Google aprendió en estos años a mejorar la velocidad de respuesta, a trabajar con información en tiempo real, y construyó algoritmos para comprender probabilísticamente cuál será la próxima acción de los usuarios antes de que ésta ocurra…
Google ya no muestra el mundo “tal cual es”, sino tal cual nosotros queremos que sea, tal cual nosotros esperamos que Google nos lo devuelva en cada búsqueda.
La transcripción de arriba sintetiza la idea central del artículo que Mariano Blejman publicó el miércoles en Página/12, y que advierte sobre la “extrema personalización” de la gran burbuja 2.0. El periodista cita al “activista” Eli Parser, que pide “algo de criterio editorial” en los procesos de automatización de la información.
Acaso los responsables de Wikipedia se dieron cuenta antes de esta misma deficiencia. Por eso a mediados del año pasado anunciaron la incorporación de una herramienta de control diseñada para certificar mejor la validez de los contenidos publicados (por lo visto, todavía no la implementaron en las páginas alojadas en la versión argentina).
Además de evocar los reparos de la filóloga y filósofa francesa Barbara Cassin en su libro Googléame, la nota de Blejman lleva agua al molino de quienes despotricamos contra un sistema de retroalimentación cerrada y viciada por donde circulan contenidos definidos como “información“. En Espectadores señalamos este fenómeno cuando nos referimos a Wikileaks en particular (aquí y aquí) y al periodismo en general (aquí, aquí, aquí, aquí).
En el último párrafo de su artículo, el periodista de Página/12 se pregunta “quién puede ser capaz de automatizar la lógica sobre lo que debería saberse” para luego afirmar “será cuestión de mejorar el promedio”. Es probable que pronto algún cráneo pergeñe un algoritmo capaz de limitar, controlar, ¿disimular? la “extrema personalización”, pero da la sensación de que el problema aquí planteado excede la cuestión informática.
Los grandes protagonistas del mundo online parecen apostar todas sus fichas a esta capacidad anticipatoria desarrollada por Google, entre otros buscadores y redes sociales (José publicó un interesante post al respecto). Organizar y presentar contenidos sobre la base de preferencias y experiencias de navegación contribuiría a la tan mentada fidelización.
Los adoradores del marketing, chochos. En cambio, otros usuarios de Internet tememos el avance de tanta automatización, quizás porque no creemos que las tecnologías de la información se apliquen de manera tan transparente, aséptica, neutra como suele afirmarse.
Es cierto que está en nosotros evaluar la calidad de los contenidos difundidos, y que el espíritu crítico es el gran antídoto contra el pensamiento único. Sin embargo, en un círculo que parece cerrarse/viciarse cada vez más, este argumento parece destinado a convertirse en falso consuelo.