Revista Comunicación

Colibrí

Publicado el 08 febrero 2017 por Jamesnava123

La Naturaleza, que es sabia, nos regala tesoros de todo tipo, grandes mamíferos y depredadores, pero también aves de extraordinaria belleza. Es el caso de un pájaro pequeño y coqueto que hace las delicias de cualquier observador: el colibrí, que está presente en las selvas tropicales, donde todo adquiere una dimensión gigante, con árboles de gran tamaño, sinuosas lianas y plantas de impresionante belleza, ahí encontramos al pequeño, multicolor y hermoso colibrí. Su plumaje es un canto al arco iris con tonalidades que sólo la Madre Naturaleza sabe crear de forma prodigiosa y darlos vida.
El colibrí tiene las patas débiles y cortas, la cola adopta formas extrañas y está forrada de varios adornos. El pico es muy largo, puntiagudo y guarda en su interior una lengua en forma de trompa que usa para absorber el néctar de las flores que proporcionan su alimento. No me digan que no es un prodigio de animal. Se trata de uno de los pájaros más pequeños que existen y aun así su capacidad para sobrevivir es asombrosa. La especie de tamaño más reducido es el elfo de las abejas, que con su pico y cola mide apenas unos 5,5 centímetros, y vive exclusivamente en Cuba. La especie más grande, el llamado colibrí gigante, mide unos 25 cm. Si su vistosidad no lo ha enamorado, sepa que además el colibrí es el único pájaro que puede volar hacia atrás. ¡Toma ya! A ver quién lo supera. Su forma de volar es parecida a la de un insecto y se sostiene en un punto exacto del espacio gracias a la rápida vibración de sus alas, tarea en la que es un auténtico crack. Tanto que cuando vuela es muy difícil distinguir al colibrí, y da la sensación de que su cuerpo estuviera suspendido en el vacío mientras recoge el néctar. Esta rápida vibración, provoca un susurro alado. Una auténtica maravilla de la naturaleza y un espectáculo asombroso que ni los del Circo del Sol son capaces de igualar.
Los colibríes también son muy peculiares en esto de reproducirse y traer más colibríes pequeñines al mundo. Los colibríes machorros, con el objetivo de despertar el interés de las hembras guapas y presumidas, realizan una danza de lo más simpática y creativa. Lo que haga falta con tal de... ejem.... En esto no se diferencian mucho de los machos humanos.

Una vez que se lo han pasado en grande juntos y las hembras han sido fecundadas convenientemente, los colibríes construyen un pequeño nido, en forma de ponchera y del tamaño de una nuez, forrado en su interior por una tela de araña, algodón, liquen o musgo. Otra obra de arte, y es que son unos artistas. En cuanto acaban el nido, la hembra deposita en él dos huevos parecidos al tamaño de un guisante y los empolla de 14 a 19 días. Cuando nacen los diminutos polluelos, los cuida ella sola. Porque puede y porque no necesita a nadie para hacer esa tarea maternal. Una mamá pequeña pero valiente. Al nacer, los polluelos tienen el pico ancho y chato. Después se les afila con el tiempo. Los colibríes alimentan a sus crías durante unas tres a cuatro semanas con santa paciencia hasta que los pequeñajos empiezan a aletear. La hembra va al nido en este tiempo hasta 140 veces al día para alimentar a sus crías. Y es que es una madre solícita y como debe ser una madre de verdad.
Y por fin los polluelos crecen, abandonan el nido, y ya tenemos más colibríes hermosos volando por ahí y dispuestos a encargar más pequeñajos para seguir adornando la selva tropical americana con colores alegres. Que no se me olvide, el colibrí mantiene un peso de dos gramos, lo que además lo hace ideal como asesor de dietas. La suya a base de néctar de flores. Un pájaro tan bonito como las flores de las que se alimenta.

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