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Cobardes.com

Publicado el 02 marzo 2010 por Pacotto

A un muy buen amigo mío le han dado hasta en el carné de identidad por salir a defender, dando la cara, a un muy buen amigo suyo al que le acababa de dar hasta hartar un púgil sin rival, desde su identificado blog. O sea, nada que objetar. Hasta aquí defiendo a muerte al autor del comentario y al comentador del comentario. Sé perfectamente quiénes son y también sé a qué nos exponemos los que tenemos los torrelodones de tener un blog para mostrar nuestras vergüenzas en público... y a lo que nos atenemos. Y si no tenemos blog, qué más da: tenemos una identidad pública, universal y reconocible que mostramos sin vergüenza. Con todo lo que conlleva.
Lo que pasa es que lo que siguió al comentario de mi amigo se fue convirtiendo en un tentempié de media tarde para gente de color (y que antes podíamos decir merienda de negros sin que nadie se ofendiera), toda vez que los comentarios al comentario de mi amigo, identificado, eran para ponerlo a los pies de los caballos, mezclando churras con merinas, acudiendo a los tópicos de la señorita pepis, cargados de sofismas, incultura, proclamas y viva cartagena. El surrealista caso llegó al extremo de que mi amigo iba contestando, con tanta educación como cultura y temple, a los anónimos que le llovían, y los anónimos necesitaban identificarse ("soy el anónimo 3") para que supiéramos por dónde iba la ¿conversación? Era obvio que los comentadores anónimos eran/son hinchas del autor del blog, como debe ser. Pero se acabó la conversación. Mi muy buen amigo se retiró, e hizo muy bien, del asunto, y dejó que los ultras embozados siguieran haciendo la ola y cantando victoria.
El anónimo de internet me da pena porque sigue ocultando su pensamiento tras una máscara, y en esto el mundo digital no ha logrado ninguna evolución. Los cobardes, los inseguros, los débiles, los desarmados mentales se siguen atrincherando en el anonimato para proteger su debilidad como terapia personal y, a lo peor, cuando se encuentren ellos en grupo se aplaudan y digan "yo soy el anónimo quince, ya sabes, qué fuerte lo que le dije y que se joda".
El otro anónimo típico no es el quince, sino el que se registra bajo una cuenta con nombre Dudua88 o FlipoColega y así tener pasaporte, sin más datos, para ofender, insultar, cuestionar, fastidiar a los hacedores. Y cuando los hacedores los suprimen o los bloquean, estos imbéciles apelan a la libertad de expresión y censuran la censura en aras de esa expresión libre.
Pero si no eres capaz de dar la cara, no tienes nombre. Y si yo permitiera los comentarios anónimos, o camuflados, en mi blog y resto de redes sociales, estaría haciéndome cómplice del cobarde. Dime lo que quieras, pero primero dime quién eres.
A Noé le vas a hablar de agua.


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