Olimpiadas diarias, Julio de 2012. Levantamiento de jarra, comentario en terraza veraniega. Varón de unos 45 años que corre maratones por todo el mundo, hace larguísimas rutas en bici, y aún le sobra tiempo para sorber cerveza helada. Habría escalado el Everest con zapatos de tacón, si en la zapatería tuvieran su número (eso no lo dice él, lo pienso yo):
Londres 2012, olimpiadas. Una adolescente china de 16 años, promesa de la natación, rompe records mundiales y rebaja varios segundos sus mejores registros. En apenas unos meses, ha atravesado la barrera de la alta competición para llegar al Olimpo de los semidioses; es capaz de ser más rápida que la élite de la natación masculina. Que sepamos, nunca ha estado expuesta a una sobredosis de rayos gamma, ni se encuentra en las escuela del profesor Charles Xavier. El reloj de la evolución lleva unos miles de años parado pero, ¿qué decir? Nos gustan los héroes y las heroínas, aunque sean niños y les arruinemos la vida. Callamos y sonreímos. Y nos sentimos partícipes de la fantasmada por guardar silencio. Si la chica fallece joven, de muerte “natural”, a lo Florence Griffith, sonreiremos menos. La chinita muerta perderá la chispa.