Sabemos que los avances en inteligencia artificial (IA) están transformando las ciudades inteligentes, mejorando su eficiencia, sostenibilidad y capacidad de adaptación.
Como hemos visto, estas tecnologías habilitadoras digitales (THD) permiten gestionar en la smart city los recursos y servicios urbanos de forma más dinámica y anticiparse a situaciones imprevistas, fomentando además una interacción más fluida entre la administración y la ciudadanía.
En este proceso, la IA se ha consolidado como un motor esencial para la transición hacia modelos urbanos más sostenibles y centrados en las personas.
Su aplicación abarca ámbitos como la eficiencia energética, la movilidad sostenible, la gestión de residuos, el diseño urbanístico, la participación ciudadana y la mejora de los servicios públicos, promoviendo una visión optimista y colaborativa sobre el futuro de las ciudades inteligentes.
Vamos a continuar con otros ámbitos relevantes de aportación.
1. Urbanismo y planificación con inteligencia artificial
La planificación urbanística tradicionalmente se basaba en procesos lentos y datos históricos. Hoy, la IA permite un urbanismo dinámico y proactivo, sensible a lo que ocurre en tiempo real en la ciudad y capaz de anticipar necesidades antes de que se hagan críticas.
Un concepto esencial aquí es el de gemelo digital, que consiste en una réplica virtual de la ciudad que integra toda clase de datos (tráfico, clima, población o consumo energético) en tiempo real.
Estas simulaciones urbanas permiten experimentar con distintos escenarios como si se tratara de un videojuego, pero con consecuencias muy reales. Por ejemplo, se puede proyectar cómo afectaría una nueva línea de metro al mapa de congestión, o qué zonas quedarían bajo el agua ante una inundación extrema.
Al integrar algoritmos de IA en el gemelo digital, los planificadores obtienen un análisis profundo y recomendaciones optimizadas, lo que transforma la planificación tradicional en un proceso flexible y adaptativo en lugar de rígido.
Un ejemplo concreto del uso de IA para comprender problemas urbanos es el estudio Urban Heat Snapshot de la ingeniería ARUP. Este proyecto empleó IA junto con imágenes satelitales para mapear las islas de calor en 6 grandes ciudades del mundo, revelando, por ejemplo, que el centro de Madrid puede registrar hasta 8,5° C más que su periferia rural.
Con hallazgos así, las autoridades pueden tomar medidas informadas (más zonas verdes, materiales reflectantes …) para mitigar el calor urbano. Del mismo modo, los sensores ambientales distribuidos (calidad del aire, ruido, agua) generan datos que la IA analiza para ayudar a diseñar ciudades más resilientes frente al cambio climático.
La IA generativa aporta herramientas novedosas para el diseño urbano y la arquitectura. Plataformas emergentes como UrbanistAI permiten tomar una imagen de una calle o plaza existente y, mediante IA, generar propuestas visuales de rediseño con arreglos más verdes, peatonales o amigables. Este tipo de visualizaciones facilita la participación, ya que los vecinos pueden ver cómo quedaría su barrio con ciertos cambios antes de que se realicen.
No cabe duda de que esta nueva visión urbanística ofrece la oportunidad de repensar la ciudad del siglo XXI. Podemos aspirar a urbes más compactas, verdes y policéntricas, donde la configuración rígida de zonas de paso a usos mixtos adaptables según la hora o la temporada, todo ello optimizado con la inteligencia de los datos.
Y siempre poniendo el foco en el bienestar de las personas. Recordemos que, como señala la UNESCO, la IA puede transformar radicalmente los servicios urbanos, pero debe hacerlo facilitando decisiones informadas, eficientes y centradas en las personas.
2. Beneficios para el medio ambiente y la sociedad
Integrar IA generativa en las ciudades no es solo una cuestión de tecnología, sino un medio para lograr beneficios tangibles en sostenibilidad y calidad de vida ciudadana.
En el aspecto medioambiental, las mejoras en eficiencia energética, movilidad y residuos se traducen directamente en menos emisiones de gases de efecto invernadero (GEI) y menor contaminación local. Por ejemplo, optimizar el tráfico y promover el transporte eléctrico reduce la contaminación del aire en las calles, mejorando la salud pública.
Una gestión inteligente de la energía significa menos dependencia de combustibles fósiles y un mejor aprovechamiento de las energías renovables, contribuyendo a mitigar el cambio climático. A la vez, la ciudad que recicla más y desperdicia menos recursos alivia la presión sobre vertederos y ecosistemas naturales.
Desde el punto de vista social, una ciudad inteligente bien planteada es más inclusiva y habitable. Los sistemas de transporte optimizados acortan los tiempos de viaje, dando a la gente más tiempo libre y menos estrés.
Los servicios públicos digitales acercan la administración a quienes antes tenían difícil acceder (por barreras físicas, horarias o idiomáticas), fomentando la equidad. La participación ciudadana potenciada por IA hace que las decisiones urbanas reflejen mejor las necesidades reales de la población, fortaleciendo la democracia.
Incluso la seguridad puede mejorar, ya que, aunque con cautela, la IA puede detectar patrones anómalos que alerten de incidentes o riesgos (incendios o accidentes) con antelación, permitiendo respuestas más rápidas y salvando vidas.
Otro beneficio clave es que estas innovaciones suelen traer aparejado un impulso económico. La transformación hacia una ciudad más tecnológica y verde genera demanda de nuevos perfiles profesionales, startups e inversiones.
En términos de calidad de vida, una urbe con menos ruido, aire más limpio, espacios públicos verdes bien cuidados y servicios personalizados se convierte en un entorno más agradable para vivir, trabajar y crecer.
3. Riesgos y desafíos éticos
A pesar del entusiasmo, implementar IA generativa en la ciudad conlleva desafíos importantes que no podemos pasar por alto.
Uno de los principales es garantizar la privacidad de los datos. Para funcionar, una smart city recopila información constante de sensores, cámaras y dispositivos ciudadanos, lo que plantea el riesgo de una vigilancia excesiva o mal uso de datos personales.
Es imperativo establecer límites claros sobre qué se recoge y con qué fines, así como proteger esos datos frente a ciberataques
Relacionado con ello está la cuestión de la transparencia y la rendición de cuentas. Muchos algoritmos de IA son cajas negras, ya que toman decisiones (cómo asignar el presupuesto de limpieza a distintos barrios, por ejemplo) que podrían tener sesgos ocultos.
Si la ciudadanía no entiende por qué se toman ciertas medidas, podría generarse desconfianza. Por eso, se insiste en la necesidad de algoritmos explicables y de involucrar a la población en el diseño de estas herramientas.
La participación ciudadana en la definición de las reglas del juego digitales es clave para que la IA no reproduzca desigualdades, sino que actúe como catalizador de inclusión y justicia social.
Los sesgos algorítmicos son otro riesgo, pues si los datos históricos con los que se entrena la IA contienen prejuicios o exclusiones (por ejemplo, menos inversión histórica en ciertos barrios), la IA podría perpetuarlos al sugerir políticas futuras.
Evitarlo requiere diversificar las fuentes de datos, revisar regularmente las salidas del sistema y asegurar la intervención humana en decisiones sensibles. La brecha digital también podría ensancharse debido a que no todos los ciudadanos tienen las mismas capacidades tecnológicas, de modo que es necesario acompañar la transformación con programas de educación digital e interfaces fáciles de usar para personas mayores o con discapacidad.
En el plano ambiental, paradójicamente, la IA tiene su propio coste ecológico. Los modelos avanzados de IA (especialmente los generativos) demandan gran poder computacional para entrenarse y operar, lo que implica un consumo energético considerable.
Debemos procurar que la infraestructura que soporta a las smart cities sea a su vez eficiente y alimentada con energías limpias, para que el remedio no termine agravando el problema.
Finalmente, está el desafío de la gobernanza. ¿Quién controla los sistemas de IA urbanos y qué pasa si fallan? Un error en un algoritmo de gestión de tráfico podría causar caos, y una dependencia excesiva de la automatización puede hacer que los humanos pierdan pericia para intervenir cuando sea necesario.
Por ello, muchas administraciones están avanzando con precaución e instaurando guardarraíles regulatorios. Organismos internacionales como la Alianza Global de Ciudades Inteligentes del G20 han propuesto principios rectores para el uso responsable de estas tecnologías, enfatizando la ética, la seguridad y la resiliencia.
En resumen, hace falta un equilibrio entre la innovación y la protección de los derechos y el bienestar de los ciudadanos.
4. Conclusión
La evolución de la smart city con IA generativa nos muestra un horizonte apasionante, que nos lleva a conseguir ciudades más eficientes, sostenibles y humanas.
Los casos de éxito que hoy vemos en lugares en ciudades repartidas por todo el Planeta son apenas el inicio de una transformación mayor. Cada semáforo optimizado, cada edificio inteligente, cada chatbot al servicio del vecino, son pasos hacia urbes donde la tecnología y la naturaleza coexisten en armonía.
Sin embargo, lograr esa visión requiere algo más que algoritmos: necesita liderazgo político, colaboración público-privada, y una ciudadanía informada y partícipe.
En última instancia, construir ciudades inteligentes y sostenibles es un proyecto colectivo. La IA generativa es una herramienta poderosa que puede impulsarnos en la dirección correcta, pero debemos guiarla con valores y propósito.
Si lo hacemos bien, las próximas generaciones heredarán ciudades más limpias, seguras y amables, donde el desarrollo tecnológico vaya de la mano con la sostenibilidad y la calidad de vida.
La transición hacia ese modelo ya ha comenzado, y ahora nos toca a todos acelerar su marcha de forma responsable, asegurando que la inteligencia (artificial o humana) se ponga al servicio de un futuro urbano mejor para todos.
El artículo Ciudades que aprenden: cómo la inteligencia artificial impulsa a la Smart City (2) se publicó primero en ecointeligencia.
