No me puedo considerar claustrofóbico, pero los lugares cerrados, con mucha gente y poco oxígeno me dan terror. Es un terror moderado y controlable, pero ahí está. Por ejemplo, en el Metro, cuando se va la luz a mitad del túnel y el convoy se detiene, sufro minutos de angustia, más si mis carnes sienten el sudor fresco o caliente de los demás usuarios que me apachurran.
El 20% de quienes sufren de esta fobia intentan quitarse la vida. La claustrofobia se define como el Miedo irracional por estar en lugares pequeños o cerrados. De acuerdo al doctor Héctor Hernán Tovar Acosta, en México hay cerca de un millón de personas que sufren de este mal... no los culpo.
Según el IMSS, la claustrofobia, es una enfermedad que para quienes la sufren, puede llegar a significar la muerte por suicidio.
En esta ciudad estamos uno encima del otro. En mi caso, en la pequeña oficina en la que estoy todo el día, trabajamos hasta cinco personas. Si yo muevo de más el codo derecho, le pego a mi compañera, si echo atrás mi silla, impido el paso... Es una mentada de madre el espacio que tenemos para maniobrar.
Y para acabarla de joder, una de mis compañeras está más neurótica que yo y cierra la puerta porque los compañeros de afuera hacen mucho ruido y le impiden concentrarse... Y los demás que vivimos en la oficina que nos cargue la más flaca!!
Largas e inútiles peleas con la compañera para hacerle ver que hay más en ese pequeño espacio en el que necesitamos respirar y ventilarnos... Siento que me da taquicardia, comienzo a sudar y tengo la sensación inevitable de que me voy a asfixiar, de que me falta el aire. Y sólo falta que me hagan enojar para que explote. Afortunadamente eso no ha pasado y nadie me ha visto perder el control en la oficina. Sería demasiado íntimo hacer eso, como desnudarme frente a un grupo de desconocidos.
A mí particularmente no me dan ganas de tirarme por la ventana desde el décimo piso, pero sí tirar a todos mis compañeros uno a uno y escuchar cómo su grito se va ahogando hasta callarse en el pavimento.