Que la coherencia es una cualidad en peligro de extinción, especialmente en periodos electorales, es una evidencia fácilmente contrastable recurriendo a la hemeroteca. A la política habría que exigirle un mínimo de congruencia entre lo que dice y lo que hace porque, aunque llevada a su punto más extremo deriva en simple inmovilismo, la coherencia supone un antídoto para prevenir la demagogia y la frustración social.
Este es un tiempo falto de certezas donde la intuición se convierte en teoría y los deseos se argumentan como verdades absolutas. Aunque lo pregonen, no es cierto que la sociedad se pueda cambiar promulgando leyes o gobernando por decreto ley. La acción legislativa es importante para facilitar o entorpecer la convivencia, para dar respuesta o ignorar las necesidades de la ciudadanía. Cultura y educación, por el contrario, sí son elementos de cambio que ofrecen a la sociedad mecanismos inmunológicos frente a los ataques de la propaganda y la manipulación.
La falta de coherencia es una constante que afecta a todos, incluidos los ciudadanos, y un elemento que erosiona la credibilidad del propio sistema democrático. Hace unas semanas había dos elementos de coincidencia compartidas por buena parte de la ciudadanía. La observación de la mayoría absoluta como una rémora para la calidad democrática y la necesidad de una alternativa para, derogando las leyes reaccionarias aprobadas en los últimos años, adoptar medidas urgentes contra la pobreza, la desigualdad o la corrupción.
Celebradas las elecciones, existe la necesidad de buscar acuerdos y consensos. Tiene razón Joan Coscubiela cuando afirma que la idea del pacto como traición es más fuerte que la idea de pacto como aceptación de las limitaciones. Aunque estamos en los preámbulos, se palpa cierto temor al pacto y todo hace indicar que el tacticismo partidario prevalecerá sobre los intereses de los ciudadanos. Así las cosas, algunas formaciones políticas actúan como si prefirieran una mayoría que no les obligara ni a negociar ni a dialogar.
En este tiempo de incertidumbres se precisa audacia para avanzar en la reconstrucción social, para luchar contra el paro, la desigualdad y para recomponer unas políticas sociales esquilmadas. También hace falta inteligencia, reflexión y serenidad para buscar el mejor engranaje territorial sin miedos a la democracia ni al voto de los ciudadanos. Ante el deseable pero improbable acuerdo para defender políticas sociales, unos se muestran obcecados con los réditos electorales futuros y otros empeñados en la autoinmolación descontrolada. Unos y otros ofrecen todo un espectáculo de incoherencia argumental y geográfica. ¿Qué diputados facilitan el gobierno del PSOE en la Aragón, Asturias, Castilla-La Mancha, Comunitat Valenciana, Extremadura o el Ayuntamiento de Sevilla? ¿Qué concejales hacen posible que Podemos y sus coaliciones tenga las alcaldías de ciudades como A Coruña, Barcelona, Cádiz, Valencia o Madrid? ¿Lo que es bueno para estas ciudades y territorios no es bueno para el conjunto del país y para sus ciudadanos?
Es lunes, escucho a Sumrrá :
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