Ciudades del crimen: una geografía del mal en la novela negra.
La novela negra es un género literario que se caracteriza por su ambientación urbana, llena de atmósferas y paisajes amenazantes. Estos escenarios son vistos como un personaje más en la trama, condicionando la acción y la investigación del crimen. La geografía del crimen es amplia y variada, abarcando diferentes ciudades y épocas.
Desde la Aosta italiana hasta las calles de Tel Aviv, pasando por Baltimore, París o La Habana, cada lugar tiene su propia historia y características que influyen en la trama de la novela. La vida cotidiana de los cubanos es retratada por Leonardo Padura en su serie de novelas sobre el comisario Mario Conde, mientras que el París de los años 80 es el escenario de la lucha contra el tráfico de drogas y la corrupción en la novela «Oro negro».
En Baltimore, Laura Lippman muestra la otra cara de la ciudad a través de los ojos de una reportera, mientras que, en Londres victoriano, Robert Louis Stevenson inventó la dualidad de Dr. Jekyll y Mr. Hyde. Buenos Aires, Roma, París y Glasgow son algunas de las otras ciudades que se han retratado en novelas negras.
La pandemia también ha tenido un impacto en la geografía del crimen, como se ve en la serie de Petros Markaris sobre el comisario Kostas Jaritos en Atenas, donde el crimen sigue latente a pesar del aislamiento y la clausura de la ciudad.
La ciudad es un espejo y refugio del mal, y la novela negra se aprovecha de esto para reflexionar sobre la pérdida de la memoria, el paso del tiempo, la inmigración y el crimen organizado. La ciudad es un altavoz en el que el crimen se amplifica y encuentra su propio eco.
La novela negra es un género que se nutre de los escenarios en los que transcurre la acción, cada uno con su propia historia y características que influyen en la trama. La geografía del crimen es amplia y variada, abarcando diferentes ciudades y épocas, y la ciudad es vista como un personaje más en la trama.