guerra Fría), y tomando finalmente el control de los drones y de Máquina de Guerra, con Rhodes atrapado en su interior. Favreau demuestra ser muy consciente de que se quedó algo corto en el clímax de la primera parte, y se enmienda con una intensa de apoteosis de efectos especiales que deja con muchas ganas de ver de que serán capaces Los Vengadores. Sin embargo, tampoco logra escapar en esta ocasión a un desenlace anticlimático, y el duelo final a tres bandas entre Máquina de Guerra, Iron Man y la Dinamo Carmesí no llega a suponer un colofón a la altura del gran enfrentamiento con los Mandroides, de modo que la conclusión se antoja facilona y la muerte de Ivan Vanko resulta precipitada.

El género superheroico tiende a ajusticiar sistemáticamente a los villanos, acaso una moraleja heredada del Western. Esto menoscaba sin embargo su propia estructura, típicamente basada en franquicias cinematográficas, ya que limita el desarrollo de personajes muchas veces más ricos que los mismos protagonistas a sus respectivas entregas, y mecaniza las sagas superheroicas a la mera sucesión de enemigos capitulares. Por eso sorprende positivamente que al menos sobreviva Hammer, pese a ser más amoral que Vanko. Tal vez Rockwell no haya construido un villano memorable, pero es posible que su personaje conecte la saga de Iron Man a un nivel más sutil. No en vano, es él quien luce en su mano izquierda el anillo que, como vimos en el anterior post, podría señalar al Mandarín como gran villano en las sombras. Eso sí, de confirmarse esta posibilidad se lo estarían jugando todo a una sola carta, y podrían arruinar toda la saga de no presentar un personaje antológico.

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Iron Man 2” ofrece en definitiva un gran espectáculo, con un equipo de primera línea, que respeta tanto la fuente original como la inteligencia del espectador, y supera ampliamente a su predecesora en cuanto a nivel de producción y definición de personajes. Pero el resultado final no es tan redondo. En ambos casos las tramas son igual de arquetípicas, pero en esta ocasión se apuesta por abrir además nuevas líneas de desarrollo de cara a futuras entregas, sacrificando el perfecto equilibrio de contenido y espectáculo que sí tenía la primera parte. Ojalá debamos replantearnos este juicio si en el futuro se editara una versión extendida con la media hora de película que según Favreau se quedó en la mesa de montaje (aún esperamos la de “El Increíble Hulk”), pues como demostraba la edición especial de “Daredevil”, más minutaje no representa necesariamente menos ritmo, si con ello se consigue conectar mejor las distintas tramas.

Por mucho que nos duela a los aficionados, la película como tal ganaría con más Iron Man y menos Vengadores, lo que supone un mal augurio para el resto de películas de la franquicia. Una sensación a la que estamos acostumbrados los lectores de la actual Marvel, sin dejar por ello de reconocer los alicientes de la interconectividad y la continuidad, como mínimo, que dificultará futuros reboots. Pero asumámoslo, somos antes lectores que espectadores, y aunque pueda dispersar el tono de la película, disfrutamos sólo con que salga un logo de S.H.I.E.L.D. Así que, dejando de lado la crítica estrictamente cinematográfica, tenemos que agradecer dichos guiños. Porque el chiste del escudo del Capitán América iba dedicado directamente a los que nos hemos pasado dos años discutiendo un fotograma de la primera película en foros de Internet. Mordemos gustosos el cebo de la carpeta clasificada de la “Iniciativa Vengadores”, y nos encantaría que la FOX permitiera que las cicatrices del parche de Furia pudiera haberlas hecho Lobezno. Somos de los que nos quedamos a ver si había escena de epílogo, y después de casi dos horas de explosiones, espionaje, glamour,  conspiraciones, romance y acción, lo que más nos ha emocionado de la película es que encuentren un martillo en el fondo de un cráter.


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