Nuestra despedida de Toledo, ese venerado reflector de la vida y usos de unas cuatro razas distintas, nos deja la impresión de que aún debemos realizar una visita más tranquila; llevamos saudades de una convivencia imaginaria con algunos personajes legendarios que vivieron en una época de civilización barbarizada; con los feudalismos intransigentes de un absolutismo férreo; con las soberbias ostentaciones de un clericalismo poderoso; con imágenes suavísimas de unas damas beatas y romanescas; con todo, en fin, lo que se siente y prende por los objetos sacros y profanos que transformaran la antigua corte de los reyes castellanos en un erario inagotable de memorias pasadas.
Toledo, en verdad, ante las transformaciones de nuestros días y en el transcurso de los siglos por venir, si el martillo de las manos de los innovadores modernos no la destruyen, continuará siempre ostentando el nombre pomposo y justo de verdadera ciudad museo.
DAVID CORREIA SANCHES FRIAS Notas a lapis. Passeios e digressoes peninsulares (1886)