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Ciudad de Dios

Publicado el 09 julio 2014 por Icreadas @icreadas

 

Jugadores brasileños rezando tras la derrota

Jugadores brasileños rezando tras la derrota

En un país donde el fútbol es algo más que una religión, ayer mataron a su Dios. A sus esperanzas, a su milagro, a su válvula de escape ante una situación social bastante difícil en una de las llamadas economías emergentes. Brasil cayó en picado dentro del que hubiera sido su mejor sueño: llegar a la final para ganar el Mundial en su propio país. Y la pesadilla ha dejado marcados a muchos. Algunos, al finalizar el encuentro, ya mostraron esa ira acumulada, o más bien tapada debajo de la alfombra del Mundial, que esconde una realidad bastante compleja y alejada de tópicos. Ayer, el canto del himno ‘a capella’ por parte de los jugadores y los aficionados no sirvió para nada. Es más, visto ahora parece más una cruel mofa ridícula del espectáculo alemán que posteriormente siguió a estos rituales pre-partido. Alemania desplegó un fútbol total, perfecto, imparable y destructor como si de un huracán se tratase. Los rezos de los jugadores demostraron que la fe por si sola no garantiza la victoria, ni el peso de ser pentacampeón, ni la presión desmedida de ser el país anfitrión. Y volvemos a las ilusiones creadas. Al hecho de volcar en un equipo, en unos deportistas, nuestro fanatismo para escapar de una realidad que no nos convence ni satisface. Una realidad que duele. Entonces esa desilusión cuando sucede la derrota te lleva a buscar culpables. Siempre buscando culpables. Esa mezquina concepción moral-religiosa de buscar chivos que expíen nuestro dolor y liberarnos de esa carga maldita. Eliminar culpas mediante el sacrificio, como se vio en aquellos aficionados que pitaban a Fred, como si fuera él el culpable de todos sus males. Qué hacer cuando Dios te ha abandonado ante una apisonadora alemana que ha roto todos los castillos de arena de tu hermosa playa al sol de un verano sin fin. David Luiz rezó y pidió perdón, entre lágrimas, a sus compatriotas. Otros salieron a la calle a quemar autobuses. Todo revuelto, confuso y apasionado. Lejos de la racionalidad de un fútbol exquisito, preciso y efectivo como el de la selección de Joachim Loew, ayer en Belo Horizonte.

Como señala Antonio Jimenez Barca en su excelente reflexión (“¿Y ahora?”) post-hecatombe canarinha “Ahora la realidad se impone. Y la sombra de las protestas y las manifestaciones y el malestar que quedaron narcotizadas mientras la pelota rodaba a favor del equipo, surge de nuevo”.

Brasil 1 – Alemania 7 . Y la vida sigue.

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Cabeleira, el mago del balón en Ciudad de Dios

Al igual que la vida sigue en esas favelas que el Mundial ha querido tapar y silenciar. En ellas los parias del capitalismo siguen en luchando por sobrevivir con dignidad entre la marginalidad. Y tal y como le sucede a Buscapé, protagonista de la gran película de Fernando Meirelles, ‘Ciudad de Dios’, en esos lugares hay un rincón para la esperanza y la creatividad gracias a la fotografía. Eso es lo que consiguió el proyecto del fotógrafo Christophe Simon, responsable de fotografía de AFP en Brasil. Mientras cubría las operaciones de «pacificación» de las favelas, se dio cuenta de que los niños de estas barriadas quedaban fascinados por la labor de este reportero-fotógrafo. Así que hace un año, Simon acudió a la favela Ciudad de Dios acompañado por Tony Barros, fotógrafo brasileño que le ayudó a encontrar niños voluntarios de edades comprendidas entre los 10 y 15 años para realizar un proyecto en el que los propios chavales tenían que fotografiar su entorno. Durante  cinco meses y equipados con cámaras prestadas por Nikon, los 18 aprendices de fotógrafo reflejaron con sus fotografías la vida que les rodeaba, con el fútbol como tema obligado. Esta iniciativa les permitió descubrir lugares y experimentar situaciones desconocidas para ellos hasta entonces. Aquí podemos ver un ‘making of’ de este interesante reportaje.


 


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