Un Parlamento europeo vacío debatió en 2008 la crisis alimentaria en los países pobres (Foto: El País)
España se reintegra en la Europa de primera velocidad o, al menos, de primera y nuestros eurodiputados vuelan y revolotean por los pasillos de Estrasburgo en primera clase, y así quieren seguir haciéndolo como el resto de sus “colegas europeos”. Al final, es todo un juego de colegas, de un colectivo de privilegiados que, como los controladores aéreos, olvidaron hace tiempo que el suyo es un servicio público y que sus salarios los pagamos entre todos.
Estos controladores de la política comunitaria han votado esta semana mantener sus privilegios y dejar la austeridad para tiempos mejores. Esto y lo que ha venido después (que si yo voté lo que me dijeron y no sabía qué votaba, que si no era eso exactamente,… y otras buenas prácticas políticas) no hace más que ampliar la ya gran brecha entre ciudadanía y políticos.
Una solución para que la clase política se reconcilie con el electorado sería acercarlos, ante la dificultad que supondría que 48 millones de españoles viajaran en primera a Estrasburgo. ¿Cómo? Con el medio más potente: la televisión. Si triunfan reality shows que meten en nuestros salones, a la hora de la merienda, la vida diaria y la tontería de las clases pudientes (Mujeres ricas o Quién vive ahí serían dos buenos ejemplos) y no pasa nada ni nadie se rebela pese a ser insultante la comparación tal y como estamos, no sería de extrañar que tuviera un éxito similar un programa sobre la vida diaria de, por ejemplo, un eurodiputado, un miembro de la CE, otro del Consejo,… Así, en televisión, que todo lo trivilializa y normaliza, nos parecería más humano ese mundo de celebrities en que se ha convertido la política europea.