Los Perdidos y los Condenados
La insidiosa atracción del Caos es dominante y corruptora. Y solo los más fuertes de los que acaban atrapados por ella cosecharán el favor de los dioses. El resto se ven relegados a las filas de los Perdidos y los Condenados: traidores, mutantes y engendros del Caos destinados a luchar y morir a miles según sea el capricho de sus veleidosos y poco compasivos amos.Los que caen bajo el yugo del Caos adoptan multitud de formas, ya sean humanas, alienígenas o una repugnante mezcla de ambas. En la mayoría de casos resulta imposible siquiera afirmar qué es lo que fueron antaño. El estigma de la adoración del Caos corrompe a todas las criaturas hasta transformarlas en asquerosas parodias de sí mismas con extremidades retorcidas y cuerpos deformes. Llevan la piel lacerada con verdugones, llagas, pústulas y tumores que no son más que señales externas de su corrupción interior.
La caída puede ser gradual o de un día para otro (literalmente). En general, los que han sido recientemente atraídos al redil del Caos con promesas de abundantes recompensas son los que cuentan con menos marcas. Sus filas están formadas por guerreros, piratas y renegados que han optado por volverse contra los suyos a cambio de poder. En numerosas ocasiones a lo largo de la historia del Imperio, el Caos ha corrompido regimientos y planetas enteros, que se han vuelto traidores y los más odiados de sus enemigos.
Los traidores solo pueden soportar estigmas leves tales como marcas en la piel u otras desfiguraciones que se ocultan fácilmente. Suelen llevar pesados trajes de armadura o túnicas y normalmente máscaras, cascos o capuchas para esconder sus viles marcas. Usan símbolos blasfemos y runas prohibidas para mostrar a qué bando pertenecen, como si pudieran anular o retirar su abyecta traición a placer, aunque los verdaderos seguidores del Caos saben perfectamente que están condenados para toda la eternidad. Puede haber legiones enteras formadas de traidores así, como los temibles guerreros del Pacto de Sangre o el infame 9º Traidor. Suelen ir muy bien equipados y pueden contar con tanques, bípodes y vehículos blindados con símbolos pintados para apoyar las escuadras de infantería.
Con el tiempo, los traidores que sobreviven acaban por deformarse más y unirse a las manadas de mutantes que componen la masa central de las legiones más grandes. Entre los mutantes es sencillo detectar la marca del Caos, ya que tienen cuernos y asquerosas distensiones e inversiones que dan como resultado los aspectos más bestiales que se puedan imaginar. Los mutantes suelen llevar sus marcas al descubierto y muestran su dedicación al Caos con la esperanza de ganarse la atención de los dioses con sus hazañas. Las armaduras y las armas que portan son igual de desordenadas y llenas de cicatrices de batalla que sus portadores.
En los mutantes puede llegar a discernirse la influencia de cada uno de los dioses del Caos. Los mutantes que adoran básicamente a Khorne, el Dios de la Sangre, suelen tener cuellos anchos o ser robustos, tener cuernos y/o el pelo enmarañado y una apariencia bestial. Los de Slaanesh, el Príncipe del Placer, pueden tener piernas largas y marcas brillantes. Los repugnantes mutantes de Nurgle cuentan con todos los furúnculos, pústulas sangrantes y llagas hinchadas típicas de los seguidores del Señor de la Plaga. Los mutantes de Tzeentch no tardan en empezar a abandonar toda descripción física al deformarse constantemente y adquirir formas satisfactorias para El que Cambia las Cosas, aunque son los que tienen más posibilidades de perder su forma humanoide y tener alas, tentáculos y pseudópodos.
Los mutantes más extravagantes han perdido prácticamente todo aspecto humano, ya sean bípedos, cuadrúpedos o se muevan de cualquier otra forma. Dichos mutantes suelen ser enormes y corpulentos, aunque se desconoce si se trata de humanoides deformados más allá de cualquier límite, animales transformados por el Caos o la fusión de varios individuos en un solo ser o masa irreconocible.
Las legiones de los Perdidos y los Condenados están formadas por los mutantes más malignos y los traidores más depravados de una zona de espacio infernal controlada por el Caos. Suelen surgir en masa del Ojo del Terror, donde el Immaterium se derrama por la galaxia en un torbellino de energía disforme.
En esta zona del espacio existen planetas en los que las leyes de la física y de la naturaleza dejan de aplicarse y en los que el paisaje cambia constantemente según el poder del Caos reinante. Mientras los Marines Espaciales del Caos de Abaddon se preparan para otra incursión o Cruzada Negra contra el Imperio, los esclavos mortales más feroces de las pandillas de fieles y manadas caníbales de los mundos infernales combaten día y noche (si es que existe algo así en su pervertida dimensión) para abrirse paso violentamente hacia los transportes. Creen que obtener un lugar en el que luchar por el Caos será la oportunidad de ganarse el favor de los comandantes del Caos, quizá incluso de obtener el favor de los mismos dioses. Pero sobre todo es un modo de escapar a los tormentos eternos del Ojo del Terror y ganarse de nuevo el reino de los mortales.
Otras regiones vomitan también sus propias legiones de los Perdidos y los Condenados. Toda región espacial poseída por los poderes del Caos acabará produciendo dichas hordas, ya sean las fortalezas malditas de los piratas del Torbellino, los planetas traidores de la constelación Sabbat o los planetas infernales de la Franja Este. Toda gran incursión del Caos arroja sus legiones a medida que los guerreros más ambiciosos, belicosos y amorales se reúnen bajo su estandarte para labrarse una reputación o morir en el intento. Los herejes y los traidores se unen a las fuerzas victoriosas del Caos con la esperanza de poder sobrevivir sirviendo a un nuevo señor. A estos se los utiliza de forma cruel para que demuestren su valía al servicio del Caos o sacrifiquen sus almas en caso de no tener nada mejor que ofrecer.
Las fuerzas justicieras del Emperador establecieron el primer contacto con las fuerzas del Caos en los legendarios tiempos de la Gran Cruzada. Cuando las recién creadas legiones del Adeptus Astartes, los Marines Espaciales del Emperador, partieron de Terra, liberaron a miles de planetas. En aquellos más corrompidos por el Caos se encontraron con mutantes horriblemente degradados en masas tan numerosas como las de langostas y con montones de huéspedes demoníacos poseídos.
Dichos lugares pervertidos fueron purificados sin piedad con el fuego y la espada, los templos y los iconos fueron arrasados con bombas de fusión y las monstruosas ciudades vivas fueron desintegradas a base de ataques orbitales. En la mayoría de casos, dichos lugares fueron asolados por completo, dado que los comandantes quedaron demasiado horrorizados por la locura que presenciaron y decidieron dejar planetas enteros en ruinas silenciosas antes de dejarlos seguir existiendo. En otros planetas, sus ignorantes habitantes habían caído bajo otras formas de adoración al Caos, más sutiles e insidiosas. Estos mancillados por el Caos tenían una lengua viperina y astuta y se unieron a la cruzada del Emperador con la única intención de extender aún más su veneno y romper sus juramentos cuando les viniera en gana.
En aquellos tiempos, la amenaza alienígena era considerada la más peligrosa y la mayoría de los sirvientes del Emperador no comprendían demasiado bien los peligros de la Disformidad ni de los psíquicos descontrolados, a pesar de afirmar constantemente lo contrario. En todas las legiones de la cruzada del Emperador repartidas extensamente por la galaxia se dio la bienvenida a los aliados por la ayuda que pudiesen prestar en la gran misión de liberar a la Humanidad. Incluso se llegaron a aceptar mutantes de ciertos tipos considerados lo bastante estables y se les permitió prosperar y combatir en las filas de la Guardia Imperial. Esta es una práctica que sigue activa hoy día, si bien bajo restricciones de pureza genética drásticamente más severas que antaño.
Mientras la cruzada se extendía cada vez más hacia la Franja Este, la reincidencia y la traición fueron aflorando sin parar. Ejércitos rebeldes de traidores y mutantes tiranizaron planetas enteros acabados de liberar en los que comandantes, gobernadores y Marines Espaciales renegados ávidos de poder trataron de crear sus propios imperios. A pesar de haber pasado siglos luchando contra tales traidores, el Caos resurgió de nuevo durante la catastrófica Herejía de Horus mientras el Imperio se desintegraba en una guerra civil. En aquellos tiempos mal recordados, los Perdidos y los Condenados se posaron sobre el suelo sagrado de la propia Terra y murieron a millones ante las murallas del Palacio del Emperador.
Desde aquel día lejano hasta la actualidad, el Imperio ha sido atormentado continuamente por los Perdidos y los Condenados, desde hordas escrofulosas de mutantes hasta ejércitos traidores. A pesar de los mejores esfuerzos de los inquisidores y de las fuerzas leales de todas partes, la atracción del Caos sigue siendo tan perniciosa como siempre.
Para las información: Wargammez.
Codex Warhammer 40000: Los Perdidos y los Condenados
Pues realizada esta presentación escrita hace tiempo por Agramar, voy a hablaros del codex (no oficial) de los Perdidos y los Condenados. Tempus Fugitives ha realizado un codex no oficial adaptado a las reglas de la 6ª edición de Warhammer 40000 titulado Codex Lost and the Damned que precisamente trata sobre ellos.Es un codex pequeño, de 16 páginas, escrito por Stuart Mackaness que sólo trata las unidades y un poquitín de trasfondo. Nos trae personajes como Cypher o Be'lakor y tropas de sobra para hacer un buen ejército.
Podéis descargarlo de la siguiente dirección: Lost and the Damned.
Me gustaría completar este artículo con vuestros comentarios. Además si lo consideras interesante para tus amigos, seguidores y conocidos compártelo utilizado los botones sociales situados en el pié del artículo.