Hablemos claro: House of Cards es una mamarrachada. No lo juzgo, no lo condeno, pero me asombra y espanta que tantos críticos hablen de la "exquisita inteligencia" de esta serie mientras ponen en duda la calidad de otras como Sense8. Recopilemos: hablar de política, capullos y asesinatos, BIEN, prestigioso; hablar de problemáticas LGTB, personajes bondadosos y amor, MAL, cutre y "poco verosímil".
Entiendo que House of Cards cuenta con dos actores extraordinarios como lo son Kevin Spacey y Robin Wright, además de una estética cautivadora y elegante, pero eso no invalida que la serie se valga de golpes de efecto absolutamente ridículos y de un cansino mantra –"todo por el poder"– que, lejos de volver a sus personajes complejos como tantos críticos sostienen, los vuelven, en realidad, más simples que los botijos de mi tía Paqui.
Increíble que una sola escena pueda al mismo tiempo gustarte, desagradarte, darte vergüenza ajena y excitarte sexualmente.Considero preciso rajar de muchas cosas de una temporada de House of Cards que me ha dejado más indiferente que nunca pero, para que veáis que en mi tierno corazón albergo algo que más veneno y reproches, comenzaré hablando de lo mejor. Y es que la quinta temporada de House of Cards también ha tenido grandes elementos a su favor tales como
Bien, ya está. Ahora pasemos a rajar. Lo de empujar a personas que pueden perjudicarte para librarte de ellas es algo que puede estar muy bien como bombazo inicial de la segunda temporada –aún sigo con la boca abierta desde esa brutal e inesperada muerte de Zoe Barnes–, pero repetir la jugada con tu propia Secretaria de Estado en las escaleras de DENTRO de la Casa Blanca no es "molón": es una soberana memez; una forma desganada y sin ningún ingenio con la que resolver un conflicto. El tratamiento de esa trama representa, al mismo tiempo, una de las cosas que más aborrezco de House of Cards: nunca hay consecuencias de peso, los Underwood eluden sus problemas con una facilidad pasmosa que resulta muy poco verosímil.
La recta inicial de temporada, por otra parte, resultó poco estimulante. Will Conway, aunque guapísimo y con culazo, no resultaba un rival a la altura para Francis. Lo que me lleva al segundo punto negativo: la ausencia de rivales formidables, de otros "Francis", para los Underwood. Sus enemigos o bien juegan según las reglas, como Cathy Durant, o bien son malos... pero idiotas, como el congresista Romero (léase Rrrhrhrhhomerrhrhrhrho), que poco aportó a la trama de la temporada aparte de una barba estupenda y un apellido divertido.
El turno de Claire Underwood
Lo mejor llegaba en la parte final, durante los últimos episodios. No es solo que conociéramos al enigmático personaje de Patricia Clarkson, sutil e inteligente, sino que House of Cards explotaba su mejor baza: la relación entre Francis y Claire, ese desequilibrio de poder entre ambos que Claire siempre ha masticado en silencio, callando y aguantado que Francis, aunque diera la impresión de buscar el beneficio de ambos, en realidad siempre se colocara a él un escalón por encima. Porque aunque Claire sea, además de Doug, la única persona que él respeta, no la considera una igual. Que Claire rompiera la cuarta pared esta temporada y nos hablase directamente a nosotros (uno de los momentos más sublimes de la serie), era en sí mismo toda una declaración de intenciones de lo que estaba por venir.
El mejor momento de la vida, así en general.
El gran protagonismo de Claire es lo que ha salvado a esta temporada de ser un desganado "más de lo mismo". Ella, Diosa del Universo, ha debido asesinar a su amor por el bien de su carrera. Y lo cierto es que no dejo de darle vueltas a esa intensa escena y a su significado. Claire siempre ha estado al tanto de los crímenes de Francis, ha sido una cómplice silenciosa que los permitía, pero ahora ella misma ha tenido que mancharse las manos. Lo que nos quiere decir House of Cards es que ella es realmente una igual a Francis: dispuesta a hacer lo que sea por el poder. Y aunque esta historia SÍ es auténticamente "molona", me resulta algo simple. ¿No es exactamente lo que ya pasó con Francis y Zoe –aunque sin amor de por medio–, e incluso, salvando las distancias, con Doug y Rachel? ¿El asesinato es la única forma que tiene esta serie de desarrollar a sus protagonistas?
Claire me resulta un personaje mucho más complicado y estimulante que Francis. Su capacidad de amar, su sensibilidad, y su fuerza para sobreponerse a todo eso, resulta más interesante que los discursos de Francis. Porque sí: Kevin Spacey es magnífico, me trago cualquier escena suya con gusto –especialmente las de sexo–, pero TODO lo que dice se reduce a ese mantra de "meh, meh, poder, meh, meh, mataré incluso a Claire si debo hacerlo". Las sutiles escenas en que demuestra tener una cierta capacidad de amar, como cuando volvió a contemplar esa pared con tanto significado, recuerdo de su relación con Meechum, me saben a poco. Si esto es un personaje complejo –un hombre cisgénero blanco que vive por y para el poder y acude a campamentos machunos–, que baje Dios del Cielo y lo diga.
¿La ves molesta? NO. Claire no está molesta por tus insultos sexistas.
Es Claire quien da juego, quien genera el verdadero conflicto. Prueba de ello, sus lágrimas al asesinar a Tom Yates. Pero, ¿el hecho de que lo mate no es, en cierto sentido, acudir a la opción "fácil" de nuevo? El esquema es el mismo: X personaje está pululando y metiéndose en fregados hasta que se convierte en un problema y es asesinado por los Underwood o su perrito faldero. Eso ha ocurrido, aparentemente, también con el personaje de la bellísima y desaprovechada Neve Campbell, y casi con Lisa, la novia de Rachel que espero que se convierta en una rubia vengativa a lo Kill Bill y se los cargue a todos.
Me parece emocionante que House of Cards vaya a jugar a un "juego de titanes", enfrentando a dos tiburones que parecen predestinados a destruirse el uno al otro, pero lo que me chirría es la forma chapucera en que hace avanzar la trama, repitiendo siempre las mismas ideas y dando un tratamiento muy pobre a los secundarios, quienes por un motivo u otro siempre quedan muy por debajo del interés que genera LA pareja o, más concretamente, Claire Underwood. Tal vez la sexta temporada, con Claire como nueva presidente, sepa renovar una fórmula narrativa ya demasiado desgastada.
Isidro López (@Drolope)