Los 200 millones de dólares que ha costado “Iron Man 2” representan una cifra que en Marvel sólo había sido superada antes por las terceras partes de “X-Men” y “Spiderman”. Dichas inversiones fueron ampliamente rentabilizadas, pero no todos los personajes de la editorial gozan del mismo tirón popular que sus colegas vengativos, mutantes y arácnidos, ni pueden asumir semejante riesgo. Tanto es así que Marvel Studios anunció en la misma semana de su estreno que se plantea una horquilla mucho más modesta, de entre 20 y 40 millones de dólares, para poder abrirse a toda una gama de adaptaciones de menor perfil, siguiendo la estela de los 131 millones que recaudó “Blade” en 1998 partiendo de un desembolso de 45.Sin embargo, no es la primera vez que Marvel apuesta por abaratar sus producciones. Ya en 2004, “The Punisher” costó apenas 15 millones, tan sólo 5 más que “El Vengador”, la primera adaptación del personaje en 1989 que salió directamente a vídeo, lo que la convierte en el estreno cinematográfico más barato de la historia de la Casa de las Ideas.


En el post relativo a la versión anterior lo habíamos dejado en lo más alto de su trayectoria, con 3 títulos en los kioscos, pero todos ellos acabaron cancelados en 1995 por el progresivo descenso en las ventas, que anticipaba la inminente explosión de la burbuja especulativa comiquera; para entonces, el vigilante clásico se había descontrolado completamente hasta extender su venganza a los delitos menores e incluso meras faltas de civismo. El primer intento de relanzamiento, a cargo del guionista John Ostrander y bajo el extinto sello Marvel Edge, fue prácticamente inmediato; su Castigador, definitivamente enfrentado al bando heroico, se alineó incluso del lado de la Mafia, y acabó siendo asesinado coincidiendo con la desaparición de la línea bajo la apisonadora de los Heroes Reborn.




Cotilleos al margen, la elección de Hensleigh evidencia el cambio de rumbo cinematográfico de Marvel tras los decepcionantes réditos de “Hulk”, pues él fue el autor del guión del primer proyecto de dicha adaptación, abortado por la llegada de Ang Lee. El director hubiera sido Joe Jhonston, para quien Hensleigh había escrito también el libreto de “Jumanji”, producida asímimismo por Hurd; también Jhonston se resarcirá próximamente, como director de la próxima “El primer vengador: Capitán América”. La carrera de Hensleigh como guionista comenzó con varios episodios de “Las aventuras del joven Indiana Jones”, especializándose después en superproducciones de acción, muy destacadamente de la mano de Jerry Bruckheimer, con títulos como “La Roca”, “Armaggedon”, “Con Air” o “60 segundos”, de tono sorprendentemente distinto al que imprimiría después como director a “The Punisher”.

Fue amor a primera vista. Jane estuvo tan impresionado por el trabajo de Bradstreet que consiguió que el departamento de marketing de la película cambiara la imagen prevista para su promoción y contratara al dibujante para emular sus portadas en “Marvel Knights: Punisher”, utilizando lógicamente la imagen del elenco en lugar de sus modelos habituales. Toda la película fue influenciada por el look de dichas ilustraciones, hasta el punto de que también se recurrió a su autor para la escena ”perdida” del flashback de la Guerra del Golfo, eliminada del rodaje por falta de presupuesto y recuperada como un cortometraje animado en blanco y negro para la versión extendida. Más aún, el propio Thomas Jane prolongó su colaboración con Bradstreet más allá de la película: primero, posó para él como Nick Furia para las portadas del arco “Madre Rusia” del MAX Punisher, y en 2005 coescribió junto a Steve Niles una miniserie de ciencia ficción para Image Comics titulada “Bad Planet”, en la que también colaboró el ilustrador.


El principal cambio respecto al origen del cómic, transformar la muerte fortuita de su familia durante un tiroteo entre mafiosos en una vendetta premeditada contra el propio Frank, podría haber centrado la historia precisamente en el núcleo del personaje, los inciertos límites entre justicia y venganza. Así, al igual que en la adaptación de 1989 y prácticamente en toda versión del personaje salvo la original, Castle pasa a ser policía, agente del FBI en esta ocasión (aunque conserve su pasado militar para justificar sus aptitudes), para vincularlo al villano de la función. Hensleigh lleva al menos este manido atajo de guión al terreno del personaje, estableciendo una venganza cruzada: la causa del ataque es el fallecimiento previo del hijo del mafioso en una operación policial comandada por Frank, si bien su muerte sí que fuera fortuita y la víctima no era inocente. Esta estructura ya estaba presente en el “Welcome Back Frank” de Ennis, si bien el matrimonio Saint del filme se separa totalmente de la familia Gnucci del cómic, y se prescinde siquiera de profundizar en la trágica simetría de la paternidad mutuamente arrebatada de los antagonistas, limitándose a un funcional desencadenante de la acción.



Pero cuando la película pierde casi todo su sentido es una vez que Castle se transforma en el Castigador. El espectador espera sumergirse en una intensa ola de violencia, pero los personajes se desdibujan y la trama se vuelve acomodaticia y predecible, prácticamente un telefilme. Se hace difícil además reconocer al personaje original en una intriga sin casi acción, y en una ambientación que le es completamente extraña, de Nueva York a los ambientes latinos de Florida y Puerto Rico sin ninguna causa aparente más allá de que era más barato rodar allí y de que Marvel apuesta claramente por heterogeneizar sus producciones. Hensleigh se guarda al menos suficientes cartas para conseguir recrudecer un final más o menos satisfactorio, pero es frustrante que sólo entonces logre llevar al personaje al punto del que debería haber partido: Frank Castle no asume hasta el epílogo que su misión es castigar a todo criminal para acabar con su impunidad, mientras que durante el resto del metraje, por mucho que hable de justicia, ni queda claro que la sociedad no castigue a los culpables, ni llega a mostrar otra motivación para su cruzada que la mera venganza personal.




Paradójicamente, la misma película nos ofrece un ejemplo de cómo afrontar una traslación literal desde el cómic, su mejor tanto como adaptación y aún como película, la brutal pelea con El Ruso de las mismas páginas de “Welcome Back Frank”. Su gran acierto es escapar al ridículo de su marcado tono cartoon, puro Steve Dillon, añadiéndole el gag musical de “La donna é mobile”. Por lo demás, la banda sonora de Carlo Siliotto pasa demasiado desapercibida, destacando su ausencia en las escenas de acción.

Pese a todo, la labor del director debe ser convenientemente contextualizada, pues aún sin haberse planteado nunca como una superproducción, el proyecto contaba inicialmente con más medios de los que finalmente dispuso. Definitivamente, el Castigador parece gafado en el cine, pues ya su primera adaptación acabó saliendo directamente a video en 1989 porque New World Entertainment, propietaria entonces de la propia Marvel además de productora del filme, quebró en pleno rodaje a consecuencia de la irrupción del tiburón financiero Ronald Perelman. Del mismo modo, la adaptación de 2004 se vio afectada porque su productora Artisan Enterteinment (quien ostentaba los derechos del personaje en tanto que distribuidora de la versión de 1989) fue adquirida por la canadiense Lionsgate durante la fase de preproducción, y para no obstaculizar el proceso de compraventa, el presupuesto de la película y el tiempo previsto para su filmación se vieron repentinamente reducidos. Pese a su inexperiencia, Hensleigh logró al menos una factura técnica mínimamente aceptable en tan sólo 58 días de grabación y un presupuesto manifiestamente insuficientemente, logrando que al menos esta vez sí pudiera estrenarse cinematográficamente.

Dados el personaje y el presupuesto, Hensleigh acierta al homenajear las películas de justicieros de los años 70, huyendo de efectismos y entregándose a la acción física, explosiones y persecuciones de coches, aunque se quede más en la forma que en el fondo. La influencia de Charles Bronson y Clint Eastwood estaba ya muy presente cuando Gerry Conway y Ross Andru crearon al personaje, y en el fondo Garth Ennis no ha hecho más que recuperarla desinhibidamente, aunque la película se quede más en la forma que en el fondo. También debe aplaudirse a este respecto la exhaustiva preparación de Thomas Jane, tanto física como en el manejo de armas y técnicas de combate.

Lógicamente, la taquilla evidenció que “The Punisher” jugaba en una liga distinta a la de las restantes adaptaciones marvelitas. Pero sus 55 millones de dólares de recaudación mundial bastaron para arrojar un saldo positivo gracias a su mísero presupuesto. Además, las ventas de DVDs superaron la propia taquilla, ingresando nada menos que otros 60 millones, 115 sumando ambas cajas, que animaron a Lionsgate y Marvel Studios a continuar la saga, anunciando la secuela para 2006. La hubiera dirigido John Dahl, un especialista en el género negro, y Jonathan Hensleigh preparó una primera versión del guión con Puzzle como villano, mientras que Thomas Jane volvió a someterse a un programa de musculación para retomar el papel de Castle; pero el rodaje, localizado en Lousiana, tuvo que retrasarse como consecuencia del paso del huracán “Katrina”, lo que sólo sirvió para evidenciar lo inmaduro que aún estaba el proyecto: Lionsgate encargó un nuevo libreto a Stuart Beattie, que no aceptaron ni Dahl ni Jane alegando diferencias creativas, y Kurt Sutter rechazó reescribirlo por entender que el presupuesto era insuficiente, acumulando hasta 3 años de retraso. Para cuando encontraron directora en Lexi Alexander y protagonista en Ray Stevenson, ya en 2007, “The Punisher 2: Welcome back Frank” se había convertido en “The Punisher: War Zone”, un reinicio sin ninguna relación con la cinta anterior.
Pero como diría Michael Ende, eso es otra historia que debe ser contada en otra ocasión.
Sigue viajando…
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