Charles Foster Kane es el ejemplo del hombre vanidoso, ambicioso e individualista que en ocasiones se oculta detrás de la simpatía y el entusiasmo. Así, sin duda es alguien seductor e incluso se ve como un ejemplo a seguir. En realidad, estas descripciones no hacen más que poner al típico líder que, detrás de un discurso bondadoso dirigido a las multitudes menos favorecidas, piensa antes, durante y cuando sea, en sí mismo.
El mejor ejemplo de dicho estereotipo es el periodista, ese ser que ante todo, va en búsqueda de la verdad y desea salvar al mundo (obviamente de él mismo no). Pero claro, eso lo realiza mientras se hace famoso, presume el alcance de lo que o de dónde escribe y aspira a que los demás piensen como él lo hace, mostrándoles las situaciones importantes en las que deben centrar su atención. Y de ahí a ser político, sólo hay un paso. Aunque parezca que justo es en contra de lo que estaría el periodista.
Lo más destacable de Ciudadano Kane (1941), todo un clásico que se debe ver sí o sí, es la maestría para ordenar los elementos de la historia de tal forma que la película nunca cae en un maniqueo ni resulta tan predecible como podría serlo, sumado al protagonismo de Orson Wells, que le dota de características propias a un personaje que estuvo en su auge y caída.
Cosmópolis (2012)
Pensaba si el sexo, el poder y la información son tres cosas fundamentales que anhela cualquier ser humano y al cultivarlas y conseguirlas, hace todo lo posible por mantener el estatus que éstas le otorgan. Se entendería que lo hace para sobrepasar frente a otras personas. Aunque también el objetivo podría ser para mantener una vida ordenada. Esa es una de las premisas de Cosmópolis (2012) , cinta dirigida por David Cronenberg, basada en la novela del mismo nombre escrita por el neoyorkino Don DeLillo.
Cronenberg utiliza la premisa anterior para mostrar a través de Eric Packer (Robert Pattinson) la influencia que ejerce en un joven el pensar la vida en billones de dólares. Así, se visualizan a cada instante escenas de una brutalidad en apariencia inofensiva y cotidiana, que se traduce en el porqué Eric gasta en lujos tal vez innecesarios pero que sin duda lo hacen sentir como un drogadicto que tiene algo, que eso es de él.
Lo anterior es lo más interesante, esas escenas que de acuerdo con DeLillo en una entrevista, fueron como ideó la novela: a partir de ver limusinas blancas, imaginó a un joven rico que paseaba dentro de ellas. La película de David Cronenberg es fiel y constante en mostrar esas imágenes absorbentes y actuaciones inquietantes que aunque no se redondeen, demuestran una crítica a la avaricia, el capitalismo, la violencia y el sin sentido de la vida, y así resulta una atinada invitación hacia la novela del escritor Don DeLillo