Nacho Vigalondo es un personaje con desparpajo, frescura mental, a veces demasiada, sin pelos en la lengua, que despierta filias y fobias por igual, y, por encima de todo, un cineasta con desbordante talento natural para imaginar y escribir historias. La originalidad de cada uno de sus trabajos vale su peso en oro en este mundillo de remakes y reboots, y ya sea procedente o no, en entrevista, carta, conferencia o red social, siempre tiene algo sincero que decir con la naturalidad del amiguete que comparte un café contigo un sábado por la tarde. Puede que sea una selección de estas características o la suma de todas ellas lo que da como resultado que en cada uno de sus cuatro largometrajes se haya topado el cántabro con un muro en su propio país. La cruda e injusta realidad que él mismo describe sin tapujos es que en España nadie ve sus películas ni, lo que es peor, se plantea hacerlo. Este negarle una oportunidad choca frontalmente con su prestigio internacional (recordemos que fue nominado a un Oscar por el sorprendente corto 7:35 de la mañana, y que fuera de nuestras fronteras logra la financiación para su trabajo que aquí escasea); buen ejemplo es esta cinta, empeño expreso de su protagonista, Anne Hathaway. Pocos pueden decir que es la estelar actriz la que ha venido a buscarte para trabajar juntos en algo en lo que cree, con capital propio y para el que piensa que eres el director indicado. Así las cosas, y con buen resultado de taquilla en Estados Unidos, ha costado un año que las distribuidoras en España, sabedoras de la poca conexión que tiene el cine de Vigalondo con el grueso del público, se hayan decidido a colocar Colosal en las carteleras.
La tan febril como magnética historia, rodada en inglés, es una mezcla de drama con cine fantástico y pinceladas de humor amargo, y pone su acento en el personaje de Hathaway, una chica incapaz de mantener el equilibrio vital, que tras perder su trabajo y a su novio deja Nueva York para volver a su localidad natal a oxigenar su tóxica dinámica y ordenar las ideas. Allí se reencontrará con etapas y personas que había dejado atrás mientras, simultáneamente, un gigantesco monstruo aparece en la ciudad de Seúl aterrorizando a la población y destruyéndolo todo a su paso. Como suena, por raro que parezca, y encima se las apaña Vigalondo, también a cargo del libreto, para que ambas tramas estén conectadas.
Además de ese aroma a no visto nunca nada parecido que desprende, el proyecto cuenta entre sus fortalezas con un guión que te atrapa en su primera parte, aunque como suele ocurrirle a este autor, el interés vaya diluyéndose en un final cuya debilidad se antoja directamente proporcional al nivel de ida de cabeza del director, personificado en uno de los coprotagonistas. Pese a ese potencial creativo y esa puesta en escena virtuosa y con personalidad, se echan en falta unos personajes mejor trazados y una última media hora de metraje que no dé la sensación de haber carecido de la serenidad para que no se escape todo de las manos. Pero Nacho Vigalondo es así: poco serio, excéntrico y genial diamante en bruto que no tiene intención alguna de ser pulido. Debo decir que a un servidor la experiencia de esta película le ha merecido la pena, pero reconociendo que las dos opciones mayoritarias son “ámalo o no te arriesgues a ir al cine a ver sus películas”. Por desdicha para él, hay muchos más que unen las dos opciones o se decantan por la segunda…
Dirección: Nacho Vigalondo. Año: 2016. Título original: Colossal. País: USA, Canadá, España, Corea del Sur. Duración: 109 min. Género: Fantástico. Drama. Comedia. Intérpretes: Anne Hathaway, Jason Sudeikis, Dan Stevens, Austin Stowell, Tim Blake Nelson, Agam Darshi, Hannah Cheramy, Christine Lee. Guión: Nacho Vigalondo. Música: Bear McCreary. Fotografía: Eric Kress. Estreno en España: 30 de Junio 2017.