“El cielo se había despejado y ahora lucía un sol capaz de partir las piedras”
Leí esta frase en la primera novela que escribió Andrea Camilleri sobre su personaje Montalbano. Yo entonces apenas tenía una vaga idea de Sicilia. Después de recorrerla de norte a sur y de este a oeste en pleno pleno verano, comprobé en mis carnes que describe a la perfección el clima de esta isla situada en la punta de la bota de Italia.
Lo confieso. Fui a Sicilia persiguiendo a un hombre de papel: Montalbano. Y allí me encontré un lugar único, hermoso, difícil, complejo, como el propio personaje al que acabo de referirme. Arte en cada esquina y debajo de cada piedra (Sicilia fue la cuna del Arte Helenístico), paisajes agrestes, mar azul intenso, un volcán mítico, el Etna, arrojando fumatas cuando le apetece, gentes simpáticas y comunicativas, siempre con una sonrisa y ese gesto tan pícaro propio de los sicilianos. Y una cocina llena de aromas y sabores de la que nunca he podido desprenderme. Durante el verano, en esta casa, se come en siciliano: salsas untuosas, firmes, de tomate con anchoas y alcaparras, patatas al horno con sardinas y verduras, fresca caponatina sobre tostas de pan y queso mozzarella, y un mogollón de platos más en los que el aceite, la albahaca, el romero y el tomillo son la base.
Luca Zingaretti en el papel de Montalbano para la TV
Desde esa primera novela, el comisario Salvú Montalbano, sus lectores fieles y Europa entera hemos recorrido un largo camino. Nunca nos hemos separado. A lo largo del tiempo, y de una serie de novelas, también hemos evolucionado. Los lectores, hemos sufrido en nuestras propias carnes la crisis económica, ideológica, y de identidad, en un mundo que se tambalea desde sus cimientos. Salvo Montalbano, por su parte, contempla Vigatá, la ciudad imaginaria en la que trabaja, un trasunto literario de la propia Sicilia, con ojos más críticos, con una cierta desesperanza sobre la posibilidad de cambio, y sobre todo con mucho más cinismo, como corresponde a la época que vivimos.No sé cuánto tiene Salvo Montalbano de su autor, Andrea Camilleri. O cuánto ha adoptado este de su personaje. A mí me gusta imaginar que son una misma persona y que siguen idéntica línea de pensamiento.Andrea Camilleri (Porto Empédocle, provincia de Agrigento, 1925) es siciliano hasta la médula, aunque por su trabajo haya tenido que vivir mucho tiempo en Roma. Ha sido guionista y director de teatro y televisión. En 1994, creó su personaje más conocido el comisario Salvo (Salvú, en dialecto siciliano) Montalbano, en un honor a su amigo Manuel Vázquez Montalbán. Tenía entonces 69 años, lo que nos demuestra que en la vida “nunca es tarde cuando la dicha es buena”.La forma del agua es la primera novela de Montalbano. Ese título metafórico, se refiere a la capacidad que tenemos los seres humanos para adaptar la verdad a nuestra propia conveniencia. Una mujer le pide al comisario que se implique de verdad e investigue un crimen, o que dé por buena “la forma que le han dado al agua”. Ante la extrañeza del comisario, ella se lo explica:
—Yo no soy siciliana. Nací en Grosseto y me tasladé a vivir a Montelusa cuando nombraron gobernador a mi padre. Poseíamos un trozo de tierra y una casa en la ladera del Amiata, y allí pasábamos el verano. Tenía un amigo más pequeño que yo, hijo de campesinos. Yo debía de tener unos diez años. Un día vi que mi amigo había colocado en el borde del pozo un cuenco, una taza, una tetera y una caja cuadrada de hojalata, todos llenos de agua, y los estab observando atentamente.—¿Qué haces? —Le pregunté.—¿Qué forma tiene el agua’—¡El agua no tiene forma! —le contesté entre risas—. Toma la forma que le dan.
¿Y quién es Montalbano?En La forma del agua, dos personajillos, al mando del mafiosi local, encuentran el cuerpo de un hombre. Cuando no les queda más remedio que llamar a la policía, se encuentran ante un dilema: elegir el norte o el sur. Y como se puede imaginar gana el sur. El que es de los suyos, el que habla y entiende el dialecto siciliano, el que comprende y no juzga la peculiar idiosincrasia de este pueblo tan complejo:
Se dirigieron a la comisaría del pueblo. La idea de acudir a los carabineros ni se les pasó por la antesala del cerebro, pues los mandaba un teniente milanés. En cambio, el comisario era de Catania, se llamaba Salvo Montalbano y, cuando quería entender una cosa, la entendía.
Y así es. La vida de Montalbano se revuelve entre el poder político corrupto y las dos familias de la mafia, enfrentadas entre sí desde siglos atrás, que lo respetan y al que él, sin plegarse a sus órdenes, deja tranquilos, porque sabe que no tiene ni medios ni posibilidad de cambiar el curso de la historia. Él resuelve crímenes y demás entuertos. Más por dejar su curiosidad satisfecha que por hacer cumplir la ley. Ante la que es bastante laso.
Personajes en la serie de TV, de izq a der: Cattarela, Montalbano, Fazio y Mimí Augello
Sus amigos son el subcomisario Mimí Augello, mujeriego compulsivo, y el joven Fazio. Sus relaciones: delincuentes, pequeños mafiosillos… La mujer de su vida, Livia, su novia, con la que mantiene una relación en continuos altibajos; Ingrid, su mejor amiga.En sus casos, caen los peces pequeños en su red. Nunca los grandes. Estos solo mueven los hilos en la sombra. Aunque cuando quieren recurrir al comisario lo hacen, con tiento. A veces a través de terceros.Vigatá, en la realidad, Ragusa Ibla
Montalbano es un profundo conocedor de la condición humana. Resuelve casos. Aunque no siempre a la manera del héroe de novela policial. Acata la ley, pero no se ciñe con rigidez a ella. La adapta (según la “forma del agua”).Es Livia, la novia eterna que vive en Génova, a cientos de kilómetros de distancia, cuya relación fluctúa más que la marea, quien se lo hace ver:
—¿Tú sabías que en aquella casa había una pistola?—Sí—¿Y la dejaste allí?—Sí—Te has ascendido tú solo, ¿verdad? —Preguntó Livia tras permanecer un rato en silencio—. De comisario a dios de tercera categoría, pero dios de todos modos.
A Montalbano /Camilleri le gusta comer. Es un apasionado de la buena mesa, como lo era el Carvalho de Montalbán.
Un plato de pasta con ajo y aceite se podía improvisar sin ningún problema. Abrió el frigorífico y vio que Adelina le había preparado un generoso plato de gambas hervidas, suficiente para cuatro personas. Adelina era la madre de dos presos, el menor de los cuales había sido detenido por el propio Montalbano tres años atrás y aún estaba en la cárcel.
Livia, una italiana recta del norte, es incapaz de entender las relaciones que se establecen en una comunidad tan cerrada, en el sur. Se espanta ante la de Adelina ( la mujer que cuida la casa) con el comisario:
—¿Pero estás loco? ¡Ésta el día menos pensado se venga y te envenena la sopa! —¿De qué quieres que se vengue?—¡Detuviste a su hijos! —¿Acaso tengo yo la culpa? Adelina sabe muy bien que la culpa no es mía sino de su hijo, que fue tonto y se dejó atrapar.
Podemos seguir la serie de Montalbano, el sábado a las 21:20 en TV2Spaghettini aglio e olio
Ingredientes para cuatro personas:
300 /350 gr de spaghettinis (los más finos)8 cucharadas de aceite de oliva Virgen1 cucharada de ajo bien picado1 guindilla de cayena, bien picadaPerejil picadoSalParmesano rallado (en el momento, por favor, nada de sobres comprados)
1.- Cocer la pasta con abundante agua, y con sal, según las instrucciones del paquete.2.- Mientras se cuece, poner en un sartén el aceite.3.- En el aceite caliente echar el ajo y la guindilla. Revolver bien y sacar del fuego.4.- Escurrir la pasta (debe estar al dente). 5.- Poner la sartén a fuego moderado. Echar la pasta. Revolverla bien con la salsa.6.- Añadir el perejil picado.7.- Servir con una buena dosis de parmesano. Rallado en el mismo momento.
La Pastaclásica, libro de cocina, de Giuliano HazanA Dorling Kindersley Book, 199Podemos seguir la serie de Montalbano, el sábado a las 21:20 en TV2