El voto es solo un signo de cómo es el sector de la sociedad que participa en las elecciones. Existe otro grupo de ciudadanos que por diferentes motivos no participa; el derecho de abstención es una opción democrática. En cualquier caso, cuando en una convocatoria el porcentaje de participantes es significativamente escaso, como en las últimas elecciones andaluzas, puede interpretarse como una bofetada al sistema y a cada uno de los partidos que concurren a esos comicios.
Últimamente se repite mucho eso que unos atribuyen a Unamuno, "el fascismo se cura leyendo y el racismo se cura viajando", y otros a Pío Baroja, en una versión más autóctona, "el carlismo se cura leyendo y el nacionalismo, viajando". La frase, así sin más, no deja de ser una estupidez. ¿Acaso los fascistas no leen? ¿No hay gente culta que optan por formaciones que se postulan como defensores de un nacionalismo integrista y excluyente? ¿No hay lectores que defienden el papel subordinado de la mujer y que se muestran intolerantes con inmigrantes y homosexuales? Más que leer, lo importante es lo que se lee; cómo se interpreta lo leído o cómo la lectura ayuda a formar, en ocasiones a deformar, criterios. No combate el fascismo, por mucho que lea, quien se limita a la lectura de escritores y pensadores que enaltecen el pensamiento fascista. Viajar por viajar, puede convertirse en un simple pasatiempo; más que viajar, se trataría de qué y cómo se analiza lo que se observa. Leer por leer, ni nos hace más cultos ni mejores personas. Ahora bien, una lectura reflexiva y variada puede convertir lo leído en una herramienta de resistencia y puede abrirnos la mente para dejarnos seducir sólo por la evidencia de la razón. Porque leer analíticamente es fundamental para esquivar manipulaciones y demagogias, para prevenir doctrinas y dogmas, para conectar el pasado con el presente y eludir anteriores errores y horrores.
En democracia, más que el recuento de votos son las prácticas diarias las que anticipan si una sociedad está girando hacia una concepción inclusiva y plural, defensora de la igualdad y justicia social, o si toma una vertiente tradicionalista y excluyente. Cuando la democracia es algo más que una palabra, el día a día es más relevante que el cómputo electoral, los servicios públicos más que los himnos y banderas, la cobertura social a los necesitados es más necesaria que las grandes proclamas, las personas más que la unidad nacional, la apertura de puentes más que la construcción de muros. ¿Los políticos? Mirad lo que hacen, no lo que dicen.
"¡A por ellos, oé!", ¿recuerdan? Aquellos gritos, de alguna manera, vaticinaban los votos andaluces para la reconquista. En algo fallamos como sociedad cuando teniendo acceso a tanta información, hay gente que vota odio, víscera, resentimiento. Algo se está haciendo mal cuando hay demasiados electores que no encuentran alicientes para votar. En algo fallan los partidos políticos cuando muchos optan, de manera consciente, por la abstención.
¿Recetas para minar el odio y el avance de la extrema derecha en las redes sociales y en las instituciones? Cabe suponer que se le combate con tolerancia y con respuestas eficaces a las necesidades ciudadanas, acabando con los desahucios y con los privilegios del poder financiero, relegando de la política a los corruptos. No hay fórmulas mágicas, pero seguramente no se le combate simplemente leyendo, viajando o llamando fascista a cualquiera que agite la bandera española con o sin pollo. El nuevo espíritu nacional es más sibilino; busca la complicidad de sectores que se sienten indefensos, como cualquier hijo de vecino apela a la libertad y proclama la superioridad del nacionalismo español arengando sobre la cultura y unidad al grito de "los españoles primero".