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Revista Opinión
Parece como si de pronto nuestro Gobierno hubiera centrado su discurso (frente a la resistencia de la población a las medidas anti-crisis), como en un problema de violencia. Los medios de comunicación afines a las tesis derechistas se han dedicado a centrar la resaca de la huelga general en los piquetes, o en los incidentes aislados de grupos minoritarios de manifestantes, que provocaron la rotura de cristales de comercios o daños al mobiliario urbano. El elemento esencial en la violencia es el daño, tanto físico como psicológico. Hay variadas formas de destrucción que no son solo las lesiones físicas, están las humillaciones, las amenazas, el rechazo,... Por supuesto que violencia también es el resentimiento y el odio. La violencia trae violencia, como decía Gandhi: Ojo por ojo y todo el mundo acabará ciego. Pero la violencia puede además, ser justa o injusta, legítima o ilegítima, encubierta o abierta, estructural o individual. Y desde mi punto de vista la mayor violencia que está ocurriendo en estos momentos es la de la ruptura de un pacto social vivido durante más de cincuenta años en Europa y que empieza a ser considerado por muchos como innecesario. El capital se alza ante el trabajo, y el trabajo pasa a ser empleo (no es trivial el nombre del cambio del Ministerio), y luego a empleo precario. Se rompe la solidaridad y la fuerza de la unión de los trabajadores, debilitando los sindicatos, aprovechando la burocratización de estos y su mala imágen, incluso entre los propios trabajadores. Se eliminan los convenios colectivos para dejar la negociación en el plano más ventajoso para el empresario: trabajo mal pagado o no trabajo, son los resultados de estas políticas. Algunas grandes superficies (no señalo pero se sabe) obligan a sus trabajadores a sindicatos amarillos, incluso a meter su dinero en "sus bancos", a entrar con bolsos transparentes porque se le consideran presuntos rateros. Estos trabajadores el día de la huelga sufrieron la violencia de no poder hacer libremente la huelga. Igual ocurre entre trabajadores de sectores como la banca donde su puesto de trabajo quedaría tocado por una apuesta ideológica de izquierdas. Las consecuencias de estas decisiones son extremadamente violentas, parejas que no pueden afrontar las hipotecas de sus casas y que son echadas físicamente del lugar donde han vivido después de pagar cantidades próximas a casi uno de los sueldos con los que vivían y que ahora no tienen. La violencia es tener a cinco millones de españoles en la calle sin trabajar. La violencia es la corrupción generalizada de la "política oficial" y que las grandes decisiones que afectan a la población se tomen por parte de unos pocos que no elegimos en las urnas sino que forman parte de las grandes corporaciones mundiales o de los grandes bancos y usureros del Mundo. Esa es la violencia, no os dejeis confundir con el discurso. Su violencia es un comportamiento deliberado, que provoca daños, a través de amenazas, ofensas y acciones. Todo lo que viola lo razonable es susceptible de ser catalogado como violento si se impone por la fuerza. Y hablamos estos días de David contra Goliat, ese es el debate real de la violencia.