El rey Manuel el Afortunado no realizó ningún esfuerzo especial de colonización de Brasil. Juan III, ante la posible competencia de franceses y holandeses, dispuso la colonización portuguesa sistemática del país. Para ello armó una expedición que, bajo el mando de Martín Alonso de Sousa, partió de Lisboa en 1530 con cuatro barcos y unos cuatrocientos hombres. En 1531 se fundó la primera ciudad de Brasil, San Vicente (en la actualidad Santos) donde se introdujo ganado, semillas, frutales y cereales. El país se dividió en doce capitanías, con trescientos kilómetros de costa cada una de las cuales se encontraba bajo la responsabilidad de un donatario, munido por el rey de poderes para nombrar jueces y funcionarios, cobrar tributos y someter a los indios para trabajar en las tierras administradas por él. De esta experiencia solo se consolidaron dos capitanías: la de Pernambuco, al norte, y la de San Vicente, donde se fundó la ciudad homónima, muy cerca de la actual Santos, base de la futura penetración portuguesa hacia el interior del país.
Sin embargo, la riqueza del palo brasil pronto se vio sustituida por otra que transformaría la estructura tradicional y feudal de la flamante colonia portuguesa. En 1532, en las zonas aledañas a las fundaciones de Santos y Pernanbuco, los portugueses introdujeron la caña de azúcar, procedente de la isla de Madeira, cuyo cultivo se extendió en poco tiempo y sustituyó completamente al palo brasil como primera fuente de riqueza del país. Este fue uno de los primeros cultivos de verdadera economía capitalista. Era realizado en su mayor parte para el consumo europeo y se basaba en una mano de obra barata gracias a la introducción de esclavos provenientes de África que transformaría la economía de la colonia y la sociedad brasileña, generando así una nueva economía de corte capitalista, basada en el trabajo esclavo.
Esclavitud en la colonia portuguesa
Los portugueses, los primeros esclavistas, trasladaron a millones de negros desde el golfo de Guinea con el objeto de servir a un creciente mercado mundial del azúcar, haciendo base de la colonización a la ciudad de Salvador (bahía de Todos los Santos), capital hasta 1763.
Los contingentes de esclavos transformarían la composición étnica del futuro Brasil. La nueva riqueza traería también la simiente de futuras disputas con otras potencias europeas, enfrentadas en el continente por motivos aparentemente religiosos que, en realidad, ocultaban cuestiones de hegemonía política.
Fundación de Sao Paulo
La misión evangelizadora correspondió a la orden de los jesuítas quienes, cerca de Pernambuco, levantaron el Colegio de San Pablo, que con el tiempo daría lugar a la próspera ciudad de Sao Paulo.
El gobernador portugués Mendes Sá, para celebrar la expulsión de los calvinistas franceses de la bahía de Guanabara, fundó el primero de marzo de 1565, al pie del Paõ de Açucar en dicha bahía, la ciudad de Saõ Sebastiaõ do Río de Janeiro, la capital del sur, quedando Bahía como sede de la capital del norte.
En Portugal muere el rey don Sebastián sin descendencia y, con la oposición de la aristocracia y del pueblo portugueses, Felipe II se convierte en monarca de Portugal (heredero por la rama de su madre de la familia real lusitana). Mantiene al país y sus colonias bajo el dominio de los Austrias hasta que en 1640 España pierde para siempre Portugal. Esta etapa resultó funesta para el naciente país ya que España aportó a Brasil muchos enemigos, entre ellos, los franceses y holandeses, que hostigaron a la colonia durante gran parte del siglo XVII.
La Fiebre del Oro
Para la explotación del territorio se organizaron grupos de hombres que exploraron el interior y los lechos de los ríos en busca de oro. Se trataba de los bandeirantes (grupos de bandas), que recorrieron el Mato Grosso y Minas Gerais, donde se había encontrado oro en abundancia. La economía brasileña había pasado de depender del palo brasil, en la primera mitad del siglo XVI, a la caña de azúcar (en decadencia al desaparecer el último miembro de los Austrias en España), que dejó paso a la fiebre del oro, hasta mediados del siglo XVIII, aproximadamente.
Estructura Racial
La composición racial del Brasil primitivo era muy compleja porque desde un principio los portugueses se desposaron o unieron con mujeres indias.
Al mestizaje debemos agregar el contingente negro esclavo, que llega para remediar la falta de brazos en las explotaciones comerciales de la colonia. Así surge en el siglo XVIII un país trirracial donde indios, negros y mestizos predominan sobre los europeos de origen lusitano que se concentraron en la costa atlántica, alrededor de la Bahía, Pernambuco, Minas Gerais y Saõ Paulo.
Administración Portuguesa
Para la administración de las nuevas tierras existía en la metrópoli lusitana una Casa de las Indias, sustituida en 1532 por la Mesa da Consciencia e Ordems, Manuelinas, que databan de 1521.
Sin embargo, la unión de las Coronas de España y Portugal sobre la cabeza de Felipe II provocó la importación de la estructura administrativa española a la colonia brasileña. A comienzos del siglo XVII un organismo financiero, el Conselho da Fazenda y el Conselho da India, sustituyen a las Ordenanzas Manuelinas por las Filipinas, menos estrictas en materia de autonomía regional.
Durante el siglo XVIII, el país quedó dividido en una serie de capitanías generales que obedecían la autoridad suprema del virrey, cuya sede se encontraba en Río de Janeiro.
La actividad judicial quedaba territorialmente escindida en dos grandes audiencias, la de Río de Janeiro al sur y la de Bahía al norte, aunque en las grandes causas se podía apelar al Tribunal Superior de Lisboa.
Comercio Portugues
Desde el punto de vista comercial, la explotación del territorio comenzó en el siglo XVII por medio de dos grandes compañías, la Companhia Comercial do Brasil y la Companhia Maranhao, ambas de carácter monopolístico, abolidas al despuntar el Siglo de las Luces (XVIII).
La Iglesia Portuguesa
La Iglesia se vio favorecida por la creación en 1676 de Arzobispado de Brasil, cuya primera sede se estableció en Bahía. Los sacerdotes desempeñaron una importante labor de difusión de la cultura en especial los jesuítas, que convertían a los nativos y, al mismo tiempo, les enseñaban la lengua lusitana y los integraban en la cultura europea.