Todos en cualquier momento de nuestra vida hemos pasado por circunstancias extremas o dolorosas, que en ocasiones se nos escapan de las manos. Una enfermedad grave, un accidente, una ruptura, la pérdida de una persona querida. En situaciones así siempre anda alrededor la sombra de la culpa. Y nos preguntamos: "qué habré hecho mal", o "como podría haberlo evitado". Aunque sabemos racionalmente que éstas frases no tienen sentido, el inconsciente buscará a través del miedo, alimento para la culpa con ideas irracionales y negativas.
Pero no somos seres solitarios, estamos rodeados de otras personas y éstas a su vez de otras y entre todos generamos circunstancias, situaciones que es imposible que lleguemos a manejar completamente. La única responsabilidad real de cada persona en cualquier situación es la de trabajar la actitud frente al hecho, el como la vivimos.
Y cuando la vivimos en tercera persona tenemos que ser una contribución ante quien está sufriendo. No ayuda mucho que le hagan pensar demasiado a través de frases como: "Seguro que todo ésto guarda una enseñanza","Eres responsable de tu actitud", etc, etc. etc
En momentos de crisis, o límites, cualquier idea que le llegue a la mente será traducida a través del estado de ánimo, tal vez para alimentar a la culpa.
La vida es un 10% circunstancias y un 90% la actitud con la que la vivimos.
Seamos una contribución positiva a mejorar ese 90% de los demás. Con pequeñas cosas, con detalles de los que llamamos triviales o superficiales. La mente en momentos críticos no necesita pensar tanto, ya que el "traductor"(estado de ánimo negativo) está ahí al acecho. Y la única forma de despistarlo poco a poco es justamente subir el nivel, trabajando la actitud.