Con frecuencia, los terapeutas humanistas tendemos a despreciar lo cognitivo. Es frecuente que repudiemos todo aquello que no sea meramente experiencial, ya que la cognición tiende a ser una espiral que se retroalimenta a sí misma y aleja al individuo de la única verdad en la que realmente puede entenderse y conocerse: el proceso experiencial. Sin embargo, he comprobado según mi práctica con pacientes, que estos muchas veces necesitan no sólo sentir, sino también pensar sobre aquello que siente, especialmente, en términos de narrativa.
Podríamos hablar de que existen fundamentalmente tres en los que la intervención cognitiva es necesaria y complementaria al proceso de experimentación emocional:
- Para crear un discurso que recoja a la vivencia emocional y dote al paciente de una narrativa sobre la misma.
- Para poder construir un significado que ayuda a crear la actitud con la que enfrentamos el proceso experiencial y ayude a una articulación del self respecto al mismo
- Como forma de aproximación inicial y primaria, previa al proceso experiencial, a emociones muy aversivas.
Los pacientes después de un proceso experiencial, necesitan poner significado a aquello que han vivenciado
Normalmente, se postula como opuesto lo cognitivo frente lo emocional, pero Greenberg, en su manual básico, Facilitando el Cambio Emocional, ya nos comienza a mostrar como, realmente, emociones y cognición son dos caras de la misma moneda: El proceso experiencial. También Jeffrey Young, el afamado discípulo de Aaron Beck, en su Terapia de Esquemas comprendió la importancia de aunar lo cognitivo y lo emocional en un modelo que diera cabida a ambas partes y que actuara activamente con ellas a fin de promover el cambio conductual humano.
Los pacientes después de un proceso experiencial, necesitan poner significado a aquello que han vivenciado, poder no sólo sentirlo, sino realizar además un “darse cuenta” en términos cognitivos, pudiendo analizar aquello que han vivenciado y crear una nueva narrativa sobre sí mismos y sus necesidades. Es decir, que tras haber logrado el contacto con la experiencia, el paciente necesita reflexionar activamente sobre ella y construir un significado sobre la misma, algo que sólo es posible explorándola cognitivamente. Como han señalado Pascual-Leone, Safran o Greenberg, sólo la integración entre la cognición y el afecto dan lugar a un procesamiento emocional óptimo.
Por utiliza una metáfora, de la misma manera que de nada sirve exprimir la más sabrosa de las uvas y obtener el mejor de los vinos, si luego no tenemos una botella sobre la que verter su contenido tampoco serviría de nada conseguir un proceso experiencial en nuestro paciente si luego éste no puede crear una narrativa que “recoja” dichas emociones. Los individuos se explican a sí mismos sus vivencias, y no sólo para recogerlas a nivel autobiográfico, sino además para crear una identidad del self y sobre todo, para dotarlas de un significado.
El sentido del que dotamos a una experiencia determina con qué grado de sufrimiento la padecemos, y sobre todo, determina quienes somos. Ya Viktor Frankl evidenció cómo el mismo proceso experiencial afectaba de manera diferente en función del significado, del sentido al que dotábamos al mismo.
Pero la expresión emocional a niveles racionales, es además una buena primera aproximación de emociones que son vividas por el paciente como muy aversivas y que pueden ayudarle a asimilar y conectar con ellas. Ya Pennebaker demostró hace más de 20 años cómo crear una narrativa sobre un proceso experiencial, escribiendo activamente sobre eventos vividos permiten a través del lenguaje, dar forma, orden y estructura a un proceso emocional que facilita su asimilación y además provocan cambios positivos en los patrones de activación del sistema nervioso autónomo o la salud física y emocional.
El sentido del que dotamos a una experiencia determina con qué grado de sufrimiento la padecemos
Quiero terminar esta entrada citando literalmente un párrafo de un artículo de Greenberg, Elliot y Pos que me parece especialmente significativo:
“La exploración de la experiencia emocional y la reflexión sobre lo que se descubre es asíotro proceso importante del cambio. La reflexión ayuda a dar sentido a la experienciaactivada. En este proceso, los sentimientos, las necesidades, la experiencia propia, los pensamientos y metas de diferentes partes del self son identificados.”
Se trata por tanto de seguir una pauta que, podríamos decir, se basa en tres fases: una primera aproximación cognitiva de las emociones a través de la expresión a nivel racional, un proceso experiencial de sentir dichas emociones y conectar con ellas, y finalmente, una reflexión racional activa sobre lo vienciado que nos permita crear una narrativa de la misma y dotarla de un significado en base a la actitud con la que afrontemos el sufrimiento.
*Artículo previamente publicado en Aprende Viendo Terapia, la plataforma de entrenamiento terapéutico presencial y online oficial de las más importantes Univerdidades de España y Latinoamerica.
Bibliografía:
Greenberg, L. S., & Safran, J. D. (1987). Emotion in psychotherapy: Affect, cognition,and the process of change. New York, NY, US: Guilford Press.
Greenberg, L. S. (2002).
Emotion-focused therapy: Coaching clients to work through
their feelings. Washington, DC, US: American Psychological Association.
Greenberg, L. S.; Elliot, R & Pos, A. (2009) La terapia focalizada en las emociones: una visión de conjunto. Revista de la Asociación de Psicoterapia de la República Argentina. Vol. 2. Nº 1Klosko, J. S & Young, J,. E. (2001)
Reinventa tu Vida. Paidós Ibérica.Pennebaker, J.W. (1995). Emotion, disclosure and health. Washington, DC: American Psychological Association.