El conjunto del planeta está inmerso actualmente en un proceso de urbanización acelerada. Entre los años 1950 y 2000, la población urbana del mundo, incluidos los países en desarrollo, se ha más que triplicado, ha pasado de setecientos cincuenta millones a dos mil novecientos millones de personas.
Las próximas décadas deberían confirmar esta tendencia, salvo que se produzca una desaceleración, cosa improbable. La población urbana del mundo aumenta, actualmente, en un millón de personas por semana, y ese ritmo debería acelerarse según Naciones Unidas, que prevé una población mundial de ocho mil millones de personas en 2030 (la población urbana de los países en desarrollo debería doblarse, pasando de poco menos de dos mil millones en el año 2000 a cerca de cuatro mil millones en el 2030).
Demografía, Ciudad y Hábitat
Según estas misma previsiones, habrá veintiuna ciudades con más de diez millones de habitantes en 2015; se estima que hacia 2050 dos tercios de la población mundial vivirá en ciudades. La mayor parte de ese incremento afectará a los países en desarrollo cuyas ciudades deberán acoger al menos a dos mil millones de habitantes más que hoy.
La particularidad de la urbanización de la mayoría de los países del Sur, comparada con la de los países del Norte, es la amplitud y la velocidad con que se ha llevado a cabo, es el crecimiento acelerado de la pobreza y el rápido desarrollo de los bidonvilles. También es la existencia de un sector de la economía informal que se ha desarrollado a toda velocidad, pues, a diferencia de las ciudades occidentales, la mayoría de las ciudades del Sur (esencialmente en África) ha crecido sin desarrollo económico, sin industrialización ni aumento de la productividad agrícola.
A causa de las políticas impuestas por el FMI, el incremento de la pobreza en el transcurso de las décadas de 1970 y 1980 ha transformado los bidonvilles “tradicionales” en megabidonvilles. Mil millones de personas se hacinan en esas aglomeraciones, lugares de reproducción de la miseria, inestables, contaminados y peligrosos.
Megavidonville
Asistimos a una hipertrofia urbana, agravada por la inundación masiva de productos manufacturados procedentes de los países desarrollados, y a una especialización excesiva de la agricultura no destinada a la subsistencia.
Ese crecimiento urbano está marcado esencialmente por una afluencia de poblaciones pobres procedentes de las migraciones rurales hacia la ciudad, que ejerce una atracción que no debemos subestimar.
Una población cada vez más numerosa busca en ella la solución a su miseria. La ciudad le parece una alternativa de progreso, de oportunidades de trabajo, pero también un espacio de libertad y un lugar de vida.
La ciudad puede ofrecer oportunidades
El éxodo rural aumentará día a día el tamaño de los bidonvilles donde se autoproduce la miseria: asistimos, pues, a su multiplicación y extensión dentro y fuera de las ciudades del Sur.
Esos barrios de chabolas que nacen y crecen sin planificación urbana son, a menudo, el producto de ocupaciones o invasiones ilegales de terrenos aún disponibles. A menudo, también son templos de la marginalidad, la insalubridad, las violencias urbanas, la criminalidad, los problemas de salud y de tráfico de drogas. Sin embargo, en ciertas sociedades del Sur, dentro de esos espacios nacen sistemas de una solidaridad recuperada donde se logra atenuar la miseria.
Barrio de Chabolas
En todos esos países se ha observado el mismo escenario: crecimiento urbano acelerado, éxodo rural masivo, incremento de las desigualdades (el índice de las desigualdades ha alcanzado su apogeo durante los cuatro últimos decenios). Aunque las causas de la amplitud de ese crecimiento sean complejas, podemos distinguir en el proceso tres fases principales:
1.- la primera está ligada a la época colonial (un periodo carecterizado por la contención del fenómeno de urbanización ejercida por los poderes establecidos).
2.- la segunda fase (1950-1970) se caracteriza por un crecimiento urbano acelerado, ligado a la inestabilidad política (guerras de independencia en algunos países) y por la mecanización del campo.
3.- finalmente, la tercera fase (1970-2000) está marcada por los PAE (planes de ajustes estructurales). Este periodo ha conocido un segundo brote de crecimiento urbano provocado por dichos planes que promueven el Banco Mundial y el FMI y que han agravado la pobreza en estos países y han contribuído a los fenómenos de éxodo hacia la ciudad de una fracción importante de las poblaciones rurales que emigra en busca de empleo.
Treinta años después de la implementación de estos planes, las consecuencias son dramáticas. Según los estudios de la OIT (Organización Internacional del Trabajo), la pobreza ha aumentado en un 50% durante ese periodo.
En todas partes la renta media de los PED ha bajado: en un 30% en Argentina, en un 20% en Brasil, en un 40% en Venezuela. En toda África, en el Magreb, los ajustes han provocado recortes dramáticos en las economías urbanas y, por lo tanto, una caída del poder adquisitivo.
En Costa de Marfil, por ejemplo, la pobreza urbana se ha multiplicado por dos entre 1987 y 1988. En todas partes la extrema pobreza se urbaniza cada vez más, y crece en unas proporciones dramáticas.
En un número cada vez mayor de países del Sur, asistimos simultáneamente a la emergencia de una ciudad dual: por una parte, esos países conocen un boom notable en la construcción de hoteles de lujo, de infraestructuras como autopistas y equipamientos turísticos; los nuevos ricos proliferan y hacen crecer los barrios de lujo protejidos. Por otra parte, millones de personas se hacinan en los bidonvilles en unas condiciones indecentes.
Fuente: LA VÍA para el futuro de la humanidad (Edgar Morin)