Decía Iñaki Gabilondo en su despedida que el cierre de un medio de comunicación siempre es “una desgracia para una sociedad, una enfermedad para el organismo civil, para la democracia de un país”. El fundido a negro de CNN+ y todo a su alrededor, incluyendo saber que su sustituto es el paradigma de la telebasura en este siglo XXI, representa un mazazo para la sociedad y, también, para un periodismo atacado, vilipendiado, ahogado por esta crisis económica y social. Este ataque ha sido feroz, dañino y muy doloroso en un momento en el que los cimientos de este maravilloso e imprescindible oficio están tambaleándose.
Y lo está porque informar con honestidad y la mayor objetividad posible es caro y, sobre todo, incómodo. Caro porque contar con grandes profesionales llevando a cabo este servicio público con unas audiencias discretas destroza cualquier cuenta de resultados de una empresa. Y es incómodo porque en una sociedad adormecida como la actual, un medio de comunicación que haga pensar a sus ciudadanos, que le ofrezca un análisis de lo que realmente está ocurriendo, que muestre una visión crítica de los poderes públicos echa por tierra el chiringuito construido con tanto mimo por los que mandan durante los últimos años
El cierre de CNN+ y su sustitución por un canal 24 horas del Gran Hermano supone apostar por rentabilidad económica y no social, por el narcótico televisivo, por el entretenimiento más burdo. Es muy significativo que en el momento más duro de la crisis económica, cuando todo el sistema socioeconómico construido hasta ahora se pone en cuestión, cuando los ciudadanos necesitan más que nunca ser informados de todo lo que está ocurriendo, cuando el espíritu crítico es más necesario aún si cabe, sea cuando se ponga fin a uno de los medios que mejor cumplían con ese servicio público.
Es ahora cuando la sociedad y, principalmente, los periodistas debemos defender más que nunca este oficio. Es ahora cuando tenemos que demostrar su importancia, sin desfallecer a pesar de los ataques. Cierto es que somos una especie casi en extinción, que vive, seguramente, sus peores momentos. Pero no es menos cierto que hay muchas batallas aún por ganar. Seguramente las tengamos que librar nosotros solos, sin el respaldo de ninguna marca detrás. Seguramente, debamos organizarnos nosotros para seguir informando. Todo para defender con uñas y dientes a un periodismo absolutamente necesario.